Los campos del Territorio |
CARENCIA DE INFORMACIONES. — La agrología de Santa Cruz no ha sido estudiada hasta ahora con el detenimiento y prolijidad que requerían los propósitos colonizadores del gobierno nacional. Pueden consultarse, a su respecto, algunos informes dispersos producidos por los agrónomos e inspectores que fueron destacados con ese objeto por el Ministerio de Agricultura en distintas épocas, y, sobre todo, los suscritos por los profesionales de esa dependencia que acompañaron a las comisiones de oficiales de la armada que en 1918 fueron al territorio para mensurar una parte de sus campos. Pero todos estos informes adolecen de defectos capitales para tomarlos como base de un estudio serio y meditado. Obra del momento, fueron algunos confeccionados sobre el terreno, es verdad, pero al azar de una gira rápida y sin control, y por funcionarios carentes, en su mayoría, de la experiencia necesaria respecto a las modalidades de la región que visitaban. Hay factores topográficos y climatológicos, cuya importancia con relación a la agrología de esa región, sólo podrían ser valorados después de una larga experimentación "de visu", que hasta ahora no consta que hayan realizado los agrónomos oficiales, por lo menos. La prueba de ello la proporcionan los planos confeccionados por la Dirección de Tierras y Colonias, en las distintas oportunidades en que ha ofrecido en arrendamiento campos del territorio. La loteada se ha hecho siempre de una manera completamente arbitraria y sin tener en cuenta para nada las características del terreno. Esos planos denuncian el criterio que ha presidido las divisiones y la forma en que ellas se practicaron. Criterio puramente burocrático, sin asidero alguno en la ciencia y en la experiencia, al formular sus planos se limitó sólo a seguir las líneas de los meridianos y paralelos — dejando a salvo los accidentes geográficos — y sin tomar en cuenta para nada las características de cada zona, la capacidad de los diferentes lotes y las perspectivas económicas que ellos podían ofrecer al presunto licitante. Como era natural, una política de colonización basada en estudios tan poco serios, debía forzosamente fracasar y así hubiera sucedido seguramente, si la iniciativa particular a espaldas del gobierno y muchas veces al margen de la ley, no se hubiese encargado de suplir las deficiencias que ofrece en la práctica la legislación actual sobre tierras y, sobre todo, la forma en que fue aplicada por las oficinas encargadas de ello. Si se quiere enmendar estos errores e iniciar una política de colonización lógica y que interese al extranjero o nativo resuelto a poblar las tierras fiscales de acuerdo con las prescripciones de las leyes sobre la materia, debe primeramente estudiarse con prolijidad las características de esas tierras, y luego, de acuerdo con esas investigaciones, formular las exigencias bajo las cuales esos campos serían entregados a los pobladores, pero teniendo siempre buen cuidado de que esas reglamentaciones sean de carácter particular para cada región o zona y no de carácter general para todo un territorio como el de Santa Cruz, refiriéndonos a nuestro caso, cuyos terrenos difieren en topografía, capacidad, agrología, perspectivas económicas, ya estén ubicados en el Norte o en el Sur; en la costa del mar o en el interior; en la región de las mesetas o en la región andina; en las pampas o en los cañadones … COMPOSICIÓN DEL SUELO. — El suelo de Santa Cruz está constituído por rodados y arenas, provenientes de la descomposición de las rocas de la cordillera, es decir, está constituído por materiales de acarreo [(1) Ver estudio geológico, pág. 5.] y por rocas eruptivas extendidas en forma de mantos, en las mesetas. Se encuentran también en los terrenos bajos, limos y arcillas, pero, según la opinión corriente, tienen el mismo origen que los rodados y las arenas. A pesar de esta constitución, el suelo de Santa Cruz es estéril y esto porque dos factores se oponen a su aprovechamiento para la vegetación, sobre todo en la zona de las mesetas: la falta de agua y los vientos huracanados que soplan principalmente en verano. Las lluvias son escasas y el agua de las napas subterráneas, salobre o salada. Agua dulce hay solamente en los bordes y en los cañadones, donde surge en forma de vertientes, (chorrillos). El agua de los ríos es sólo aprovechable en las partes de los valles muy próximas a sus cauces. Pero el inconveniente mayor lo constituyen los vientos, cuya fuerza de arrastre impide la formación de la capa de humus, necesaria a toda vegetación que no sea de estepa. "Si bien que son ellos", dice el Dr. Lutz Witte, en la obra "Patagonia" ya citada, "los que por el desgaste continuo producen la transformación de los rodados en suelos más finos, impiden al mismo tiempo la sedimentación de los materiales