Sociedad Anónima Ganadera "Menéndez Behety"  

Ha llegado el momento, ya que debemos referirnos a una institución que es prolongación de su obra, de intentar hacer una biografía del hombre al cual la Patagonia debe, fuera de toda duda, una inmensa parte de su actual progreso. ¿Qué sería hoy del Sur Argentino si por un azar del destino ese asturiano hubiese sido arrastrado a otras playas en vez de llevarlo a establecerse a Punta Arenas? Solamente los que conocieron esas regiones hace treinta o cuarenta años y han tenido ocasión de seguir a través del tiempo la obra que en ellas realizó don José Menéndez, podrían contestarnos. Tan grande y trascendental fué esa obra, que es materialmente imposible, cuando se estudia la historia de la evolución patagónica, prescindir del nombre del que fue factor casi esencial de ella. Es que su vida está tan ligada a ese proceso evolutivo, que referirse a éste, implica en el hecho historiar aquélla, de manera que si se siguiera paso a paso la existencia de don José Menéndez desde el año 1874, en que se estableció en Magallanes, se vería que a cada etapa de su carrera hacia el encumbramiento personal, corresponde una fase progresiva de la transformación patagónica. Esta vinculación tan íntima entre la vida de un hombre y el progreso de la región en que desenvolvió sus actividades, constituye de por sí la mejor ponderación que puede hacerse respecto a sus cualidades físicas, morales e intelectuales y a la eficacia con que empleó esas facultades para llegar sin vacilaciones al fin propuesto.

Y tuvo la gran satisfacción, don José Menéndez, de llegar a ver realizados sus proyectos, que para muchos debieron parecer sueños fantásticos, porque había una concordancia absoluta entre ellos y los medios que puso a contribución para efectuarlos. Esos recursos estaban en su misma personalidad de luchador que no se abatía, ni se desconcertaba por nada y ante nada. Los peligros o las contrariedades, más que un disolvente de energías, eran un acicate para su voluntad viril y tesonera. Sólo con una conciencia bien clara del propio valer y una seguridad ilimitada en sus reservas físicas y morales, pudo don José Menéndez emprender su obra de colonización y fomento patagónico, y perseverar en ella hasta verla realizada. Porque hay que recordar el medio en que actuó y el terreno que eligió para armar su tienda de conquistador o de colonizador, que de ambas cosas tuvo el señor Menéndez, si es que se pretende formular un juicio exacto sobre su personalidad.

La Patagonia era, en ese entonces, un desierto poblado por indios o por aventureros, resaca social que los azares de la vida habían arrojado a esas playas, y en las cuales todas las lacras y mezquindades humanas encontraban propicio albergue para ocultarse o desarrollarse. Medio hostil, ingrato y sobre el que pesaba como lápida la expresión que, en un momento de mal humor, tal vez, le dedicara el célebre naturalista inglés: "Tierras malditas", eran, para los gobiernos bajo cuya jurisdicción estaban y para todos los hombres de capital y de empresa. Expresión geográfica más que otra cosa, que servía de manzana de discordia entre dos países que, de cuando en cuando, revolvían los archivos polvorientos de sus cancillerías, para disentir el derecho a imponer en ella una soberanía puramente nominal o incipiente. De allí no se pasaba: los gobernantes y estadistas ignoraban lo que esas tierras valían; no sabían cómo explotarlas y poblarlas, y dudaban de su porvenir: la Patria, para referirnos a nuestro caso, acababa en Río Negro.

En ese ambiente desarrolló don José Menéndez su acción fundadora y pobladora, y tanta maña se dió y tan gran caudal de inteligencia puso en ella, que al poco tiempo cambiaba la fisonomía de la región, y, lo que era un desierto se transformaba en comarca abierta a todas las corrientes y sugestiones de la civilización moderna, y las que eran aldeas incipientes, asilos de prófugos, malevos y aventureros, se convertían en ciudades más o menos importantes en la actualidad, pero llenas de promesas para un cercano porvenir. Es que para ese espíritu amplio e inquieto, no existía la especialización y el descanso. Todo lo abarcaba su mente y lo realizaba su voluntad. Lanzado a la lucha, trae sus primeros éxitos, sus planes originarios, si los tuvo, fueron ampliándose en el calor de la acción y al impulso de un inquebrantable optimismo respecto al futuro de las tierras en que trabajaba, y así lo intentó todo, y todo lo realizó. Fue comerciante, ganadero, armador, industrial, banquero, y en estas múltiples actividades se singularizó por su tacto, por su seguro instinto comercial, por su actividad extraordinaria, por sus dotes de excelente administrador y también por el generoso desprendimiento con que vinculaba a sus éxitos personales el general fomento de la zona en que había radicado sus negocios.

