Cómo se trabaja en las estancias patagónicas  

Conocemos ya la calidad y capacidad de los campos del territorio; hemos hecho una breve reseña de la historia de la ganadería de la región y de paso estudiamos la evolución que ha experimentado el ganado ovino desde que llegaron las primeras ovejas del Norte y de las Malvinas hasta la actualidad en que, por sucesivos cruzamientos, se ha logrado un tipo que rinde lana de excelente calidad y en cantidad suficiente y a la vez constituye una buena res para el frigorífico. Sabemos ya, pues, suficiente sobre la faz teórica de la industria que se explota en Santa Cruz y por lo tanto corresponde ahora entrar en la faz práctica del asunto, es decir, dar al lector una idea de la forma en que se trabaja en las estancias patagónicas. Para ello vamos a hablar en primer término del factor personal y luego describiremos las faenas. En seguida pasaremos a los productos que se consiguieron con esas faenas, vale decir, lana y carne, a los que dedicaremos dos párrafos que se titularán: "La cuestión lanera" y "Los frigoríficos".

EL PERSONAL. - En una estancia de relativa importancia el personal que existe, es el siguiente: capataz, contador, capataz de ovejeros, ovejeros, campañistas, carreteros y peones.

El capataz es el eje de las faenas rurales y su misión se asemeja a la del mayordomo de las estancias de las provincias de Buenos Aires. Su labor es ardua y complicada, pues a parte de las puramente técnicas, tiene también funciones administrativas. Además, como las condiciones de trabajo en la Patagonia son distintas a las de otras partes del país, el capataz debe reunir cualidades especiales, tanto físicas como morales, para atender con éxito sus obligaciones. Por razones de adaptabilidad, por semejanza de medios, se prefieren para esos cargos a los escoceses, australianos y españoles.

Los sueldos que ganan varían mucho y dependen de las atribuciones que tienen y de la importancia de los establecimientos en que actúan.

Los contadores existen en las estancias grandes. Los hacendados británicos, generalmente, utilizan los servicios de contadores volantes, que pasan periódicamente por los establecimientos, con el objeto de poner al día las cuentas y los libros. Se le paga una cuota anual.

El capataz de ovejeros no es común hallarlo sino en las estancias de mucha importancia, pertenecientes a sociedades anónimas, que son regenteadas por un administrador. Su misión consiste en vigilar y dirigir la peonada durante los rodeos y arreos.

Los ovejeros son los elementos principales de las faenas rurales en los campos patagónicos. Recorren el campo, cuidan de las majadas, cuerean los animales muertos y ayudan en los rodeos y arreos. Acompañados de sus perros, deben permanecer días y días aislados en las pampas inmensas y solitarias, durmiendo a la intemperie, sobre la nieve muchas veces y al reparo de algún cañadón, o a la vera de un faldeo que ataja el viento huracanado que sopla en verano en las mesetas. El ovejero debe tener un carácter especial y poseer una resistencia física extraordinaria.

Los perros son sus compañeros inseparables y también sus más eficaces auxiliares en el trabajo. Basta un silbido, un grito o sólo una mirada del amo muchas veces, para que realicen las más complicadas faenas con el ganado puesto a su cuidado.

Los mejores ovejeros que existen en la Patagonia son escoceses o australianos.

Los campañistas son los encargados de cuidar la hacienda vacuna, las manadas de yeguas y las tropillas de caballos.

Los carreteros no son peones estables. Se toman una vez terminada la esquila para acarrear el producto a los puertos de embarque y llevar mercaderías para el consumo de las estancias, en el viaje de regreso. La vida de estos hombres es muy ruda, pues como las distancias son generalmente grandes, emplean en sus viajes muchos días, durante los cuales deben seguir pacientemente el paso perezoso de los bueyes y acampar en las noches a plena pampa, soportando los latigazos de los vientos del Oeste o el frío cortante que empieza a sentirse, aun en verano, a la caída de la tarde.

Los peones que con carácter permanente prestan servicios en las estancias, son por lo común muy pocos. Durante el invierno apenas hay trabajo y cuando llega la primavera, se toma personal extraordinario, que permanece en los establecimientos hasta la terminación de las faenas. En su mayoría los peones que hay en el Sur son chilenos y españoles, todos muy rudos para el trabajo, pero los primeros tienen el inconveniente de ser muy aficionados a la bebida.

