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Historical Materials from Southern Patagonia
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Journey of a Chilean to Magallanes in 1914
Reports and speeches by Agustín Gómez García  [text in Spanish]
Chapter: 

XIV

POST SCRIPTUM

Enunciación de problemas sociológicos

Escrito el folleto anterior, «VIAJE DE UN CHILENO A MAGALLANES» que casi salió libro, distinguidos amigos míos, que viven retirados de la lucha ardiente de la política, pero que conservan en su alma nacional el sacratísimo fuego patrio, me han aconsejado que agregue a este folleto cuatro Documentos Parlamentarios; donde se incita el interés por la cosa pública, al propio tiempo de delinear prácticos pensamientos acerca de la Patagonia occidental y algunas de sus futuras y grandiosas empresas, como la explotación racional del bosque, la industria siderúrgica, la de la celulosa y la de los cultivos agropecuarios.

He leído nuevamente con atención esos documentos parlamentarios, y, en realidad, me he convencido de que ellos arrojarán luz bastante para derivar hacia las regiones meridionales un foco de esperanza en medio del desgobierno y de la crisis que agobia al resto del País.

Con tal objeto voy a dar placentera cabida, en las páginas posteriores, a esos cuatro documentos parlamentarios y acaso un apéndice de un decreto que emane del Ministro de Relaciones Exteriores, mi amigo don Enrique Villegas E., que relacione ya el gratísimo alborozo del nombramiento de una comisión de trabajo para elaborar el definitivo proyecto de la subdivisión de las tierras en arrendamiento en Magallanes; problema interesante, patriótico y anhelando como inspiración de civismo y de grandeza para aquella zona austral.

Estos documentos parlamentarios los forman una moción de ley y tres discursos de actualidad nacional, que miran muy especialmente a los territorios meridionales.

El proyecto de ley versa sobre el establecimiento de un impuesto personal para el ejercicio del derecho de sufragio y de otro impuesto sobre valores mobiliarios, destinados al fomento de la instrucción pública, a mejorar la escasa remuneración del magistrado primario, secundario, superior y espacial; a la edificación escolar, de barrios obreros y, a la vez, a la construcción de un cuartel modelo en Punta Arenas, metrópoli de la Patagonia Occidental.

Los tres discursos rozan cuestiones de vivo interés nacional sobre los tópicos del proyecto indicado, sobre la protección debida a la industria maderera y sobre la implantación de la siderurgia en Chile; discursos pronunciados en las sesiones de Julio y Noviembre del año pasado y en estos mismos días del presente mes.

Estas piezas parlamentarias conservan una intensa actualidad en los momentos en que escribo, proyectando sobre su autor el relieve de su sana intención para predisponer, en lo futuro, al País al mejoramiento de nuestra inferioridad económica y moral, tan concienzuda y prácticamente descrita por mi ilustrado amigo, don Francisco A. Encina, en su estudio psicosociológico, indudablemente el primer trabajo de verdad a estos respectos, que haya impreso en la América latina.

Ambicionado como pedagogo, como industrial, como hombre público y como chileno, la mayor suma de esfuerzo material y moral para el engrandecimiento verdadero del País, he levantado mi voz en el Congreso de Chile cada vez que un motivo superior ha guiado al Parlamento, y he contribuido siempre, cualesquiera que hayan sido los elementos de Gobierno, a facilitar, a encausar y a estudiar los problemas de interés público, no mirando a los hombres ni a los partidos, sino a la acción social.

He dejado siempre mis pasiones fuera del recinto de la Legislatura, de todo que he podido observar sin mezquindades los problemas sometidos a su consideración y, generalmente, me he sentido mortificado por el ningún provecho mancomunal que ha fluido del debate.

La falta de preparación y de mentalidad en los Ministros hace más tangible la correlativa idoneidad del legislador, y de esta escasez de intelecto y de versación nacen rumbos mediocres o malos.

Un gabinete preparado, conciente y capaz, lleno de energía y de valor moral, arrastraría a la colectividad parlamentaria y la induciría a la resolución de supremos anhelos de bienestar social; pero, desgraciadamente, como lo he dicho en otra parte, salvo rarísimas excepciones, no van a los ministerios los más idóneos los más versados, sino los más audaces o los más necesitados; para granjearse simpatías electorales o valimientos administrativos o judiciales, o poder vivir con la renta ministerial.

