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Historical Materials from Southern Patagonia
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Journey of a Chilean to Magallanes in 1914
Reports and speeches by Agustín Gómez García  [text in Spanish]
Chapter: 

XI

Problemas marinos que afectan intensamente a Magallanes

Dos clases de problemas, nacional el uno; extranjero, argentino el otro, afectan profundamente la vida comercial de Magallanes.

El primero puede remediarse con buena voluntad por parte de la inteligente Dirección del Territorio Marítimo, y creo no engañarme al decir que, apenas se lea la enunciación de él, quedará solucionado en bien de los intereses de Magallanes.

Hoy día existe una disposición del Territorio Marítimo que dice: «Todo vapor que recale en este puerto (Punta Arenas), ya sea para desembarcar pasajeros o en demanda de víveres, deberá pagar los derechos correspondientes».

Con esta disposición se perjudica ineficazmente a Punta Arenas, impidiendo la entrada al puerto de embarcaciones que dejarían, en comestibles y varios servicios, muchos miles de libras esterlinas, sin que, con la prohibición invocada, se haga obra patriótica alguna, pasando de largo, sin hacer escala en dicho puerto.

Estimo que si aquella disposición se cambiara por ésta, se haría un bien innegable a Punta Arenas: «Todo vapor que no traiga pasajeros ni desembarque mercaderías, no deberá pagar los derechos de faros y balizas».

Esta disposición que en el fondo es la misma vigente hoy, permitiría aumentar la riqueza de Punta Arenas en cincuenta o sesenta mil libras al año, que quedarían en el comercio de aquella cuidad en vez de ahuyentarlas a Buenos Aires, Montevideo o Río Janeiro.

El problema de faz extranjera está consignado para su solución en el artículo final del Reglamento y Ley de Cabotaje Nacional argentina, que dice:

«Con excepción de las primas de estímulo, se concederá a los buques de las naciones limítrofes el mismo tratamiento y franquicias que a los buques nacionales de cabotaje, siempre que dichas naciones concedan a los buques argentinos, a título de reciprocidad, el mismo tratamiento y franquicias que a sus propios buques».

Los vapores de matrícula chilena, mantienen un comercio activísimo con los puertos argentinos de la costa del Atlántico hasta Puerto Madryn inclusive, mientras que los vapores con bandera argentina, si bien visitan a Punta Arenas de vez en cuando, las operaciones comerciales que realizan en nuestro País son casi nulas; de modo que la nueva ley argentina viene a perjudicar a los armadores de Magallanes, que no pueden hacer operaciones de cabotaje en la costa argentina sino cambiando la bandera, como ya lo han hecho.

Por eso, para defender los intereses de Punta Arenas, que son a nuestro juicio los únicos afectados por esa ley, conviene que nuestro Gobierno negocie con el Plenipotenciario argentino el establecimiento de la reciprocidad entre ambos Países, en la cuestión del comercio marítimo de cabotaje, de acuerdo con el último párrafo del Reglamento ya citado.

Adelantaremos que el distinguido Ministro argentino en Chile, nuestro respetado amigo, el Excmo. señor Gómez, nos ha prometido soluciona favorablemente este problema, que con precisión, tiene feliz cabida dentro de los términos amistosos de las franquicias que la misma ley argentina concede a las naciones limítrofes.

Esperamos que un vulgar cambio de notas entre ambas Cancillerías evite el actual odioso gravamen que pesa sobre las naves chilenas en las costas del Atlántico argentino y que, para mayor claridad, exponemos en seguida, valiéndonos de los términos de la propia Gobernación Marítima de Magallanes.

El Comercio de Cabotaje de la matrícula chilena de la Gobernación de Magallanes, se hacía en Enero de 1912,—hoy es muy superior,—con veinticinco vapores y varias goletas; que representaban siete mil ochenta toneladas de registro, y estas naves se ocupaban casi exclusivamente en el trasporte de mercaderías y productos del país, desde Punta Arenas a la costa de la Patagonia argentina y viceversa; y, aquí también debe dejarse constancia de que el desarrollo comercial marítimo de aquel territorio, se debe, en gran parte, a la liberación de derechos de importación y exportación y exención de otras gabelas de Aduana.

