La hipocresía es el arte de amordazar la dignidad; ella hace enmudecer los escrúpulos en los hombres incapaces de resistir la tentación del mal. Es falta de virtud para renunciar a éste y de coraje para asumir la responsabilidad.

Hiela, donde ella pasa, todo noble germen de ideal. Los hombres relajados por la hipocresía, viven sin ensueño, ocultando sus criminales y ruines intenciones bajo una faz mística y llena de socarrona adulación, enmascarando sus sentimientos, dando saltos como el eslizón; son tránsfugas, camaleones; tienen la certidumbre íntima, aunque inconfesa, de que sus actos son indignos, nocivos, vergonzosos, arrufianados, irredimibles, rastreros, noctívagos y generalmente la sombra es el teatro de sus maquiavélicas y cobardes acciones.

Por eso es insolvente su moral; implica siempre una simulación. Ninguna fe impulsa a los hipócritas; no sospechan el valor de las creencias rectilíneas. Esquivan la responsabilidad de sus acciones, son audaces en la traición y tímidos en la lealtad. Conspiran y agreden en la sombra, escamotean vocablos ambiguos, alaban con reticencias ponzoñosas y difaman con afelpada suavidad.

Nunca lucen un galardón inconfundible....

J. INGENIEROS