Y así lo vemos en 1874 establecerse en Punta Arenas con una casa de negocio, que fué el primer jalón en la línea de su encumbramiento. Años más tarde tentaba en el Estrecho de Magallanes la crianza de ovejas, para lo cual trajo de las Malvinas los primeros ovinos que llegaron a Magallanes y con ellos, en tierras que arrendó y luego compró al gobierno chileno, empezó a poblar la estancia "San Gregorio", el establecimiento más antiguo y conocido del lejano Sud.

Más tarde, con su yerno don Mauricio Braun, formaban en Chile la Sociedad Exploradora de la Tierra del Fuego, que es en la actualidad la institución ganadera para la crianza de ovejas, más poderosa del mundo.

Simultáneamente acometía la tarea de poblar campos en Tierra del Fuego (Argentina), Santa Cruz y Chubut, y en ellos dejaba establecidas estancias que son verdaderos modelos por su instalación, organización y eficiencia.

En 1908, con todas sus casas comerciales de la Patagonia Argentina, en unión con las de Braun y Blanchard, fundó la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de la Patagonia, la institución naviera y comercial más vasta y poderosa del Sud, y a la cual nos hemos referido anteriormente.

La industria frigorífica despertó también su interés. Formó la Sociedad Anónima Frigorífica de la Patagonia y también la Compañía Frigorífica de la Tierra del Fuego, y fue socio y propulsor de casi todas las industrias de esa índole que funcionan o funcionaron en el lejano Sud.

La presencia de don José Menéndez en cualquier rincón de los territorios australes, significaba actividad, movimiento, fomento general e inmediato. Construía puentes, levantaba escuelas, fundaba bancos, dotaba de luz eléctrica a las poblaciones, hacía surgir empresas de toda índole que implicaban todas ellas progreso y adelanto. Nada le arredraba, nada colmaba sus ansias de llegar a la transformación total de esas hasta entonces olvidadas regiones. Trabajó sin descanso y sin desfallecimientos, hasta que la muerte vino a sorprenderlo después de cerca de medio siglo de acción intensa, y cayó en su ley, pues hasta su último instante su actividad y su genio permanecieron inalterables.

Murió en Buenos Aires el 24 de abril de 1918, a la edad de 72 años. Había nacido en el pueblo de Miranda, Asturias, en 1846.

Su vida constituyó un magnífico capítulo de energía, voluntad y espíritu de progreso, y tanto la Argentina como Chile le deben un justo tributo de gratitud, respeto y admiración.

La Sociedad Anónima Ganadera Argentina "Menéndez-Behety", fue fundada a raíz del fallecimiento de don José Menéndez, y el Gobierno Nacional la autorizó para funcionar con tal carácter por Decreto de 17 de noviembre de 1919.

La institución tenía por objeto. entre otras cosas, la adquisición de tierras, establecimientos ganaderos y otros bienes radicados en la República Argentina, pertenecientes a la Sociedad Anónima Ganadera y Comercial "Menéndez-Behety", y además, la de todos los bienes radicados en la misma República, propiedad de la Sucesión de don José Menéndez.

El Capital quedó fijado en la cantidad de veinte millones de pesos moneda nacional de curso legal. La Sociedad ha desenvuelto una acción eficacísima y puede decirse que los bienes que administra o los establecimientos situados en el territorio en que tiene parte, descuellan tanto por su organización, como por su administración y eficiencia productiva.

Su actual presidente es el señor Alejandro Menéndez Behety, persona que ha heredado las brillantes condiciones de hombre de acción y de trabajo que eran las características de su señor padre, y que ha logrado destacarse en nuestros círculos políticos, sociales y comerciales, como caballero cultísimo y factor ponderable del progreso económico del país.

 
 

 Fuente: «La Patagonia Argentina», pp.165-168