más finos y hasta de la arena. En los bajos y hondonadas, donde por la acción de las lluvias esas materias finas se pueden depositar, en forma de suelos arcillosos y limosos, éstos son contaminados en seguida por las sales que las lluvias extraen de las areniscas de las mesetas." Dadas estas condiciones, natural es, que en la zona de las mesetas es encuentren pastos duros o coirones, sólo aprovechables para la cría de ganado lanar. En las quebradas basálticas hay algunos pastos tiernos, a causa de los manantiales que surgen de sus bordes. En los escoriales y pampas más bajas, hay colas de piche, alverjillas, y otras plantas forrajeras, al par de los coirones. La zona andina, es totalmente diferente. Los campos están más reparados de los vientos; el agua dulce es abundante y el suelo provisto de todos los materiales necesarios para su formación, está cubierto de una capa de humus, que le da una gran fertilidad natural. Los pastos en esta zona son tiernos y aptos para la cría de toda clase de animales. Sin exagerar, puede calificarse de privilegiada esta región y es en ella donde la acción del gobierno nacional debe hacerse sentir con mayor intensidad, tratando de encauzar en forma lógica la explotación de las inmensas riquezas que en ella se atesoran. DIVISIÓN POR ZONAS. — De acuerdo con el criterio de la Dirección de Tierras y Colonias, el territorio puede dividirse en las cuatro zonas siguientes: zona Sud del río Santa Cruz; zona Norte del mismo río; zona de San Julián y zona de Deseado. La división es puramente artificial y ella ha respondido a conveniencias puramente circunstanciales, pero la seguimos en esta parte de nuestro estudio por razones de claridad y por ser ella la más vulgarizada entre los pobladores del territorio. Zona Norte del río Santa Cruz. — Pobres, en su mayoría, son los campos de esta zona, aunque hay algunos que por encontrarse en la costa de un lago o por poseer manantiales, son más susceptibles de aprovechamiento. Hay en la zona, sobretodo en su parte Norte, grandes mesetas basálticas y cascajosas y bajos arenosos y guadalosos. Las masas basálticas se pronuncian más en las inmediaciones del lago Viedma. El valle del río Santa Cruz es a veces angosto y pedregoso desde el lote 150 al Oeste, recibiendo manantiales con abundante caudal de agua, que corren por quebradas basálticas angostas, los cuales bajan de la pampa alta. Los lotes más próximos al lago Argentino, abarcan casi todo el valle, con el fondo sobre el faldeo de la pampa. La costa de este lago está formada por médanos de arena. Los pastos duros o coirones son los que abundan en las pampas altas; en los escoriales y pampas más bajas, hay colas de piche, alverjillas y otras plantas forrajeras al par de los coirones. Las quebradas basálticas regadas por manantiales, tienen pastos tiernos. Aunque muy frías en invierno, las pampas más altas ofrecen para el verano buenos prados. Los campos de esta zona no se prestan para la agricultura, exceptuando pequeños lugares bien abrigados e irrigables a las orillas de los ríos o de los manantiales. Donde se hacen estos trabajos, deben defenderse, además, las plantas, contra los intensos vientos por medio de tapias o cercos de ramas. Las legumbres se dan regular, como lo atestiguan las pequeñas huertas que cultivan algunos pobladores. En todas las quebradas y cañadones que ofrecen algún reparo contra los vientos hay matorrales de incienso, mata negra y calafate, sirviendo los dos primeros de combustible. Esta zona comprendida entre los 48° 30' y 59° [49°?] 10' de latitud Sud, puede calificarse entre las de un clima seco y no muy frío, aunque en las partes más elevadas, como son las pampas altas, influya bastante la elevación sobre el nivel del mar para deprimir la temperatura en el invierno. La nieve, entonces, cubre generalmente los puntos más altos de las mesetas y sus derretimientos dan lugar a la formación de lagunas y alimentan también en el verano los manantiales. Los fríos fuertes comienzan a fines de marzo y continúan hasta el principio de octubre, alcanzando a veces hasta 12 grados bajo cero en las pampas y hasta 15 durante la noche. Los mayores calores se sienten en diciembre, enero y primeros días de febrero, llegando a 30° centígrados de día. Las noches siempre son frescas y es raro que el termómetro señale más de 16° centígrados. El verano se caracteriza por los fuertísimos y continuos vientos del Oeste que soplan con su mayor fuerza desde las 12 del día hasta las 2 de la tarde. Casi siempre calman algo al bajar el sol y aun más de noche. No es raro que el termómetro descienda a 3° y 5° centígrados bajo cero en cualquier noche de verano en los valles, siendo frecuente este descenso en las pampas altas. Después de las heladas viene invariablemente un día caluroso y sin viento. Llueve muy poco en el verano y