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CAPITULO V
LA SEGUNDA ETAPA
CONSOLIDACION DE LA SOCIEDAD
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Mientras la Sociedad crecía y se consolidaba, incorporando regiones enteras a la economía nacional y demostrando la exactitud de la visión de sus organizadores, no se olvidaba por ello que la base sobre la cual había sido formada, era todavía precaria.
En efecto, la concesión en arrendamiento del millón de hectáreas en la Isla Grande de Tierra del Fuego estaba limitada por un plazo de 20 años, al cabo del cual el Fisco tenía derecho a recuperarlas para sí con todas las mejoras introducidas.
Preocupaba, por eso, a los Directores del negocio, la forma de dar más estabilidad a estos derechos, a fin de que la empresa trabajase en lo posible tierras propias, libres del peligro y amenaza de pasar después a otras manos.
Por eso, tan pronto como el negocio se sintió con fuerzas para acometer la segunda etapa, empezó a germinar en sus orientadores la idea de adquirir terrenos definitivos para su explotación y felizmente esta oportunidad se presentó muy pronto.
Las leyes No 1.518 de 13 de Enero de 1902, y Nº 1.716 de 23 de Diciembre de 1904, ordenaron la subasta de algunas importantes extensiones de terrenos en la región magallánica.
La ley No 1.716, que es la más importante, disponía en su artículo 1º que el Supremo Gobierno quedaba autorizado para vender en pública subasta 1.000.000 de hectáreas de terrenos fiscales de Magallanes.
Una disposición de la misma ley establecía que la fijación de las condiciones de estas subastas, debía ser hecha por un decreto del Presidente de la República.
Fruto de las leyes indicadas fue el decreto del Ministerio de Relaciones Exteriores y Colonización que lleva el número 1.148, de 7 de Junio de 1905, cuyas disposiciones sacaban a subasta pública numerosos terrenos fiscales en la Patagonia chilena y en el Seno de Última Esperanza.
El mínimo de estas licitaciones fue fijado en las cantidades a que ascendían las respectivas tasaciones, disponiéndose que el precio debería ser pagado con un tercio dentro de los treinta días siguientes a la subasta pública, y el saldo en cuatro anualidades vencidas, sin intereses, cuyos plazos se empezarían a contar desde la fecha de la entrega de la respectiva hijuela.
El Estado se aseguraba el pago de estos saldos con hipotecas de los terrenos, sobre los cuales se constituían, además, las servidumbres necesarias para la colocación de telégrafos y teléfonos, apertura de caminos y construcción de ferrocarriles. Al mismo tiempo, se reservaba también el Estado hasta 100 hectáreas en lotes menores de 5.000 hectáreas, y hasta 200 en los superiores a dicha cabida, con el fin de formar futuras poblaciones, conservar bosques o destinarlos a otros usos públicos, derecho que el favorecido podía ejercitar sólo dentro del año siguiente a la entrega.
Los remates se efectuaron durante el año 1905.
La Sociedad se presentó al remate verificado el día 25 de Septiembre del año indicado, el cual tuvo lugar ante la Junta de Almoneda, constituida en Santiago y formada por el Intendente de la Provincia, don Enrique Cousiño, el Ministro de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Santiago, don José Toribio Marín, el Fiscal de Hacienda, don Osvaldo Rodríguez Cerda, el Director del Tesoro, don Emilio Germain, y el Inspector General de Tierras y Colonización, don Temístocles Urrutia.
En el remate citado, la Sociedad adquirió diversos lotes de terrenos ubicados en el Seno de Última Esperanza, con una cabida total de 330.540.25 hectáreas, pagando su precio de subasta que alcanzó a la suma de $4.029.447.80. Además remató un lote de 8.500 hectáreas en la Patagonia chilena en la cantidad de $57.800.
En el mismo remate, y en el anterior verificado el 15 de Marzo de 1905, personas extrañas a la Sociedad adquirieron otros lotes de terrenos, los que posteriormente se incorporaron también a su patrimonio. Tales fueron las hijuelas de Última Esperanza No 3, 4, 11, 12, 15 y 25A, que la Sociedad compró durante el año 1905 y en Febrero de 1906 a los señores Eugenio Bois de Chesne, Alban Ladouch, Pastor Infante, Francisco Arnaud y Gonzalo González. Estos lotes comprendían una cabida de 48.700 hectáreas.
Por último, la Sociedad compró a don Augusto Kark y a la Sucesión de don Manuel Señoret, en los años de 1910 y 1914 respectivamente, dos lotes que en conjunto tienen 22.922.20 hectáreas de superficie, ubicados también en el Seno de Última Esperanza y que se habían obtenido del Fisco por compra directa el primero y por concesión de gracia el segundo.
