Tras la desafortunada pérdida del velero estadounidense Golden Hind, cerca del Cabo de Hornos, el diplomático de ese país en Santiago (Dr. Joseph R. Root, Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario) propuso al gobierno de Chile, establecer un sistema de remolcadores en el Estrecho de Magallanes, para ayudar la travesía marítima entre los oceános Atlántico y Pacífico. [carta]
Esta idea, ya discutida en Chile desde 1843, y en la prensa estadounidense desde 1857, sonaba, a primera vista, y en forma teórica, la propuesta sonaba lógica y atractiva. En términos generales, un paso guiado por remolcadores ahorraría tiempo y dinero a los dueños; evitaría accidentes costosos en términos de maquinarias y disminuiría la pérdida de vidas humanas.
El Gobierno de Chile, a través de su Ministerio de Marina, solicitó la opinión del entonces Gobernador de Magallanes, Oscar Viel. En un bien pensado informe, el gobernador expone las diferencias entre la posibilidad de la idea y la factibilidad en terreno. Notando, pero apartando, las consideraciones de tipo humano, Viel presenta argumentos de tipo logístico-técnico (entre otros, falta de puertos, necesidad de comenzar el remolque antes de entrar al Estrecho), y de tipo económico (costo y tiempo del remolque, futuras ventajas de los vapores sobre los veleros, capacidad de pago según tipo de carga, etc.), que lo hacen cuestionar la posibilidad de éxito comercial de tal servicio.
En consecuencia, la propuesta del Plenipotenciario no prosperó. No obstante, él no abandonó su interés en la idea, y aceptó con agrado la invitación a visitar Magallanes con el Ministro de Relaciones Exteriores, Adolfo Ibáñez. El viaje se realizó en un vapor de la PSNC en enero de 1873.
Sin duda, la travesía le sirvió para poder apreciar mejor las condiciones en terreno. Por ejemplo, ya en la ruta misma, observó que la entrada occidental al Estrecho se hacía mucho más segura y corta por el Canal Smyth, pero que dos de las principales rocas debieran ser indicadas con boyas de navegación. [observaciones sobre el tránsito de barcos]
Una vez llegado a Punta Arenas, pudo interiorizarse de inquietudes de otro tipo. Frente al Estrecho, se encuentra Tierra del Fuego, tierra aún poco conocida y poco visitada; sus habitantes desconfían de los blancos y se les achaca ser caníbales y asesinos. Root enseguida se da cuenta de que la situación debe cambiar y que se debe establecer contacto pacífico con los fueguinos. Sin duda, estos pensamientos se basaban en su exitosa experiencia personal con los indios wyandot de Kansas, con quienes había desarrollado una relación respetuosa y provechosa. Para él, los nativos eran la ayuda de "primera línea" para los náufragos (por ejemplo, los sobrevivientes del Golden Hind): sería mejor si ellos trataban bien a los forasteros, que si los ignoraban o atacaban -— estas ideas, venidas de otra época y lugar, desgraciadamente no arraigaron en Magallanes. [notas sobre Tierra del Fuego]
LEGATION OF THE UNITED STATES,
Santiago de Chili, September 4, 1872
SIR : In view of the fact that the navigation of the sea, while doubling Cape Horn, has been and ever will be fraught with great danger to the commercial interests of the world, always causing great anxiety in the minds of all parties interested in the fate of ships of every class whose voyages oblige the traversing of the waters lying south of the bleak and inhospitable shores of Tierra del Fuego, and also in view of the fact that a much shorter and safer route for steamers lies through the Straits of Magellan, and, if the same can be made available for sailing vessels, an untold advantage would accrue to the commerce of the world, I, therefore, desire, if not inconsistent with the views of your excellency, and if not too much trouble, to learn what, if any, efforts have been made toward placing a line of small steamers, usually called "tugs," in said straits for the purpose of towing sailing-vessels through from one ocean to the other; also, if it is known what the probable expense of such an enterprise might be, and whether it is supposed that it would be self-sustaining, or whether it would at first require the fostering care of such philanthropic commercial nations as might desire to assist such a most laudable undertaking, which, though at first initiated in the interest of humanity, would speedily, in my opinion, prove a very profitable investment to any parties having it in charge, and of incalculable importance to the commercial interests of the world. I would, also, like an estimate of the time it would take to tow sailing vessels through the straits, and any facts or suggestions bearing upon this subject which can be readily obtained, my object being to lay this correspondence before my Government, hoping that thereby something may eventuate in the interest of so important a matter. In my opinion, the direct benefit to Chili of this enterprise would be very great, and, when is taken into consideration the vast saving of life, time, insurance, interest on money, wear and tear, and loss of shipping, delay, vexation, annoyance, anxiety, &c., &c., which would result from a successful navigation of the Straits of Magellan by a proper and economical system of steam tow-boats, it would seem that a project so urgently demanded and apparently so feasible should soon be put into operation.
