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En nuestra edición de ayer, iniciando la serie de informaciones que debemos al diputado por Santiago, don Agustín Gómez García, nos ocupamos en la sociabilidad de aquel territorio y otros problemas generales que lo afectan.
En la entrevista que publicamos hoy, nos dijo:
«Trataremos en los reportajes sucesivos, los siguientes temas, de los cuales están pendientes los habitantes de aquel territorio:
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Nos hizo después la siguiente exposición acerca de la contribución de bien público que significa para el norte del país el acarreo de las carnes desde los frigoríficos de Magallanes.
«Magallanes, nos dijo, es hoy uno de los centros poderosos de mayor importancia del País, y mientras los habitantes de Inglaterra, de costumbres y gustos más refinados que nosotros, comen carne de frigorífico, en Chile la repugnamos de memoria; no por que la hayamos comido alguna vez, sino porque si; y de este criterio rústico, desgraciadamente, participan hasta los cuerpos colegisladores.
«En efecto, al discutirse la ley de impuestos para la Municipalidad de Santiago en Enero y Febrero últimos, se trató de prohibir el consumo de carnes congeladas o frigorizadas en la cuidad Santiago, por supuesto que sin darse cuenta de los prejuicios que ello acarrearía.
«Tímidamente mi amigo don Augusto Vicuña, primero y don Mauricio Mena después, trataron de provocar una votación al respecto de impedir el absurdo de aquella prohibición legislativa, pero la cosa quedó allí no más.
«No hube yo de entrar al debate con calor por temor de ser una vez más tergiversado, por el hecho de conocer muy de cerca el ramo de frigorífico, al cual he consagrado esfuerzos y capitales, hace diez años, cuando nadie pensaba en tal industria.
«Espero, sin embargo, que no se consumará el atentado anticonstitucional, anti-popular y anti-progresista de prohibir en Chile el establecimiento de frigoríficos y el expendio de carnes frigorizadas: lo que señala en otros países un rasgo de adelantamiento público y de abaratamiento de la vida.
«En Chile, en pocos años más, si se prohíbe el expendio de carnes frigorizadas, no podremos comer otras por una razón elemental, que se basa en el empleo de menos carros de ferrocarril y del más bajo precio de la carne fría.
«El hecho se explica así, por un proceso de cultura y de economía pública.
«Mientras en un carro traemos de Talca, Osorno o Puerto Montt veinte animales vivos, con peso falso de estiércol, con desgaste natural del animal, cuidado, etc.; traeremos en el mismo carro sesenta animales frigorizados.
«El flete ahorrado sobre cuarenta animales frigorizados, las incomodidades del acarreo, etc., obligarán al productor y al consumidor a usar carnes frigorizadas o a anhelarlas, como un ideal de País civilizado.
«Más todavía: la higiene pública y la veterinaria doméstica aconsejan modernizar el consumo de las carnes, en su momento, o sea consumir la carne después de 24 horas de muerto el animal, no inmediatamente como se practica hoy con gravísimo perjuicio para la salud y el buen paladar.
«Supongamos que la cordura se imponga y se evite la prohibición de legislar sobre las carnes congeladas, cuya introducción, facilidades y acarreos tienen concesiones, premios y privilegios en todos los Países cultos del orbe, ¿qué beneficios nos reportaría Magallanes sobre el abaratamiento de la vida?
«Enunciar el problema es resolverlo para beneficio común de aquella región y del norte del País.
«El frigorífico se usa en los Países civilizados, porque abarata el precio de consumo, lo regulariza y uniforma, evitando así el gravamen oneroso sobre el presupuesto del proletariado y de las clases medias, que le desproporcionan sus rentas, le desnivelan sus inversiones y llevan la miseria y la pobreza en las estaciones en que, sin frigoríficos, la carne sube a precios exorbitantes, para acrecentar aquí la fortuna de los estancieros poderosos del centro de la República, que son lo menos, contra la comunidad social del resto del País, que trabaja y lo engrandece, que son los más!
«Este es el papel del frigorífico chileno: surtir de carne a un precio nivelado y uniforme al extranjero, para traernos buen cambio y riqueza pública al País, o surtir de carne al propio territorio a precio nivelado, bajo y uniforme, para abaratar la vida y establecer un presupuesto doméstico de gastos fijos en el consumo de la carne, que es artículo de primera necesidad en Chile.
«Magallanes, con sus dos frigoríficos actuales, San Gregorio y Río Seco y con otros dos o tres, próximos a instalarse, nos ha dado el ejemplo de que es pueblo culto y modernizado, y nos invita a abaratar la vida con el expendio de carne buena, escogida y barata, como es la carne de frigorífico, que comen los príncipes de Inglaterra, en cuyas libérrimas leyes no se puede estampar la irregularidad que se pretende en Chile de prohibir la introducción de carnes frigorizadas.
«Siento decirlo, pero yo no he nacido para callar lo que creo en conciencia que es útil para mi País, aunque a las veces ya he sido crucificado por mi claridad; siento decirlo, pero es una verdad que me han repetido extranjeros distinguidos al hablar de la barbaridad de quererse prohibir en esta ciudad el uso de las carnes frigorizadas. Me han dicho: «sus compatriotas, como han suprimido el latín de los estudios clásicos, olvidan que frigus, oris, significa frío, y creen, como consecuencia de este olvido que carnes frigorizadas, significan, en chileno, carnes fregadas.
«Sin duda, la cosa sale fuerte, pero no podría darse una explicación más racional ante la irracionalidad del legislador, que opone valla infranqueable al abaratamiento de la vida, que nos puede proporcionar Magallanes o el sur de Chile con el establecimiento de sus frigoríficos, cuyas carnes frigorizadas, se conducen a Inglaterra, para el abaratamiento de la vida de aquella poderosa y próspera nación.»
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