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Argentina Los Antiguos Pobladores del Territorio |
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Este libro no sería completo, ni llenaría su propósito de trasuntar en sus páginas la historia del desenvolvimiento del territorio nacional de Santa Cruz, si no dedicara una parte preferente de él a rememorar los hechos llevados a cabo por los que fueron factores capitalísimos de esa evolución o forjadores únicos del progreso que llegó a alcanzar en el breve espacio de tiempo de treinta años.
Fueron ellos algunos pocos británicos, españoles y alemanes que abandonaron sus países natales, donde el escenario era estrecho para sus aspiraciones, y arrastrados por el impulso incontenible de sus almas de aventureros se lanzaron, allende los mares, con el propósito firme de develar el misterio del desierto y arrancar de sus vetas inexplotadas la fortuna que ambicionaban y que debía constituir con el tiempo su galardón y también la tienda propicia bajo la cual repararían sus cansados cuerpos después de la gigantesca lucha.
De ella y de los afanes que pasaron; de los obstáculos que tuvieron que vencer; de los esfuerzos titánicos que debieron realizar, hablan estas páginas que aspiran a ser un homenaje que rinden corazones argentinos a esos bravos extranjeros, que si supieron labrar sus fortunas explotando nuestras pampas desiertas del Sud, conquistaron también al mismo tiempo para la Patria y el progreso, inmensas extensiones de territorio semiabandonado y que, debe decirse sin ambajes, estaban ubicadas para los nativos casi en los imprecisos límites del reino de la ficción.
La obra de esos hombres está a la vista. Todo lo que este libro exhibe, fue hecho por ellos que, en su optimismo, jamás vacilaron en acometer todas las empresas, por audaces y costosas que fueran. En general, el Gobierno no alentó o alentó bien poco esos esfuerzos, y respecto a su contribución para el progreso del territorio, muy pocas obras hay que la denuncian.
Las biografías de esos "pioneers" tenían por fuerza que ser todas análogas. El medio ambiente no permitía caracterizaciones especiales. Una vida de lucha sin tregua ni descanso contra el clima, contra el suelo, contra la soledad y extensión inmensa que los circundaba, es lo único que está inscripto en las rudas páginas del libro de sus vidas. En la memoria de esos precursores no hay grabado un sólo recuerdo que no implique la realización de un esfuerzo o el triunfo sobre algún obstáculo que obstruía o dificultaba la agilidad de su marcha hacia la conquista anhelada. No tenían habitaciones; pues vivían a la intemperie o bajo el reparo de algún precario rancho y ésto con temperaturas que bajaban a veinte grados bajo cero. Carecían de víveres; pues se alimentaban con la carne de los guanacos y avestruces que volteaban en el campo sus certeros fusiles. Los animales con que iniciaron sus empresas los traían algunos de cientos y cientos de leguas de distancia, arreándolos pacientemente en jornadas de desesperante monotonía, que se sucedían sin cesar por espacio de meses y hasta de años.
Y, luego, más tarde, cuando la base estuvo asentada y el crédito formado, ¿qué no hicieron esos "pioneers"? Puentes que representan fortunas; caminos abiertos sobre la dura lava de los prehistóricos volcanes y en cuyos trechos de centímetros cayó el sudor de muchas jornadas; interminables líneas de alambrados que se entrecruzan como los hilos de una red sobre la inmensa sábana pampeana y que simbolizan la conquista del desierto por el más sagrado de los derechos que consagra nuestra legislación; habitaciones de un lujo y un confort que nada tienen que envidiar al que campea en las moradas de las zonas privilegiadas; instalaciones rurales que son un modelo en cuanto a comodidad y eficacia productiva; líneas de teléfonos cuyos conductores que atraviesan distancias enormes llevan la palabra hablada de un confín al otro del territorio; automóviles para sustituir los caballos; tractores para sustituir las pesadas carretas y acercar los fundos lejanos a la costa, en tanto llegan los prometidos ferrocarriles; hospedajes instalados hasta en los más remotos cuarteles del más remoto de los departamentos; y por fin, campos áridos y de vegetación raquítica, los campos que el gran naturalista inglés llamó despectivamente "tierra maldita", y que antes estaban llenos de guanacos, pumas y avestruces, aparecen poblados hoy por innumerables ovejas refinadas, cuyos vellones de rica lana destacan su promisor albura, sobre el verdor incipiente de los pastos silvestres o la nota más intensa de la "mata negra".
¡Y todo ello es el producto sólo de treinta años de labor! Grandes energías y corazones bien templados debieron tener esos hombres para realizar semejante empresa en tan breve lapso de tiempo. La Patria debe estarles agradecida, pues si triunfaron en la lucha por la conquista de la fortuna personal, su triunfo, conseguido a fuerza de coraje y de constancia, sirvió también para acrecentar el patrimonio territorial argentino y por lo tanto es justo y merecido el homenaje que se les rinde en estas páginas, que serán para sus descendientes la mejor de las ejecutorias, ya que es la del trabajo y la tenacidad.
Últimos comentarios
Hubiéramos deseado hacer una referencia en esta sección de todas las personas que en una u otra forma, tuvieron decisiva influencia sobre el progreso del territorio; pero la carencia de informaciones sobre una gran parte de ellas nos impidieron cumplir tan grata tarea. No olvidamos los nombres de Saturnino García, José Manzano, Pedro Richmond, Edelmiro Mayer, William Jenkins, Américo Berrando, Juan Frazer, Enrique Reynard, Smith, Guillaume, Juan Ríquez. Pedro Urbina, Redman, Douglas, Roux, Clark, Ross, W. Hope, W. Ness, Lippert, Lemaitre, Dobrée etc., pero circunstancias ajenas a nuestra voluntad — muchas veces la invencible modestia de los interesados — hicieron imposible nuestro propósito de entrevistarnos con esos viejos pobladores o de conseguir datos que a ellos se refiriesen.
El capítulo, pues, no es completo, más como pusimos en él para confeccionarlo toda nuestra buena voluntad, ella servirá de excusa a las omisiones, en que bien a nuestro pesar, hemos debido incurrir.