alguna vez graniza y llovizna por espacio de dos o tres días, despejando las nubes un fuerte viento Sud. Los campos de las mesetas elevadas conservan en el invierno por muchos días la nieve, tapando los pastos y amontonándose en las hondonadas y mangas de los cañadones, por cuya razón no son habitables en esa época. Sin embargo en el invierno, son un lugar preferido por los guanacos, que pueblan en rebaños de miles estas alturas, donde se creen seguros contra las persecuciones de los cazadores. Zona Sud del río Santa Cruz. — Los campos de esta zona están casi todos compuestos de pampas lisas, surcadas por algunas quebradas y cañadones que se dirigen al valle del río Santa Cruz o hacia alguna depresión del terreno o bajo, en los que generalmente existen manantiales, lagunas o salinas. La capacidad de ellos puede calcularse en 800 ovejas por legua. El valle del río Santa Cruz, contrariamente a lo que sucede en otros casos, es como terreno, algo inferior a la pampa, pero tiene la ventaja de servir para poder tener a campo sin necesidad de abrigos ni galpones, los ganados en el invierno, cuando la nieve cubre los pastos en la pampa. Además, en el valle es donde abunda la leña, siendo muy escasa en la pampa alta. Esta última, por razón de su latitud y de su altura sobre el nivel del mar, es en su mayor parte inaprovechable para la industria de la cría de ganado. Sobre las pampas abundan los pastos duros o coirones, la cola de piche y pequeños porotillos y alverjillas y otras plantitas forrajeras. Junto a los manantiales y arroyos existen pequeños prados naturales de heno aromático. Esta zona situada entre los 50° y 51° 23' de latitud Sud, tiene todas las características climatológicas de la zona Norte, si bien a veces el frío es más intenso. Poco o nada llueve en el verano y si alguna vez eso ocurre, el agua que cae apenas basta para mojar la tierra. La nieve que cae en abundancia durante el invierno, es necesaria para estos campos, pues las aguadas de agua dulce son escasas y porque es ella la que surte a los manantiales. En esta zona se podría distinguir su parte más meridional o sea la región del río Gallegos, que es en donde se encuentran los campos mejores del territorio. Es allí donde se han formado los establecimientos más importantes y florecientes, pues los campos tienen una capacidad que hace posible la cría de ganado lanar casi en forma intensiva y no extensiva como lo exigen las otras zonas que estudiamos. Zona de San Julián. — El aspecto general de la región es el característico a todo el llano patagónico; tres planicies sobrepuestas, interrumpidas en sus bordes por bajos y cañadones, inútiles aquéllos, buenos los segundos por encontrarse allí reunidas las condiciones más necesarias a la vida de un pastor en los territorios australes: reparo, agua y leña. Las pampas de la Patagonia tienen su aspecto general uniforme que por doquiera se parece, así por la constitución esencial de su suelo como por la vegetación que ella produce. Esta está constituída especialmente por pastos duros y ralos, y entre ellos un minúsculo arbusto rastrero, que pasa desapercibido a primera vista y que es muy apetecido por los animales lanares. Las matas de pasto tan separadas una de otra, dan ese aspecto de aparente pobreza de vegetación que al hombre práctico de las provincias del litoral hacen dudar que allí puedan prosperar los animales lanares. Estos pastos duros se vuelven más abundantes y tiernos en los lugares donde alcanza la humedad de algún manantial. En ellos suele encontrarse cebadilla y alfilerillo. La planicie más alta tiene horizontes sin fin, donde se destacan, aislados, los restos del manto basáltico que desapareció, quedando como escuetos escollos, los paredones en ruinas de aquella roca. La meseta intermedia y la inferior tienen sus horizontes circunscritos por los bordes de las plataformas superiores: es en esos bordes y sus entradas. que si son poco profundas llaman mangas y si se prolongan llaman cañadones, donde generalmente se encuentran los manantiales de la región. Las cualidades alimenticias del duro forraje patagónico son excelentes para el engorde de los animales lanares, como lo comprueban los capones sacrificados en la región, cubiertos literalmente de una espesa capa de grasa, y ésta íntimamente entreverada con la musculatura. Se explica así, como estos animales pueden resistir las escaseces del invierno y los días aciagos y duros de las nevadas del Sur. Se ha calculado que el aumento vegetativo da un porcentaje de 80 % seguro sobre las ovejas de vientre, sujetando éstas a una sola parición anual. La parición anual doble, da resultados muy negativos, exponiéndose a perder la oveja madre y la cría. Estos campos que tienen una vegetación de forrajes duros y cortos, arraigados apenas en el suelo, no se prestan para la crianza