Pero este desarrollo comercial toca hoy para Magallanes a su fin, viéndose repentinamente amenazado por leyes y reglamentos del País limítrofe, que, si bien no son prohibitivos del todo, a fin de que no concurran nuestras naves a esos puertos vecinos, envuelven una carga demasiado onerosa para afrontar los gastos de una patente de subido valor, como luego veremos.

En efecto, nuestras naves se han encontrado, sin previo aviso por un tiempo determinado, con la vigencia de la ley argentina de 1º de Enero de 1912, y con la disposición de que los vapores que no sean del cabotaje (reservado sólo para su marina) o que proceden de puertos extranjeros, deberán recalar primeramente a un puerto mayor y abonar en cada viaje, como derecho de fondeadero, la suma de cien pesos ($100), moneda legal argentina, y esto si es que fueren considerados como vapores correos, porque, de lo contrario, deberán pagar el doble de la tarifa anterior.

Ahora bien, el tonelaje de los vapores de 1912, de la matrícula de Punta Arenas, fluctuaba de ciento cincuenta a trescientas toneladas, y fácil es penetrarse que ese elevado derecho de fondeadero irrogaba un mayor gasto, a cada una de estas pequeñas naves, de cinco a seis mil pesos moneda argentina al año.

Además de la tarifa aludida, existe la prohibición a estas naves de hacer operaciones de transporte entre uno y otro puerto de la referida costa, tanto de carga como de pasajeros.

Asimismo, debe señalarse un peligro más para nuestra Marina Mercante: el Gobierno argentino, basado en la nueva ley de cabotaje, que dispone de que los buques de ultramar, sólo podrán hacer operaciones en los puertos mayores de la República, declarando que no hay ningún puerto mayor desde Madryn al sur, con cuya medida ha excluido del todo la bandera chilena en esa costa, y por consiguiente, la desaparición de nuestra flotilla mercante nacional; asestó un golpe de muerte a la actividad comercial e industrial de Magallanes.

Un solo recurso quedaba; cambiar la bandera. Esto es lo que se ha hecho; pero no es compatible con la amistad que nos une a la Argentina buscar los subterfugios de un cambio de bandera, para llegar, como extranjeros repudiados, a los puertos argentinos. Se impone, pues, un arreglo de Cancillería.

Como corolario de lo expuesto, acompaño un cuadro comparativo de la estadística del movimiento marítimo publicado en el periódico «La Unión», del puerto de Río Gallegos, correspondiente a los años de 1910 y 1911, de cuya estadística extracto lo que sigue:

Naves entradas: Nacionales (argentinas) 62 por 119 extranjeras (chilenas), que han transportado, respectivamente cinco mil ochenta y dos, y diez mil quinientas noventa y cuatro toneladas de carga.

Naves salidas: Nacionales (argentinas) 61 por 115 extranjeras (chilenas), que han transportado, respectivamente, entre mil seiscientas nueve, y dos mil seiscientas ochenta y seis toneladas de carga. En ambos movimientos se nota una disminución para las naves de la bandera nacional (argentina), que se hace más sensible si se toma en cuenta que este movimiento se ha efectuado con buques de la bandera argentina, que representan cien mil toneladas, más o menos, y los nuestros solamente con veinticinco mil toneladas, lo que demuestra más todavía el continuo movimiento de nuestros vapores.

Este cuadro estadístico se refiere sólo al movimiento del puerto de Río Gallegos, que en cuanto al de los demás puertos de Coyle, Santa Cruz, San Julián y Deseado, etc., me reservo para publicar mas tarde.

Hoy día, ha aumentado considerablemente el movimiento comercial con la Patagonia argentina, que se hace libre de gabelas, llevando al tope de las naves de Punta Arenas, la bandera argentina.

Por decoro para Chile y por la amistad que nos liga a la Argentina, debe desaparecer esta ignominia de persecución, de dudas y de gravámenes entre estos dos pueblos amigos!

Este acomodo entre argentinos y chilenos, el establecimiento de policías fronterizas comunes e internacionales y la cooperación de ambos Países para subvencionar correos por el Pacífico, entre Nahuelhuapi y Punta Arenas, es actualmente la obra de progreso más indispensable para la amistad chileno argentina.

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