En cuanto a los esquiladores, llegada la época de la faena, los estancieros los contratan ya directamente, ya por medio de contratistas que, al efecto, con alguna anterioridad, han realizado sus recorridas por la campaña en procura de trabajo para sus cuadrillas.

Término medio se paga a los esquiladores, doce centavos por animal, pero el hacendado debe darles comida y alojamiento. Un trabajador de condiciones regulares, puede esquilar fácilmente cien animales en el día.

REGIMEN DE VIDA.- Se ha afirmado en los dos últimos años, para justificar los movimientos comunistas, que los obreros de la campaña del Territorio de Santa Cruz estaban sometidos a un régimen de vida incompatible con su condición de hombres de trabajo y que los patrones los explotaban desconsideradamente.

Tal afirmación es inexacta. Lo prueba de manera irrefutable el hecho cierto de que una gran parte de los actuales hacendados del Territorio y, muy especialmente los de la zona al Sud del río Santa Cruz donde mayor incremento alcanzaron las explosiones comunistas, llegaron a la Patagonia como simples ovejeros y han logrado obtener el patrimonio que poseen a costa de una continuada labor en que los sacrificios menudeaban en forma diversa y siempre ingrata. Pero, fuera de esta circunstancia que habla elocuentemente en favor de los propietarios de estancia y que desde luego descarta la posibilidad de que ellos desconozcan el valor del esfuerzo individual ajeno, analicemos el régimen de vida de los obreros de la campaña antes y después de los movimientos citados y constataremos que las clamorosas reivindicaciones de que hablaban los ácratas no tenía razón de ser, y que ellas solo sirvieron de sebo para embanderar a la gran masa de gente ingenua que compone la inmensa mayoría de los hombres ocupados en las faenas del campo, para utilizarlos en la combinación que los agitadores tramaban en beneficio propio.

En 1920 un peón de campo ganaba un sueldo mensual de 90 pesos moneda nacional, casa y comida. Personalmente hemos podido apreciar la abundancia y calidad de la alimentación con que se nutre el obrero de las estancias, pues hemos tenido oportunidad de comer en la misma mesa de los peones en distintas ocasiones, sin aviso previo, lo que vale decir que el menú no había sido alterado en honor nuestro, ya que nuestra presencia había sido señalada en el momento de sentarnos a la mesa común. Es indudable que en esto, como en todo, existen sus excepciones, pero ellas, lejos de modificar la regla general, la confirman ampliamente. Puede afirmarse, entonces, que el régimen de alimentación es bueno en las estancias del territorio y que él dejaría satisfechas a cientos de miles de familias de la clase media de las más opulentas metrópolis del mundo. He aquí el tipo común de un menú diario:

Desayuno: Café con leche. pan y manteca y bifes. Almuerzo: Sopa, puchero, guiso y café. A las 4 de la tarde café con leche y pan. Comida: Sopa y dos platos. Dos veces por semana, por lo menos, postre de cocina.

La única objeción que pudiera hacer una persona ajena al medio ambiente y a la característica especial de las labores del campo, es que los hombres trabajan más de ocho horas, pero es sabido que a la reducción del horario de trabajo, se opone, precisamente, la índole de la labor que realiza el hombre de campo, la cual, por otra parte, se compensa con la inactividad obligada de los largos meses de invierno, en que el estanciero mantiene y paga sueldos a un número crecido de hombres que durante esa época no rinden beneficio alguno para el establecimiento.

Un detalle existe que demuestra el aprecio que el obrero de la campaña del territorio tiene para el confort moderno. Hace pocos años, varios propietarios y administradores de estancias resolvieron proveer a su personal de colchones de lana para las camas. La gran mayoría de los hombres beneficiados por esta innovación rechazaron los colchones y solicitaron que se les proveyera nuevamente de cueros de oveja, pues preferían éstos a aquéllos.

Lo único que el obrero del campo aceptó siempre de buen grado fue la comida buena y abundante, pero ha resistido toda otra forma de modificar su manera de vivir.

