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Materiales Históricos de la Patagonia Austral
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Viaje de un Chileno a Magallanes en 1914
Reportajes y discursos de Agustín Gómez García
Capítulo: 
IV

(De «El Mercurio» del 13 de Abril)

La Aduana, sus perjuicios y la oposición a ella

Continuamos hoy las informaciones que nos ha suministrado, después de su viaje al Territorio de Magallanes, el diputado por Santiago, don Agustín Gómez García.

«El punto que hoy toco, nos dijo, fue la causa primordial de mi viaje. Es escabroso y de alta trascendencia. Creo conocerlo a fondo; porque por poco preparado que fuese, debí abarcarlo bien, ya que le consagré un estudio minucioso, preferente y de muchos días.

«Para los que vivimos en medio del flujo y reflujo de empresas mercantiles, un estudio de esta naturaleza es sencillo, y se hace liviano y fácil si se cuenta con la buena voluntad de un personal caballeroso, que le señala los vacíos y dificultades con que ha trapazado y tropieza este resorte nuevo de la administración pública en aquellas regiones.

«El diablo lanzando improperios y perjudicando a las sencillas gentes de Magallanes es menos aborrecido que esta madrastra odiosa que se llama aduana.

«Los hombres, las mujeres, los niños y hasta los enfermos del hospital creen que sus males y sus contrariedades los trajo consigo la aduana.

«La encarnación de un endemoniado existe en las paredes de la aduana de Punta Arenas y desde que uno pisa aquellas tierras, soberbias de belleza y majestad, no se oye sino el ruido lúgubre contra esta oficina, cuya permanencia la consideran un desencanto y el mayor castigo que hubiérase ideado para arruinar y destruir a Magallanes.

«Querría estampar aquí una a una mis impresiones, y las dificultades, y los males y el retroceso que significo para Magallanes el establecimiento extemporáneo y sin medidas previas de aquella aduana; pero un deber superior me obliga, por ahora, a callar, al propio tiempo de manifestar halagadoramente la certidumbre que tengo de que el Gobierno va a remediar las extorsiones de que se creen victimas aquellas gentes, y que dependen de vulgaridades de fácil remedio.

«Puedo adelantar a los compatriotas y extranjeros de empuje que residen en Magallanes que el Gobierno ha tomado ya medidas enérgicas y acomodativas a fin de facilitar el manejo interior que depende de la aduana y del resguardo.

«El Ministro de Hacienda, hombre de fácil concepción y de mejor inspiración como chileno, como industrial y como hombre público, apenas le manifesté las dificultades con que tropezaba el funcionamiento expedito de la aduana, tomó medidas conducentes a remediar el mal de raíz, y antes de poco, veremos el resultado de estas medidas.

«El impuesto aduanero sobre 33 artículos que se producen en Chile no habría significado gravamen ni molestia a nadie en Punta Arenas si se hubiese liberalizado el rigorismo de este régimen nuevo; pero, desgraciadamente, pasó una cosa singular con la creación de la aduana: se extremó su funcionamiento.

«Nada se hizo ni se hace fuera de la ley es cierto, pero el rigorismo de Valparaíso o Talcahuano, no podía ni debía, con cabeza discreta, exigirse en la aduana y resguardo de Punta Arenas.

«Allá donde existen todas las inclemencias del cielo y de mar, donde las nieves, las lluvias, las tempestades y el océano bravío hacen mirar las estrellas para salir o llegar a puerto, es imposible y era absurdo tener a las embarcaciones subordinadas a rigorismos de horas y de minutos para obtener despachos de salida o de entrada; porque si no se aprovecha el momento preciso de una calma o de un día sereno, acaso por ocho o diez días tenga la embarcación que pagar falso flete, falso carbón, falsa marinería, etc., y tales gabelas hacen imposible la vida.

«Mas todavía; no existía en Magallanes ni existe aún comodidad de ninguna especie para la recepción de la mercadería gravada, y ésta se pierde, se deteriora, en medio de la justa grita de un público que mira airado la nula acción gubernativa.

«Para comprender el gravísimo mal que acarrea el funcionamiento de una aduana sin un rústico galpón siquiera, es necesario pensar que allí se trabaja sobre la nieve, y se palpará la criminal acción que envuelve en un País civilizado, la pertinaz contumacia de destruir mercaderías, a la intemperie de la lluvia y de la nieve, por cobrar unos pobres derechos de aduana, cuando no se ha tenido la precaución de tener unas medias aguas de viejas tablas o, el techo pajizo de una ruca salvaje!

«Esto que es inhumano, ha exacerbado los ánimos contra la aduana de Punta Arenas, y no hay autoridad, no hay chicuelo de colegio, no hay pobre o rico, viejo o joven, que no maldiga a esta aduana.

«Por eso se comprende que el grito hiriente y doloroso sobre este mal se mantenga latente, y, con una uniformidad sin excepción, se pida y se clame por la supresión de la aduana, que viene a levantar a los puertos libres de la Patagonia Argentina, arruinando al único puerto chileno de los canales magallánicos: Punta Arenas.

«No quiero penetrar a fondo este problema por ahora; pero se me permitirá concluir esta entrevista expresando que, hoy por hoy, existiendo la compañía de vapores de Braun y Blanchard, que llega hasta Valparaíso, no hay temor alguno de importación de artículos extranjeros que compitan con los similares nuestros; de modo que la ayuda a la agricultura nacional, que fue la base de este impuesto aduanero, no sufriría ningún perjuicio con la supresión de la aduana.

«Sin embargo, creo y afirmo que, con las medidas ideadas por el Ministro de Hacienda para regularizar el orden de cosas existente en el manejo de la aduana de Punta Arenas, se habrá despejado el camino avieso y lleno de torturas y se conseguirá una reacción favorable y discreta, que confunda los intereses fiscales y particulares en un concierto de progreso y armonía.»

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