En consecuencia, la Sociedad con estas operaciones, fue propietaria, en las regiones nombradas, de un total de 410.662.45 hectáreas de campos que dedicó por entero a la explotación de la ganadería.
Para que se comprenda bien lo que tales cifras significan, es necesario considerar que la subasta descrita acontecía justamente doce años después de iniciarse la gran aventura de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, cuando los terrenos magallánicos, — los de Última Esperanza eran un ejemplo característico de ellos — no representaban en 1893 ningún, valor para el Estado chileno o para la economía nacional.
Dichos terrenos, en un plazo tan breve produjeron al Estado un ingreso inmediato superior a $4.000.000 con la venta de poco más de 300,000 hectáreas, las que se valorizaron exclusivamente por el esfuerzo y el trabajo de unos pocos hombres. Sin ellos, esas tierras habrían seguido siendo los campos baldíos de que habla la Concesión Nogueira de 1890, cruzados por indios solitarios o por perros y zorros salvajes.
Por aquella época se habían operado algunos cambios en la estructura y en la organización de la Sociedad.
El volumen considerable de los negocios había hecho también más complejas las operaciones de la empresa. Era indispensable, por lo tanto, mantener una Gerencia en Valparaíso, ciudad eminentemente comercial, en la cual debían estudiarse y resolverse tanto los aspectos financieros del negocio como establecerse los contactos indispensables con los banqueros.
Lo que primero fue la organización de las Estancias y la preparación de las mismas para su explotación, había hecho necesario mantener la dirección inmediata del negocio en Magallanes, lo más cerca posible de tales Estancias.
Aquella etapa había sido superada, pues los campos se hallaban en inmejorable pie y en creciente producción.
Todas estas consideraciones determinaron al Directorio de la Sociedad a establecer una oficina independiente en Valparaíso, con caracteres de una verdadera Gerencia comercial. La oficina de Punta Arenas, bajo la supervigilancia de don Mauricio Braun, en su carácter de Director de la Sociedad, conservaría su natural importancia, pero concretada ahora a la resolución de los problemas de índole técnica suscitados por el manejo de las Estancias.
El acuerdo respectivo fue adoptado en la sesión de 7 de Octubre de 1905, y llevado a efecto de inmediato.
Poco después, antes de una semana, el 11 de Octubre, el Presidente don Pedro H. Mc Clelland, daba cuenta al Directorio de que, en uso de las atribuciones que se le habían conferido en una sesión especial, acababa de celebrar un contrato con don Francisco Valdés Vergara, para que se hiciese cargo de la Gerencia de Valparaíso, con el carácter de Director-Gerente.
La designación del señor Valdés Vergara, con la cual se inicia la segunda etapa de la Sociedad, que podríamos llamar de su consolidación, constituía también uno de los grandes aciertos de la empresa.
Don Francisco Valdés Vergara, cuyo nombre y cuyo recuerdo pertenecen a la historia de Valparaíso, ha sido, sin duda, una de las figuras más relevantes de la ciudad y del país. Hombre de clarísima inteligencia y de sólida ilustración, poseía vastos conocimientos en materias económicas. Aun cuando había abandonado la Universidad antes de graduarse como abogado, nunca perdió su interés por los asuntos jurídicos, los cuales le sirvieron de precioso complemento para sus variadas actividades públicas y privadas.
Nacido en Santiago en el seno de una familia ilustre, muy pronto ingresó a la carrera diplomática, en la cual prestó eficaces servicios al país.
Fue también parlamentario en diversos períodos, cargo en el cual adquirió especial renombre por el brillo y profundidad de sus intervenciones.
Escritor de nota, se había revelado en la prensa como un publicista eximio, cuyas opiniones eran leídas con atención y respeto. A su pluma se deben también, aparte de otras obras, una Historia de Chile y un texto de lecturas para escolares, que aún hoy conservan vivo su interés.
Su carrera política lo llevó al Senado en los años 1911 a 1916, donde su paso quedó señalado por el recuerdo de discursos de rara enjundia, entre los cuales se distinguieron los que pronunció en 1914, con relación a la guerra y a la repercusión de ella en la economía mundial y en la del país.
En 1899 había sido Administrador de la Aduana de Valparaíso, llegando en 1901 a ser designado por el Presidente don Germán Riesco, Superintendente de las Aduanas de la República.
Tales eran los relieves de quien iba a desempeñar la Gerencia de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego en el año 1905.