de ganado vacuno, excepción hecha de algunos retazos pedregosos de las regiones Norte y Noroeste. Estos campos admiten algunas manadas de yeguas y los vacunos necesarios para el tambo y para el transporte de los frutos en carretas. Zona de Deseado. — Las mismas características de la anterior tiene la zona de Deseado, si bien los pobladores reputan sus campos más inferiores. En realidad la constitución esencial de su suelo, con excepción de la costa, donde se encuentran grandes cantidades de pórfido cuarcítico, su vegetación y su clima no ofrecen diferencias ponderables. EXPLOTACIÓN ECONÓMICA. — La división que hicimos con anterioridad, en zona de las mesetas y zona andina, nos proporciona una excelente pauta para formular algunas observaciones respecto a la explotación económica de los campos del territorio. La primera se presta únicamente a una explotación extensiva de la cría de ovejas, pues sería ilusorio pretender obtener resultados con ganado mayor en campos semejantes. Sólo pequeños retazos de vega permiten el pastoreo de vacunos y yeguarizos y éste en número reducidísimo. Hay que partir, pues, de la base que los terrenos de la zona de las mesetas admiten sólo animales lanares y que su capacidad de admisión, tomando un término medio para todo el territorio, no excede de 500 ovejas por legua. Los cálculos que asignan a dichos campos una capacidad de 800 o 1.000 ovejas por legua, son excesivamente optimistas y sólo pueden aceptarse como términos medios parciales o por zonas, pero nunca como generales de todo el territorio. Ahora bien: los campos de Santa Cruz pueden dividirse en campos altos y bajos. Hay una tercera clase de campos, que son los que ocupan los cañadones de las mesetas, de los cuales hablaremos en particular. Los campos altos centrales, son generalmente buenos, especialmente los de las regiones basálticas, pero tienen el inconveniente de ser muy fríos en invierno y de que la nieve los cubra totalmente en esa estación. Son terrenos, pues, que pueden utilizarse durante el verano y la primavera, pero de los cuales hay que retirar los animales, para conducirlos a campos de abrigo, en cuanto empiezan a sentirse los rigores de la estación invernal. ¿A dónde se los conduce? A los campos bajos o de abrigo, en los cuales la nieve no queda durante todo el invierno o si queda, la capa que se forma es tan delgada, que no impide la manutención del ganado. De lo dicho se desprende que un estanciero necesita, imprescindiblemente, para desarrollar su industria, disponer de un campo en que los terrenos de invierno y de verano estén bien proporcionados. Nada haría un hacendado con muchas leguas de excelente pampa, si para el invierno no dispone de una extensión proporcional de terreno bajo a donde pueda abrigar y alimentar sus ovejas durante esa estación. Ese ha sido el problema que tuvieron que resolver los hacendados de Santa Cruz y esa la causa principal de muchas transgresiones a la ley de tierras. ¿Cómo salvaron ese inconveniente los pobladores? Los unos extendiéndose y los otros formando sociedades de familia o con los vecinos, — las famosas sociedades que tanto preocuparon el criterio alarmista de la Dirección de Tierras! … Los campos de los cañadones son, en general, muy buenos y pueden alimentar un discreto número de cabezas por legua y tienen la gran ventaja de que permiten la estada en ellos de las haciendas durante el verano y el invierno. Sin embargo, pueden ofrecer un grave peligro. Los animales que han pasado en ellos varios inviernos benignos, mueren en su inmensa mayoría, si a aquéllos sucede uno sólo un poco crudo. Otro factor que hay que considerar cuando se trata el asunto de la explotación económica de los campos de Santa Cruz, es la distancia que media entre cada uno de ellos y la costa del mar. Los campos cercanos a ella son bajos y generalmente malos en cuanto a pastos y aguadas; en tanto que los lejanos, son los altos de las mesetas, a que ya nos hemos referido. Pero ese factor distancia, adquiere gran importancia cuando el poblador encara el problema de las comunicaciones. Los campos distantes del mar son mejores, ya lo hemos dicho, que los costaneros, pero tienen el inconveniente de que una buena parte del producido de la industria que en ellos desarrolla el estanciero, la insumen los gastos de flete y acarreo. Hay que pesar, pues, muy prolijamente ambos factores si se desea legislar con lógica y acierto sobre esta materia; pues una legislación sobre tierras que no sea lo suficientemente elástica que permita adoptarla a todas las circunstancias agrológicas y económicas características a cada región en que deba aplicarse, provocará el desconcierto y el desencanto entre los pobladores de buena fe y acuciará la habilidad del especulador y acaparador para burlarla. |
|
Fuente: «La Patagonia Argentina», pp.023-028