Kark y Osenbrüg | << = = | Los Antiguos Pobladores del Territorio Don Pablo Lenzner |
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Nació en Lauchstedt, Sajonia (Alemania) en el año 1871. Vino al país en 1892 y después de un breve período de observación y estudio, resolvió instalarse con una chacra en Cañáis (Córdoba), en la cual trabajó hasta 1896. La suerte le había sido adversa, pues todos sus esfuerzos se estrellaban contra la plaga que constituían para esas tierras las continuas mangas de langosta que periódicamente iban a asentarse sobre los cultivos, asolando éstos y a la par matando las esperanzas que los agricultores se habían forjado ante el magnífico estado de sus sementeras.
En 1897 don Pablo Lenzner decidióse a probar fortuna en otra región del país y a ese objeto se dirigió a Río Gallegos, pues había oído hablar de las perspectivas que ofrecía la Patagonia a los hombres de buena voluntad que en ella se establecieran.
Primeramente trabajó para los señores Kark y Osenbrüg en la estancia "Markatch-Aike". En 1898 fue designado administrador de la estancia "El Chingólo", que entonces pertenecía a la firma Bacca, Lanús y Cía., desempeñando ese cargo hasta 1903, en que resolvió trabajar por su cuenta poblando los campos de la actual estancia "Librun" con animales que en su mayoría compró al señor Miguel Grigera, otro antiguo poblador del territorio. Posteriormente los señores Braun y Blanchard se asociaron al señor Lenzner, aportando el campo y los animales que habían pertenecido a don Luis Fabre.
Recuerda don Pablo Lenzner que en el invierno de 1899, uno de los más fuertes que se han sentido en el Sud, como faltase sarnífugo en "El Chingólo" y el estado de los animales exigiese un baño inmediato, tuvo que trasladarse a Gallegos a caballo y acompañado por un indio baqueano, para procurarse el específico que se necesitaba en la estancia. El viaje de ida no ofreció otros inconvenientes que el frío intensísimo que se sentía y lo difícil que era orientarse sobre la capa de hielo y nieve que cubría los campos en todo el trayecto. El regreso, con carga, era ya cuestión que requería estudio especial y sobre todo mucha audacia y decisión.
Don Pablo Lenzner, al efecto, construyó un trineo, se procuró perros y cuando éstos estuvieron discretamente amaestrados, cargó ocho cajones de sarnífugo en su vehículo y se lanzó en dirección a la estancia. Cinco días debía durar el azaroso viaje de sólo 34 leguas; pero fueron cinco jornadas cuyo recuerdo no se borra aún de la memoria del que tuvo que pasarlas. Pero, Lenzner llegó a "El Chingólo" con el específico y salvó las ovejas de sus patrones.
Hombres de ese temple son los que necesitan las tierras aun desiertas de nuestro territorio.
Fuente: «La Patagonia Argentina», pp.133-134