Los frigoríficos |
Cuando el territorio empezó a poblarse la única salida que tenían los "pioneers" para sus animales, era el consumo, bien reducido por cierto, de los pueblos, y algunos capones que cargaban los transportes nacionales para sus tripulaciones y el abastecimiento del presidio de la Isla de los Estados. Así estaban las cosas hasta que la firma Estrada y Cía. obtuvo del Gobierno una concesión de terrenos en el puerto de Gallegos, con el fin de instalar allí una grasería. Después de vencer grandes dificultades, ocasionadas por la carencia de medios de transporte y de mano de obra, la firma concesionaria logró construír las instalaciones y montar las maquinarias necesarias para el desarrollo de la industria y en 1899, bajo la dirección de Mr. Olivier, la grasería, a la que se puso el nombre de "La Blanca", inició sus operaciones. El invierno de ese año fue terrible y su crudeza sólo puede compararse al de 1904, durante el cual, según un viejo poblador, los vacunos y yeguarizos comían la lana de las ovejas y las cerdas de sus crines y colas. Como murieron en 1899 infinidad de animales la zona quedó por algunos años carente de ovinos para la venta. La empresa a que nos referimos fracasó por esa causa, y todas las instalaciones de la grasería pasaron a poder de la firma Santamarina e hijos, a cuenta de un crédito que tenían contra ella. Los nuevos propietarios ofrecieron en venta la fábrica a los estancieros de la región, pero éstos no aceptaron y entonces fué enajenada al señor Geo Braugham quien la hizo funcionar un año, adquiriendo los animales de los hacendados a precios bajísimos y bajo condiciones irritantes. Al año siguiente la grasería pasó a pertenecer a la firma Ellis, Kislimburg & Cía., de Londres, y la hizo funcionar algún tiempo bajo el nombre de "Patagonia Meat Preserving Company Ltd." En 1908 llegó a Gallegos en representación de esta firma el señor Alfred Barclay, quien traía la misión de convencer a los hacendados de la zona que aportasen capital, para la instalación de un frigorífico. "Le costó bastante conseguirlo, dice el señor Morrison. Las reuniones tenían lugar junto al mostrador de lo de Zimmermann, donde entre copa y copa, se llegó al fin a convenir las bases. La firma incorporaba la fábrica avaluada en £13.000 y suscribía £3.000 más y los estancieros suscribían £34.000 para completar las £50.000 del capital". Bajo el nombre de "The New Patagonia Meat & Cold Storage Company Ltd." la fábrica trabajó en los años 1910 y 1911 y en tanto se procedía a la instalación del frigorífico en una nueva concesión de terreno, separado de la fábrica, pero unido a ésta por un "decauville". Pero los estancieros, a poco, tuvieron una desagradable sorpresa. El directorio de Londres informó que no había beneficios; que el capital no alcanzaba y que la firma londinense era acreedora por £40.000... Había que aumentar el capital para reembolsar ese crédito o devolver las acciones a la par ... Los hacendados temerosos o mal aconsejados, aceptaron este último temperamento y la fábrica con todas sus instalaciones pasó a ser propiedad de la firma inglesa... Poco tiempo después se supo que la "Swift Beef Company Ltd." había adquirido todas las acciones y era la nueva dueña. La maniobra había tenido buen éxito y los hacendados se habían desprendido ingenuamente de un establecimiento que habían contribuído a montar, entregándose atados de pies y manos a la poderosa empresa inglesa. Algún tiempo después el "Swift" instalaba otro frigorífico en San ]ulián, y la firma Armour, siguiendo sus pasos, invertía millones en montar uno magnífico en Santa Cruz, tal vez el mejor que existe en el país. No es posible desconocer que esas empresas han favorecido el progreso del territorio, pero tampoco debe silenciarse que han aprovechado y hasta forzado su cómoda situación de monopolio, en perjuicio de los hacendados. Han pagado por los animales lo que han querido y han impuesto condiciones irritantes, muchas de las cuales están al margen de nuestro régimen contractual. La lectura de los contratos que hacen suscribir a los hacendados, es la mejor prueba de ello. Y ello no tiene remedio por ahora y es necesario pasar sumisamente por todas esas exigencias, pues no es posible dejar de vender animales, ya que hay que aliviar los campos y procurarse dinero para cubrir los gastos de las estancias y pagar los intereses de las deudas contraídas. Las compañías frigoríficas conocen bien la situación privilegiada en que se hallan y hasta la ingenuidad de sus procedimientos para adueñarse de las plazas, denuncia la seguridad absoluta con que operan. Si hasta parece que si faenan lo hacen graciosamente e imponiéndose sacrificios en favor de los ¡pobres! estancieros, a quienes desde algún tiempo antes a la época en que acostumbran a iniciar sus faenas, atemorizan con las versiones que hacen