Flora y fauna |
La misma carencia de información que hemos denunciado al tratar de la geología y agrología del territorio, existe respecto a su flora y fauna naturales. Para tratar este punto, pues, nos valdremos de las observaciones personales que hicimos en las giras que realizamos por el interior de esa gobernación. FLORA. — Puede dividirse el territorio con relación a su flora en dos zonas: zona de las mesetas y zona andina. En realidad esta división es algo artificial, pues las formaciones de estepa y arborescente. que vendrían a corresponder a las dos zonas mencionadas, no están, en las proximidades de la cordillera, tan marcadamente deslindadas. Existe una zona de transición en la cual la formación de estepa invade los límites de la arborescente, con individuos que, a causa de la mayor humedad, adquieren dimensiones extraordinariamente grandes. Únicamente tres plantas encontrará el viajero que recorre el territorio desde la costa del mar hasta las primeras estribaciones de la cordillera, es decir en toda la región de las mesetas patagónicas. Estas plantas son: la mata negra, el calafate, (Berberis buxifolia) y la Euphorbia patagónica. Su formación es la característica de las estepas. Los individuos no se hallan unidos, sino separados por espacios más o menos grandes de suelo pelado, lo que contribuye a dar a la región ese aspecto desolado que seguramente inspiró a Darwin su despectiva calificación de "tierras malditas". La mata negra abunda por doquier en las mesetas y es una planta muy apreciada por los pobladores, pues constituye un buen combustible. El calafate (Berberis buxifolia), es un arbusto de tamaño muy variado, con hojas verdes de forma oval y frutas de color azul violeta, de un sabor muy agradable. Esta planta se encuentra en las mesetas, donde crece junto a la "mata negra" y en la misma forma que ésta y se halla también en la zona de transición que hemos mencionado, pero allí se presenta en asociaciones más o menos compactas y sus individuos tienen dimensiones mucho más grandes. La fruta del calafate puede constituir un buen alimento para el viajero durante el verano y tiene cualidades excelentes para la producción de conservas. Lo que más interesa en este arbusto es el principio colorante amarillo que contiene su raíz y corteza y que tiene la propiedad de adherirse a la fibra sin necesidad de mordiente. Este principio colorante ha sido químicamente definido como Berberina y su fórmula es la siguiente: (C20 H17 VO4 + 6 H20). La Berberina es un alcaloide que actúa sobre el sistema nervioso central y produce trastornos fisiológicos de consideración. Los indios usan este principio para teñir los ponchos, capas y fajas que fabrican y que tanto interesan al viajero que visita las tierras patagónicas. (Actualmente los indios que habitan los campos de la reserva tehuelche o "Como-su-Aike" apenas hacen de esos tejidos: el único trabajo a que se dedican es a la confección de capas o "quillangos" de guanaco, zorro y zorrino.) Respecto al "calafate" es interesante, para terminar, hacer referencia a la virtud, que en broma algunos y en serio otros, le atribuyen los viejos pobladores de la región: si el dulzor del "calafate" cató alguna vez el paladar de un viajero, éste volverá, a la Patagonia, pese a sus propósitos de no retornar jamás a esa tierra, que su "spleen" o su desencanto llegó a calificar de desierto insoportable y maldito … La "Euphorbia patagónica" es una planta venenosa que se encuentra con alguna profusión en las mesetas: nosotros encontramos infinidad de ellas en la zona de San Julián. En una estancia cercana a este puerto, se la encuentra jalonando el camino que da acceso a la casa principal y podemos asegurar que constituye un agradable motivo de ornamentación forestal. Los animales que comen las hojas de esta planta mueren envenenados en muy poco tiempo. Algunos pobladores del territorio aseguran, sin embargo, que la Euphorbia tiene efectos tóxicos solamente para los caballos, pues las ovejas llegan a comerla en los inviernos muy crudos y no experimentan trastornos de ninguna especie. No hemos podido verificar la exactitud de este informe. Las investigaciones hechas por el Dr. F. Reickert, respecto a esta materia tóxica, no dieron un resultado definitivo, pues si bien se logró aislar un cuerpo cristalizado, que parece ser un derivado de oxifenol del tipo de la pirocalequinia, no debe suponerse que la sustancia aislada corresponda al principio tóxico de la planta. En cuanto a forrajes, en la zona de las mesetas sólo se hallarán pastos duros o coirones, con excepción de aquellos sitios en que brotan manantiales o en los campos de vega, en que la humedad del suelo permite el crecimiento de otros forrajes más tiernos. Algunos estancieros, a costa de muchos sacrificios e ingentes gastos, han conseguido formar pequeños prados de alfalfa y de avena, que les sirven para alimentar el ganado vacuno y yeguarizo, sobre todo en invierno, que necesitan para el servicio de sus establecimientos. La alfalfa, en general, da muy poco resultado, no así la avena que parece adaptarse más a las características del suelo. Actualmente se están haciendo ensayos con la Phalaris bulbosa Gar. o mata de gramilla dulce, planta que, al parecer, se adapta perfectamente al rigor del clima y a la sequedad del suelo del territorio. Si las conclusiones a que ha arribado el ingeniero agrónomo Alejandro Botto en sus estudios sobre esta forrajera se confirmasen en la práctica, el problema del forraje en la Argentina austral podría darse por resuelto. El señor Ángel Banciella, farmacéutico de Río Gallegos, está practicando un ensayo con esta forrajera en una chacra que posee en las inmediaciones de ese puerto y hasta ahora los resultados que ha obtenido justifican el optimismo de sus apreciaciones sobre esa planta. Es justo, no