Ministros he conocido yo, en los últimos tiempos, que dejan el puesto para repartirse piltrafas, comprometidas como coimas de nombramientos judiciales; ministros conozco yo que han necesitado ejercitar subterfugios indecorosos para burlar a sus acreedores de deudas de honor, y finalmente, ministros conozco yo que a duras penas leen y casi no escriben; siendo este mal llevadero, si fueran honestos y discretos, y no se creyesen unos sabihondos y presuntuosos, hasta incapaces de confiar en los que saben, en los que están preparados y en los que hacen vida mental; de donde, precisamente, resulta el exceso del desgobierno y de la podredumbre administrativa del alma nacional!

Denme media docena de hombres preparados, sanos e intelectuales y el Congreso nada les negará, el País los recibirá como a su Mesías y antes de pocos años el maná moral y material levantará a las colectividades, ensanchará a economía pública y convertirá a esta pequeña República en uno de los Países más fuertes y más ricos de la América, preparándolo, al propio tiempo, para efectuar su evolución moral en un brevísimo lapso de tiempo no contemplado en la historia de ningún pueblo moderno.

¿Podrá negarse a seis hombres de la categoría e integridad de don Vicente Reyes, de don Jorge Montt, de don Francisco Valdés Vergara, de don Antonio Varas, de don Valentín Letelier, de don Ventura Blanco Viel, de don Rafael Sotomayor, de don Enrique Rodríguez, de don Luis Antonio Vergara o de don Antonio Huneeus una solución inmediata para arreglar de una manera seria y estable nuestros problemas de vitalidad nacional, e impedir el derroche público?

¿No seriamos un País próspero y Feliz dando a un ministerio de la talla enumerada facilidades para dictar leyes sobre concesión de primas generales de exportación para el vino, para el producto de la betarraga sacarina, para las maderas, para la celulosa, para el lino, para los alcoholes etílicos y metílicos, etc.? ¿No nos sentiríamos dichosos sesionando a Congreso pleno con el supremo interés de cruzar el País con ferrocarriles internacionales, de subvencionar a una marina mercante nacional, de radicar piadosamente a nuestra ínclita raza indígena, y sobre todo, con el santo propósito de vender nuestros dreaudgnauts [dreadnoughts, tipo de buques de guerra, Ed.], sangriento descalabro de nuestra vitalidad? ¿No nos juzgaríamos grandes y dichosos hermanando nuestras energías con el Perú para beatificar la paz en la América latina y arrojar de ambos Países entredichos el oscuro porvenir que nos aguarda mientras seamos los insensatos esbirros de la grandeza de ambas Repúblicas?

Estas ideas las amamos y nos consideramos felices al enunciarlas y al oírlas, pero los partidos, maltrechos, despedazados, lujuriosas del poder, para hollarlo y servirse groseramente de él, no encuentran la fórmula de separar a polilla política de los pretendientes a ministros, los incapaces o los roedores de la colmena social... y sigue la danza...!

En la moción y discursos parlamentarios que se insertan más adelante, consagro, a pulmón abierto, gritos de combate contra este estado tristísimo de cosas, como una manifestación del alma herida y despedazada ante este fenómeno sociológico, sostenido en los hombros de una oligarquía santiaguina, incapaz y deleznable; pero bastante poderosa e influyente aun para atraer hacia si a los pocos diputados provincianos que llegan de los cuatro puntos cardinales de la República, y que luego — para nuestro mal social — hacen coro, entre copa y copa del Club de la Unión, a estos politiqueros de oficio, que beben champaña, usan automóvil, y mantienen un tren de gustos suntuarios, sin conocérseles otra profesión o industria que las labores de su sexo....

Desgraciado del que no se entrega a esta orgía! Si no es un hombre eminentemente virtuoso, grueso de espina dorsal y de una versación y preparación superiores, se lo hará pedazos, y aun siendo de constitución física fuerte y de carácter indomable para el mal, no salvará ileso: se le calumniará y se le murmurará detrás; se le respetará y temerá de frente: estos hombres hacen falta; con media docena de ellos el País cambiaría de rumbos!

El nombre de este libro, Viaje de un chileno a Magallanes, ahonda el problema sociológico que someramente he esbozado y que en pocas reflexiones más sintetizaré, tomando como modelo superviviente a un pueblo nuevo, de esta generación, que ha surgido rápidamente por las precisas causas de estar alejado de la politiquería y de las influencias malsanas de un medio ambiente retraído y derrochador, y sin capacidad mental, comercial ni industrial.

