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"Laguna Colorada" de Don Carlos Henstock |
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Situada a 10 leguas de Gallegos y sobre la margen izquierda del río del mismo nombre, la estancia "Laguna Colorada" ocupa por su ubicación un lugar privilegiado de la zona, pues ya se ha dicho repetidas veces que los campos que se extienden al Sur de la corriente de agua mencionada son de los mejores con que cuenta el territorio. Sus condiciones agrológicas son excelentes y como pueden mantener un número de animales bastante crecido, la explotación económica de los mismos ofrece ventajas y beneficios que es imposible conseguir en la mayor parte de los terrenos de Santa Cruz, a no ser que se posean grandes extensiones y, en consecuencia, los cuantiosos capitales que se requieren en la actualidad para poblarlos. "Laguna Colorada" tiene una superficie de seis leguas que sostienen permanentemente alrededor de 9.000 lanares, es decir 1.500 animales por legua, lo que significa una capacidad casi extraordinaria si se considera que los cálculos más seguros asignan un término medio general de 500 cabezas a los campos del territorio. La estancia a que nos referimos linda al Norte y al Este con terrenos de "Güer-Aike"; al Sud con Clark; y al Oeste con los establecimientos ganaderos de los señores José Montes e Ibón Noya. Pertenece a Don Carlos Henstock, aportada como herencia de la madre de su señora esposa doña Emilia Felton. Las instalaciones del establecimiento son del tipo usado generalmente por los hacendados de la región, y están dotados de todos los elementos necesarios a la eficiencia de su misión. Durante la primera huelga revolucionaria que agitó al territorio, en 1921, fue completamente destruida por un incendio la casa principal de la estancia. Actualmente, el señor Henstock está haciendo construir una nueva vivienda que, dados sus gustos, ha de ofrecer todos los detalles de lujo y confort compatibles con su condición de morada rural. La administración del establecimiento está a cargo directo de su propietario, cuyas condiciones de laboriosidad hemos tenido ocasión de ponderar en otra sección de este libro. El señor Henstock viaja a menudo al viejo mundo acompañado de su familia, pero es tanto el cariño que ha cobrado a las pampas patagónicas en las que luchó con arrestos de varón fuerte para conquistarse la posición independiente que ambicionaba, que todos los halagos de las grandes ciudades europeas, no son bastantes para vencer la nostalgia que lo invade cuando pasa algún tiempo fuera de su estancia. Es que este caballero, como la mayor parte de los extranjeros que han contribuido con su esfuerzo a hacer de la Patagonia la región floreciente que es ahora, se han vinculado estrechamente al suelo que trabajaron, y lo aman por lo que les dio, y también por lo que ellos realizaron en él a fuerza de sacrificios y de labor dura y constante. Ese sentimiento debe halagar nuestro amor propio nacional y hacernos más estimables los elementos que poblaran la Patagonia, ya que en lugar de retornar a sus países después de hacer fortuna, como sucede con los de otras regiones, arraigan en sus pampas para siempre y si momentáneamente se ausentan, la nostalgia invade presto los corazones y los hace retornar muy pronto a ellas. |
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Fuente: «La Patagonia Argentina», pp.230-231