circular referentes a la situación del mercado mundial, el exceso de carnes, los precios y a la posibilidad de que por esas causas el frigorífico permanezca cerrado esa estación... Es claro: el efecto es seguro y el ánimo del hacendado soliviantado por esa campaña desmoralizadora y el apremio económico en que se halla, termina por entregarse a merced de las compañías que le pagan por sus animales precios que, como ha sucedido, ni alcanzan a compensar los gastos de arreo y el valor del cuero. Respecto al dominio que los frigoríficos ejercen sobre los estancieros de la región, recordamos un hecho que ocurrió en Gallegos en 1921. El "Swift" había faenado un buen número de animales y debía aún recibir ciertas arreos ya contratados y que esperaban turno para entrar a las playas de matanza. De pronto el frigorífico hace saber que suspende sus operaciones porque el personal se ha declarado en huelga y que, como tienen poco interés en continuar la faena, no está dispuesto a entrar en arreglos con su personal. Es de imaginar el efecto que esta noticia debía producir en los estancieros que tenían sus animales en el potrero esperando la matanza y, sobre todo, en los que tenían aún sus arreos en viaje. Desolados, promueven una reunión en la Sociedad Rural de Río Gallegos; se da cuenta de la situación creada, se mociona, se discute y luego se resuelve que los socios de esa institución se coticen para reunir la suma de 10.000 $ que será distribuída entre los obreros, si éstos deponen sus exigencias y se comprometen a trabajar hasta finalizar la faena ... Los obreros aceptan - ¡cómo no habían de aceptar! - y el frigorífico abre de nuevo sus puertas. ¿No es elocuente este caso? Creemos que el comentario obvia y que el origen del conflicto obrero no escapará a la sagacidad del lector ... Del frigorífico "Swift" no hemos podido conseguir las cifras que corresponden a los últimos años. En 1916 faenó 282.000 animales y en 1917, 257.000. El "Armour" faenó en 1921, 268.005 animales, habiendo pagado a los estancieros los precios siguientes: 5 peniques y medio la libra por los capones y seis peniques la libra por cordero. En 1922 inició la faena, pero no pudo conseguir, se dice, más que 30.000 animales, pues los estancieros se negaron a venderle. En 1923 sacrificó 150.000 animales y pagó: 2 peniques y medio por capones y 3 y medio por corderos. Es de hacer notar que en este año, a causa de la prolongada sequía, no había animales de primera clase; que los rechazos fueron extraordinarios y que, en la mayor parte de los casos, el frigorífico no pagaba a ningún precio los dichos rechazos. Algunos estancieros de la zona Sud del Río Gallegos, envían también sus animales a la "Compañía Frigorífica de la Patagonia", situada en Puerto Sara, en el estrecho de Magallanes, y otros que tienen sus estancias en el lago Argentino y Seno de Ultima Esperanza los mandan a Puerto Bories (Natales), al establecimiento de la "Compañía Explotadora de la Tierra del Fuego". En Septiembre de 1922, el Congreso Nacional votó la ley que autoriza la construcción de un frigorífico en Puerto Deseado. Esta ley fue gestionada durante algunos años por muchos pobladores de la región que buscaban un mercado para sus productos. Deseado, por su situación geográfica y la profundidad de sus aguas, ofrece fácil acceso a los buques de ultramar de cualquier calado. Es, además, cabecera de un ferrocarril. Su zona de influencia abarca una extensión de 6.000 leguas más o menos, pobladas con más de 3.500.000 ovejas. Las tierras de esta zona están recargadas con el máximum de animales que pueden alimentar, por lo que se hace indispensable dar salida al excedente de las crías. La ley de concesión del frigorífico de Deseado tiene novedades muy dignas de mención. En ella figuran dos exigencias que no han sido contempladas en concesiones análogas. Ellas son: 1.ª se obliga a la suscripción del 70 por ciento del capital con fondos radicados en el país y la 2.ª que impone a la sociedad la forma cooperativa. El capital será de dos millones de pesos, repartido en series de cuatrocientos mil pesos colocados entre pobladores de la zona. La forma de sociedad cooperativa que se exige, responde al doble propósito de asegurar el máximum de provecho y rendimiento al productor y una seguridad de remuneración del 10 por ciento a los capitales invertidos en la fábrica por los mismos productores y por extraños. Las cláusulas pertinentes de la ley respectiva establecen que: "cuando los beneficios correspondientes a los accionistas (80 por ciento) permitan repartir dividendos superiores al diez por ciento, el directorio deberá acordar la distribución del excedente en la siguiente forma: Es presidente de la nueva sociedad el señor Alejandro Menéndez Behety. |
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Fuente: «La Patagonia Argentina», pp.112-115