Me refiero a Magallanes, donde los aspectos: intelectual, moral y económico de su adelantamiento forman un conjunto social envidiable para facilitar las conclusiones de un estudio de sociología y de economía política digno de imitarse en el resto del País, modelándose en Punta Arenas, objeto de este sencillo análisis.

Los fenómenos que influencian los factores morales e intelectuales sobre su expansión material han ido aunados, de modo que unos mismos componentes de mentalidad, de energía y de moralidad, sin choques y sin desalientos, ha producido la riqueza de Magallanes y sigue produciéndola sin extrañas claudicaciones!

Su progreso no se ha detenido principalmente por estar Magallanes en la imposibilidad de soportar estos dos relajamientos: la crisis monetaria y la política. Allí la balanza de cuentas ha sido siempre expansivamente favorable y el tipo de cambio no se ha alterado, porque usan para toda transacción la libra esterlina. Además le es desconocida la política como factor de perturbación, de donde resultan fenómenos económicos regulares para su desarrollo material.

Aunque Magallanes ha crecido rápidamente, y por lo tanto, siguiendo leyes económicas normales, debiera su balanza serle desfavorable, no obstante, la sensatez e idoneidad de su comercio e industria no han evolucionado sino en conformidad a un poder productor equilibrado con sobrante de producción anual, para ensanches de futuras expansiones materiales de verdadera riqueza.

El poder económico de Magallanes nace de su sobriedad y de las tradiciones de cultura europea de sus hijos, adaptables a un medio industrial, manufacturero y pastoril, en que crecieron y se educaron con hábitos honestos de producir siempre más del consumo, o sea sin desequilibrar al alma nacional.

Y tan influenciable es este medio ambiente en Magallanes, que el misino bracero chilote que da vida a este territorio, cuando es flojo y engreído en sus archipiélagos, allí es absorbido en esta saludable evolución, donde la actividad productora del comerciante, del industrial, del minero y del pastor forman una sola unidad sociológica.

Finalmente, habrá que decir que el alma colectiva del proletariado está alejada de toda influencia alcohólica y subordinada a una cultura europea; lo que constituye su importancia sociológica para servir de ejemplo alentador a nuestros políticos del centro del País.

En conclusión, la influencia económica de Magallanes, manteniendo un poder productor con sobrante de varios millones anuales que le retornan de Europa como pago de sus nobles productos, es una enseñanza práctica de que, sin politiquería y sin contacto con el desgobierno que inutiliza o retrograda al alma nacional en el centro de la República, se es feliz.

Con tan bello ejemplo de sociología práctica no debiera la inmentalidad política, encamada en ministros desequilibrados o incapaces, tomar jamás las riendas del Gobierno de mi País, y así seriamos grandes y virtuosos.

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La masa dirigente de políticos incapacitados e ignorantemente suficientes, unida a esta oligarquía iletrada y ridícula, para quienes el alma bien orientada siente el soberano desprecio de la repulsión por lo vil, se presenta con rasgos sociológicos de hilaridad, para los que, por poco que valgan, valen siempre más, inmensamente más que esos maniquíes que forman el desequilibrio económico del sastre, del carnicero y de la verdulera, y que se permiten todavía el lujo de befar a estas pobres gentes, cuando exigen el cumplimiento de sus obligaciones.

A esta modalidad masculina se adapta, por desgracia, la mujer, la bellísima y virtuosa mujer chilena, creando ahora, en muchos casos, un hogar suntuario, y ya cargando sobre sí imaginarias plumas de aves del Paraíso, o ya aigrett de garzas tropicales, las más veces disfrazadas barbas de ballenas, o ya crosse de pajaritos de la India, según indica el lenguaje habilidoso de la gran sombrera de modelos o de la sastre de Paquin; fórmulas todas con que se engaña a nuestra dorada sociedad, hoy consagrada a mirar, como gran novedad parisiense, las plumas de aquellos pajaritos de la India sobre la cabeza de nuestras mujeres. ..!

Así se pierden las energías nacionales; así se desequilibra al alma chilena; siendo mudos testigos de este derroche, pero incapaces para dictar leyes que prohíban la introducción de artículos suntuarios por un quinquenio siquiera, como medio de salvación de la presente crisis, producto natural del exagerado consumo, y como único remedio eficaz de ser País productor, País externador de los más nobles artículos mundiales.

Aquí, al revés de lo que pasa en Europa, cada cual vive pendiente de los movimientos o de los calzones que lleva el vecino, y el saludo será más o menos ceremonioso, o más o menos frió según sea el traje o el decir publico sobre su riqueza.

