Las sociedades rurales  

Los mismos inconvenientes que hicieron difícil la solidaridad de los hacendados de la provincia de Buenos Aires en la primera edad de su desenvolvimiento económico, han intervenido en el territorio de Santa Cruz para restar gran parte de su eficacia a la defensa de los intereses colectivos de los pobladores rurales.

Sin embargo, aisladamente, cada poblador tiene un concepto amplio y definido con respecto a la organización que conviene a sus intereses y acepta de plano la tesis del principio de la solidaridad para luchar en defensa de la producción, pero carece de la oportunidad, por la falta de comunicaciones rápidas, para hacer pesar su opinión en determinados momentos dentro de la entidad a que pertenece, de manera que su acción resulta siempre debilitada, dispersa y a menudo extemporánea.

Se ha comprobado que sólo en las conmociones que afectan hondamente a los intereses de todos los hacendados, éstos han concurrido a las asambleas o reuniones de las sociedades rurales en número apreciable para acordar determinaciones de carácter general y urgente. Fuera de esas contadas ocasiones, se tropieza constantemente con un ausentismo desmoralizador que esteriliza las mejoras iniciativas de los más entusiastas.

Y esta falta de cohesión de los ganaderos, que pareciera el resultado de la desorientación propia de espíritus incapaces de comprender la magnitud de los problemas que les concierne, contrasta, por cierto, con la observación, ratificada frecuentemente, de que los hacendados del Territorio, por regla general, tienen una noción muy exacta de los distintos tópicos que afectan a la economía regional y todos coinciden en sus puntos de vista respecto de la forma de resolver esos asuntos.

Los acontecimientos de los dos últimos años pusieron en gravísimo peligro a las fuentes de producción del Territorio; pero, sin duda, esos sucesos fueron de una gran enseñanza para el poblador acostumbrado hasta entonces a una vida de aislamiento perjudicial a los intereses colectivos y personales; esos acontecimientos despertaron nuevamente en ellos el espíritu de ahorro, olvidado en los últimos tiempos como consecuencia de la pródiga remuneración obtenida por los productos.

Las sociedades rurales, representantes genuinas de los productores, supieron jugar un papel importante en las asonadas que tuvieron por teatro al territorio y, especialmente la de Río Gallegos desempeñó un rol muy ponderable en la defensa de los intereses que representaba. Probablemente no existe otra asociación de su índole que haya sabido afrontar acontecimientos tan graves con la serenidad y diligencia que señaló su acción decidida en los momentos más críticos para la economía regional.

Probada así la eficiencia del colectivismo, creemos que las asociaciones ganaderas del territorio de Santa Cruz tienen un porvenir halagüeno y que la acción que ellas desenvuelvan en el futuro ha de reportar verdaderos beneficios para sus miembros.

 
 

 Fuente: «La Patagonia Argentina», pp.098-099