Su paso por la Sociedad ha dejado en ella un rastro fecundo y vigoroso, visible en el amplio desarrollo que tomaron las operaciones de aquella, en la consolidación de sus propiedades, en la acertada fusión con otras entidades, y, en general, en la habilidad y firmeza con que supo dirigir y orientar a la empresa, dando muestras de visión y de perspicacia financiera.
La organización de la Gerencia en Valparaíso hacía también necesaria la instalación de una Agencia en Santiago, a fin de que hubiese en la capital una sección que atendiese los asuntos que constantemente se ofrecían en dicha ciudad. Esta circunstancia dio ocasión para el ingreso a la Sociedad de quien había de ser, al fallecimiento del señor Valdés Vergara, el nuevo Gerente de la Sociedad y digno continuador de su obra: don Hernán Prieto Vial. El señor Prieto Vial acababa de abandonar la Secretaría de la Cámara de Diputados, en la cual había puesto de relieve sus sobresalientes condiciones, las cuales hacen que aún se le recuerde como uno de los Secretarios más ilustrados y eficientes que ha tenido la Corporación. Formado en las disciplinas universitarias, una de cuyas cátedras sirviera durante algún tiempo en la Universidad Católica de Santiago, poseía sólidos conocimientos jurídicos y aguda visión comercial, cualidades que, unidas a su gran espíritu de organización y austero sentido del deber, han sido de gran beneficio para la Explotadora, a la cual el señor Prieto Vial ha consagrado treinta y siete años de su existencia.
De la Secretaría de la Cámara de Diputados el señor Prieto Vial pasó a desempeñar la Gerencia de la Bolsa de Comercio de Santiago, cargo creado en esa época; y, poco tiempo después, se dedicó independientemente a actividades profesionales como abogado, con la representación de varios importantes negocios radicados en Valparaíso, entre los cuales el de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego, quedando desde entonces, a principios del año 1907, incorporado a la vida de esta Sociedad.
Más tarde fue sucesor del señor Valdés Vergara como Director-Gerente hasta 1938, fecha en que renunció a este cargo y fue elegido Presidente del Directorio de la Sociedad.
Durante la etapa cuya dirección ha ejercido el señor Prieto Vial, o sea, en los años en que desempeñó con brillo la Gerencia de la entidad, continuó la consolidación de la empresa en la forma que más adelante veremos, cabiéndole afrontar las renovaciones de los contratos fiscales en los años de 1924 y de 1938 y las devoluciones consiguientes de tierras.En todas estas complejas y variadas circunstancias el señor Prieto Vial demostró su singular talento y su profundo conocimiento de los negocios que le estaban confiados. Gracias a su espíritu de previsión se mantuvo la política de hacer las debidas reservas en cada ejercicio financiero, lo que permitió a la Sociedad cancelar anticipadamente la renta de arrendamiento al renovarse los dos contratos referidos, sin que ello importase carga alguna para los accionistas.
La versación del señor Prieto Vial en los más complicados asuntos comerciales y la ponderación y seguridad de su criterio, lo han llevado al desempeño de importantes cargos en numerosas empresas. Consejero del Banco de Chile, desde hace muchos años, integra también el Directorio de la Compañía Carbonífera Schwager, de la Sociedad Ganadera de Laguna Blanca y de otras más que sería largo mencionar.
Finalmente, por la reforma de los Estatutos hecha en 1905, que radicó en Valparaíso la Gerencia del negocio, se creó el puesto de Administrador General de la Sociedad, con residencia en Punta Arenas y fue nombrado para desempeñarlo el Administrador de la Estancia "Caleta Josefina", señor Alejandro A. Cameron. A los doce años de trabajo continuo en medio de la soledad de los campos de Tierra del Fuego, quedaba convertido, como alguien dijo entonces, en el General en Jefe del ejército puesto bajo su mando. Por lo mismo, no era necesario que estuviese directamente en el campo de batalla, sino en su tienda de Estado Mayor.
El señor Cameron desempeñó el citado cargo hasta el año 1915, fecha en que hizo renuncia de él fundada en la necesidad de tomar un descanso.
Como reconocimiento a sus importantes y dilatados servicios se dio el nombre del señor Cameron a una nueva Estancia formada posteriormente con los terrenos ubicados al Sur de “Caleta Josefina” y de “San Sebastián”.
Para llenar la vacante producida, se nombró al señor T. R. D. Burbury, quien sirvió la Administración General en Magallanes, hasta la fecha de su sensible fallecimiento ocurrido en Julio de 1923 dejando recuerdo inolvidable de sus aptitudes como técnico y de su abnegado celo en el desempeño de sus funciones.