Pelagatos conozco yo que ministros, o diputados, o senadores o barnizados con algún oficio, que creen darles personalidad, niegan el saludo o lo usan tan favorecido que parece que fueran preñados, dentro de sí, con la monarquía de Inglaterra...!

Este fenómeno psicológico, la siutiquería con carácter de gran señor, es signo superviviente de relajamiento y de la más acentuada inferioridad económica; porque, para tales príncipes de tripas de siervo (léase huanaco) de la oligarquía santiaguina, el mayor gasto de cuellos duros, de sombreros altos y de zapatos acharolados, significa un consumo excesivo del alma nacional; desgraciadamente también participado a las clases altas de las otras Repúblicas sudamericanas.

Este individuo no puede competir con el comerciante, con el industrial, con el estanciero de Magallanes, un gran señor a las derechas, equilibrado y discreto, cuya afición ordinaria lo predispone a ensanchar su capacidad productora, lejos de toda cursi pretensión.

Aquel si algún tío o tía le entrega dineros para invertir o le da alguna industria o comercio en que desarrollar sus facultades, zozobrará, incapacitado para mandar e inútil para crear; de manera que su personalidad futura será solamente la de un gran tío; mientras el ciudadano de Magallanes, enaltecido en las virtudes del trabajo, cerrado su campo, bien atendida su industria, convertirá en nuevos factores de progreso y de producción a sus primitivos ingenios.

Para el zángano social, la calle de Huérfanos y los portales de Santiago; para el esforzado estanciero e industrial de Magallanes, un nuevo horizonte en sus propios campos: el cultivo intensivo de sus tierras, la subdivisión de los potreros, cubiertos de pasto artificial, de manera que la hectárea, que apacentaba una oveja, pase a alimentar cinco, seis, diez, o sea la multiplicación evangélica de los panes, hecha por la Divinidad misma para ejemplo de los humildes, no para consuelo y regocijo de los charlatanes, desconocidos en los antiguos tiempos en los pueblos fuertes y armónicos, y despreciados hoy como bichos parasitarios que repugna el hombre culto moderno...!

He aquí un palpable ejemplo de sociología latinoamericana.

¡No desperdiciemos la lección!

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Los documentos parlamentarios que se insertan en seguida, participan de un objetivo sociológico digno de la capacidad moral e intelectual de Magallanes, donde, desgraciadamente, no reside el Gobierno, pero son demasiado extemporáneos para servir aquí de fuente de información o de adaptación en medio de la corruptela administrativa y electoral que enerva las energías del alma patria. Por eso, siquiera merezcan ellos los honores de la publicación en este libro que leerán otras gentes con otra civilización y otros bellísimos ideales.

Hago votos ferventísimos, porque a la juventud de mi Patria no se le relaje; porque no se le engañe; porque no se le corrompa, presentándole como elementos disolventes o perturbados a los que luchan para arrojar de si este peso inconmensurable que cargan los débiles hombros de algunos ciudadanos empeñados en señalar la úlcera oligárquica, factótum actualmente de la inferioridad del alma chilena!

¡Cuántas veces antes la noble juventud de mi Patria ha sido engañada con mezquinos fines! ¡Cuántas veces ha sido desorientada, creyendo patriotas a los patrioteros, que son su calamidad, y siguiendo a los internacionalistas que son los degenerados de todos los Países, a quienes se les debe la mayoría de los más intensos males americanos!

Mi viaje a Magallanes, al lado de Pedro Prado, una de las figuras más honestas y versadas de la Liga de Estudiantes, me ha confirmado que la juventud lleva envuelta el los pliegues de su alma generosa la solución de nuestros gravísimos problemas de interés público o de interés industrial; adaptándolos al medio, como lo hace actualmente en la Escuela de Artes y Oficios, Tancredo Pinochet, el director ideal de esta rama universitaria, raída antes por la polilla política de mi País!

El recuerdo de lo que puede hacer la colectividad está latente aun en los festejos chileno peruanos de apenas pasados días; dando la propia juventud universitaria la ocasión de celebrar tales agasajos entre dos pueblos que deben unirse para resolver el más odioso e infamante de los fenómenos extranjeros, que nos tiene pobres y subyugados al arsenal extranjero, como estrujamiento diario de nuestra vitalidad y de nuestras energías nacionales!

Ojalá la juventud universitaria, las clases obreras y los hombres de visión pura, para satisfacer la fraternidad de la América, quieran rememorar luego las promesas contraídas de hacer sellar la paz entre ambas Repúblicas, sin formalidades protocolarias…

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