Esto se explica sabiendo que un gran número de obreros rurales está compuesto por hombres procedentes del Sud de la vecina república de Chile, habituados a una vida muy dura y de múltiples privaciones. Pero es verdad, asimismo, que esos hombres son de una gran resistencia para el trabajo y que llegan al país con el propósito de economizar lo necesario para regresar a sus lares con algunos centenares de pesos argentinos. Casi todos estos hombres, pues, carecen de arraigo en el territorio, son analfabetos y poseen una noción muy difusa de sus derechos y obligaciones; sus cerebros, en la mayoría de los casos, están ocupados regularmente en encontrar la forma y época más apropiada para trasladarse a su país y convertir sus ganancias a moneda chilena. La constante oscilación del cambio en la moneda de la vecina nación obliga a sus hijos residentes en la Argentina a familiarizarse con esas operaciones y es raro el peón de campo de esa nacionalidad, aun el más ignorante, que pueda ser engañado en el cambio.

El factor más precioso que el agitador encontró en esos hombres, ha sido, sin duda, la falta absoluta de cultura intelectual y por ello les fue sencillo convencerlos de la bondad de sus teorías y de la facilidad con que al final se dividirían las estancias y distribuirían entre ellos las haciendas, siempre, como es natural, que tentaran la aventura comunista. Desde luego, no puede asombrar a nadie la naturalidad con que esos ingenuos campesinos hablaban de establecer el gobierno sovietista en la Patagonia, nueva Arcadia donde todos serían felices y propietarios de un determinado número de ovejas y del campo necesario para la procreación de éstas.

Estos hombres fueron miserablemente engañados por los cabecillas y, no obstante ello, no vacilaríamos en afirmar que volverían a reincidir en la aventura, siempre que aquéllos emplearan, después de transcurrido algún tiempo, otros medios de persuasión.

Es necesario, pues, para evitar en lo sucesivo la repetición de hechos tan lamentables como los que ocurrieron en el territorio en los años 1921 y 1922, que el gobierno adopte sin vacilaciones las medidas prometidas, como ser la creación de un cuerpo militar con asiento permanente en Santa Cruz que, aparte de su misión de vigilancia fronteriza e interior, servirá sin duda, para desarrollar entre la población tan heterogénea del Sud, el espíritu de respeto y acatamiento a las instituciones del país que la hospeda, llevando al mismo tiempo a "esas lejanías" - como lo dijo recientemente un escritor - junto con el prestigio de nuestra bandera, los latidos de la argentinidad".

LAS FAENAS.- Describiremos ahora las faenas que se realizan durante el año en una estancia patagónica, pero debemos advertir que para ello elegimos un establecimiento del tipo común, es decir, situado a una distancia bastante grande de los puertos y cuyos campos altos o de meseta predominan sobre los de vega.

El invierno ha pasado y el manto blanco que cubría los campos ha desaparecido. Las pampas empiezan a teñirse de verde y en ellas pastan las ovejas flacas y extenuadas aún por los rigores de la estación pasada.

Los ovejeros con sus perros han salido a campaña. Se los ve constantemente recorriendo los potreros y apeándose a menudo para levantar los animales caídos y que no pueden incorporarse por sí mismos, a causa de su adelantado estado de preñez y del gran peso de la lana que cargan.

En noviembre la población ovina ha aumentado. Los corderos triscan junto a sus madres. Hay en los campos un ochenta y hasta un cien por ciento más de animales, contando sobre las ovejas de vientre, que en el invierno. El tiempo ha sido bueno antes y después de la parición, así que puede esperarse que la señalada rendirá un resultado tan magnífico que compensará con creces los esfuerzos y sacrificios del estanciero.

Señalada. - Esta faena se realiza en los corrales anexos a los puestos, después de separar los corderos de sus madres. Los peones agarran a aquéllos y después de marcarlos en las orejas y cortarles las colas, que van tirando al montón, se los hace pasar al corral donde se encuentran las ovejas, para que se vayan juntando a los hijos. Si los corderos son machos, previamente se los castra.

Al finalizar la jornada se cuentan las colas y su número permitirá al hacendado fundamentar un pronóstico sobre el éxito de su trabajo.