obstante, dejar constancia, que la primera siembra de Phalaris bulbosa Gar., la hizo el antiguo poblador del territorio Don Eugenio Fernández, hace más de diez años, en su estancia "Alquinta", con unas semillas que, entre otras, recibió de Europa. El resultado que obtuvo fue muy bueno, pero como por un azar había extraviado la factura que acompañaba el envío de esas semillas y la bolsa que las contenía, nunca logró saber el nombre de la forrajera que había cosechado en su estancia y que hasta ahora matiza de un verde claro y fresco el prado que alegra el frente de su vieja casa rural. Zona andina. — Antes de pasar a estudiar la flora de esta zona, conviene recordar lo que ya hemos dicho respecto a la existencia de una faja de transición, en la cual la formación de estepa invade los límites de la arborescente, pero con individuos de un tamaño mucho mayor que los que hallamos en las mesetas. Encontramos en ella plantas de "calafate" que se presentan asociadas en grandes grupos y constituyendo verdaderos "parques". Estos ejemplares llegan a internarse hasta la cordillera misma, distribuyéndose en regiones que alternan con los "Nothofagus", propios de la zona, según la mayor o menor cantidad de lluvias que caen en los terrenos. Ahora en la zona andina propiamente dicha, esto es, la que corresponde a la formación arborescente, el árbol que predomina es el vulgarmente llamado roble o Nothofagus plumillo y la Nothofagus antarctica, que se hallan por doquier y algunos de cuyos ejemplares, en sitios protegidos del viento, alcanzan alturas considerables. La madera que proporcionan estos árboles es excelente, pero hasta ahora nada se ha hecho para fomentar una explotación racional de esa riqueza. En cuanto a pasto, la zona andina, a causa de su mayor humedad, los proporciona excelentes y de un tipo desconocido en las mesetas. Los forrajes duros o coirones que encontramos aún en la faja de transición a que nos hemos referido, son substituídos por pastos tiernos y frescos, cuya coloración verde alegra la vista, cansada ya de la uniforme tonalidad amarillento-parduzca que predomina en la interminable estepa… FAUNA. — La fauna está representada en el territorio por guanacos, avestruces, pumas, zorros, zorrinos, ciervos o huemules e infinidad de aves y de peces. Los guanacos merecen ocupar el puesto de preferencia en esta enumeración. Estos animales vivían antes en los bosques, pero ahora han emigrado todos a la zona de las mesetas, donde constituyen una verdadera plaga, pues comen al par de las ovejas el poco pasto de esos campos, de suyo muy pobres. La guerra a muerte que les hicieron y continúan haciendo los indios, que usan las pieles de los guanacos de meses para la confección de los "quillangos", que constituyen su abrigo y principal objeto de su comercio, no les ha hecho mucho daño, a juzgar por la inmensa cantidad de ellos que se encuentran por doquier en las mesetas. Los guanacos efectúan, según la estación del año, emigraciones de una zona a la otra, buscando siempre los campos más apropiados para su alimentación. En invierno se establecen en los bajíos y cañadones, que por ser sitios protegidos y tener grandes declives, no permiten el estacionamiento de la nieve en capas muy altas. En verano se les encuentra en las pampas aprovechando los pastos que las cubren en esa estación. Otro mamífero que debemos mencionar es el puma. Ahora no se le encuentra en gran número, pero puede decirse que hasta hace algunos años constituyó el mayor enemigo de los pobladores, algunos de los cuales ofrecían primas apreciables a los cazadores por cada par de orejas de ese animal que les entregaban. El puma a que nos referimos es en general cobarde; no ataca más que a los animales, huye del hombre y sólo en caso de estar "cebado" podría ofrecer algún peligro. El ciervo o huemul se encuentra en cierto número en los valles ocultos de la cordillera. Son fuertes y ágiles y sólo se diferencian del ciervo europeo en las astas, que son pequeñas y de dos ramas. Los avestruces, zorros grises y colorados y los zorrinos o chingues, abundan en las mesetas y esto a pesar de la actividad febril con que los persiguen los cazadores para procurarse sus plumas y pieles y las prescripciones que sobre la veda están en vigencia en el territorio. Debiera prohibirse terminantemente la caza del zorro, pues este animal comiendo los huevos y pichones de avutarda, beneficia grandemente los campos. La avifauna está muy bien representada por las avutardas, patos silvestres y otra gran variedad de aves acuáticas. Las de rapiña, como el cóndor, el águila, existen casi únicamente en la cordillera misma. Los pingüinos abundan extraordinariamente en la costa, sobre todo frente a Deseado, donde se ven en bandadas inmensas destacando el albor de su plumaje sobre la arena y guijarros de la playa. No debemos terminar este bosquejo sobre la flora y fauna del territorio, sin mencionar la invasión que las liebres han llevado a sus campos y que preocupa seriamente la atención de los hacendados. Al parecer, las primeras parejas de esos animales fueron llevadas a Santa Cruz por el viejo poblador señor Curt Meyer, quien había instalado un criadero de ellos en su estancia "Rospentek". A la muerte del señor Meyer parece que esas liebres lograron escapar de las jaulas en que estaban guardadas y con la fecundidad que las caracteriza se reprodujeron en forma tal que, en pocos años, infestaron los campos todos del territorio. Los actuales hacendados lamentan muy de veras que el señor Curt Meyer, no haya agregado a las muchas buenas obras que realizó en favor del fomento de la Patagonia, la de haber terminado en forma de apetitosos "civets" con todas las liebres que tenía en su estancia. |
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Fuente: «La Patagonia Argentina», pp.013-019