La operación de señalar sigue realizándose por secciones y si a su terminación ella arroja un porcentaje de 85 a 90 por ciento sobre el total de ovejas servidas, puede el patrón declararse satisfecho y, más tarde, al calor del hogar, con la genuina pipa amiga entre los labios y la copa de generoso "brebaje escocés" al alcance de la mano, hacer sus cálculos y forjar proyectos optimistas para el porvenir ..... El recuerdo de sus pintorescos "highlands" donde pastan los rudos toros de inconmensurables cuernos y del abrigado "home" familiar escondido entre las altas montañas que rodean amenazando la pequeña aldea nativa, cruza por su mente y pone un dejo de melancolía en sus fuertes y tostadas facciones de sempiterno luchador. Pero de pronto un rayo de alegría brilla en sus ojos: es que el éxito de su labor es tangible y los balidos de las ovejas y de los corderos cortando el silencio de la noche, se lo confirman. . . . . y el proyecto está ya formulado: irá a visitar su aldea, a triscar por sus "highlands" vestido con el "plaid" multicolor, a besar, tal vez la apergaminada faz de una viejecita que hila incansablemente junto a la estufa, en tanto que por su venerable cabeza tocada con la tradicional cofia de lana negra, pasa, esfumada, la imagen del hijo que se fue a América para hacer fortuna ....

Y el estanciero toma su copa, bebe un trago que es pacto y brindis a la vez; pacto con su voluntad para hacer el viaje decidido y brindis por la tierra extraña, pero que él sabe buena y generosa, ya que le dio, sin escatimárselo, en cambio de su labor y de sus sacrificios, el bienestar hoy y mañana le dará seguramente, la fortuna que soñara .....

Esquila. - Esta operación se inicia en diciembre o enero, según las predilecciones de cada hacendado. Hasta hace diez años en todos los establecimientos se esquilaba a mano, pero en la actualidad creemos que un solo estanciero del territorio usa ese procedimiento.

Todas las estancias tienen sus galpones de esquila más o menos espaciosos y bien montados, provistos de máquinas modernas y atendidos por un personal que desarrolla un trabajo mucho más rápido y eficaz que el que podía exigírselo con el procedimiento antiguo.

Cada esquilador tiene destinado en el galpón un brete, ubicado frente a la tijera que le corresponde. Un peón tiene la misión de llenar el brete de animales cuando esté vacío y el encargado de cancha verifica el número y lo anota en la tabla del esquilador y en su libreta. El operario toma el animal del brete, lo sienta y después de esquilarlo suelto, lo larga a los bretes exteriores por la puertita que le corresponde.

El vellón es recogido por los cancheros y llevado a la mesa de envellonar, donde después de quitarle la lana de barriga, se lo envuelve y se lo ata.

Entre tanto las prensas funcionan formando fardos de 200 kilos término medio y el capataz, por el exterior, inspecciona los animales esquilados. Es de advertir que en el Sud, en general, no se exige un minucioso cuidado al esquilador en su tarea, así que muchos animales salen de sus manos con heridas que en la provincia de Buenos Aires, determinarían la inmediata expulsión del obrero inhábil y chapucero. La razón de esta tolerancia es que esas heridas no son peligrosas, pues como el clima es frío, no hay, como en otras partes, la posibilidad de ulteriores infecciones.

Baños. - En general, en la Patagonia, se dan a los animales cuatro baños contra la sarna. El primero a fines de enero o principios de febrero; el segundo 15 o 20 días después; el tercero en la primera quincena de mayo y el último a principios de agosto.

Los sarnífugos más usados, son los polvos y fluidos de las marcas "Little" y "Cooper", en una proporción de diez libras de polvo y cierta cantidad de fluido, por setenta galones de agua. Se emplea también el fluido solamente y entonces la proporción es de uno o dos por ciento, según el estado de la sarna.

Los bañaderos que se usan comúnmente son de madera y de un largo que varía entre 15 y 25 metros. Los animales son echados al baño por medio de un brete con báscula, al cual una vez lleno, se le da una inclinación suficiente para que los animales caigan. Estos permanecen en el baño un minuto más o menos y en tanto nadan en dirección al secadero, se les sumerge la cabeza por medio del "crutch" un par de veces.

 
 

 Fuente: «La Patagonia Argentina», pp.105-110