I improve this opportunity to offer renewed assurances of the sentiments of distinguished consideration and esteem with which I have, &c.,
J. P. ROOT.
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MINISTERIO DE MARINA,
Santiago, 14 de octobre de 1872.
El Gobernador de la Colonia de Magallanes, a fecha 24 de septiembre pasado, en Punta Arenas, me comunica lo siguiente:
"En cumplimiento de la solicitud de Vuestra Excelencia de información relacionada con el deseo expresado por el honorable ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de los Estados Unidos de América del Norte sobre la posibilidad de establecer una línea de lanchas remolcadoras a vapor en el Estrecho de Magallanes, tengo el honor de presentar a Vuestra Excelencia mi opinión sobre el tema.
"Nada puede ser más loable que la idea planteada por el honorable ministro de América del Norte, ya que, sin duda, un negocio de remolcadores a vapor daría excelentes servicios a los buques de vela que pasan actualmente por el Cabo de Hornos; economizaría tiempo, interés en capital invertido en los barcos y mercancías que transportan, y sobre todo, desgracias personales, que más de una vez hemos tenido que lamentar. Pero, la idea no está exenta de dificultades. Sin embargo, es posible. Pero, ¿será factible realizarla? Bajo un punto de vista humanitario, es admisible entrar en grandes gastos: cualquiera que fuese el costo, el evitar pérdida de vidas sería la mayor recompensa, ya que, por desgracia, este tipo de accidentes es muy común en los buques que doblan el tormentoso Cabo de Hornos. Pero, en cuanto a la parte económica, en mi humilde opinión, la debo considerar desventajosa. Yo no sé si mi cálculo podría ser equivocado; en cualquier caso, la gran sabiduría de V.E. le dará el mérito que merece.
"Sin ningún conocimiento de la cantidad que los remolcadores se verían obligados a cobrar, y cuyo número para comenzar no debería ser inferior a cuatro, no voy a entrar en detalles con V.E. sobre este punto. La primera dificultad que se ofrece es la falta de puertos de espera en las dos bocas del canal — esto es, en Cabo Vírgenes y Cabo Pilar. Aunque el mar es agitado en estas latitudes, no es un inconveniente para la gente de mar hacerle frente si hay un camino libre, siempre que también haya un puerto abierto donde se pueda llegar en caso de tempestad; pero, la falta de éstos, como he dicho antes, obligará a los buques que deseen ser remolcados a mantenerse en alta mar, a no menos de treinta millas alejados de la costa. Esta suposición no es del todo aventurada, ya que al ser de la profesión, puedo asegurar a Vuestra Excelencia de la [veracidad] de la misma. El mantenimiento de los buques, como lo he manifestado a Su Excelencia, no está exento de peligro en estos puertos, especialmente en el lado del Cabo Pilar; así es, hasta tal punto que los vapores regulares son muchas veces obligados a permanecer uno o dos días sin poder acercarse a la boca del estrecho, y muchas embarcaciones cuyos capitanes han querido entrar se han visto obligados, por el mal tiempo, a continuar su viaje alrededor del Cabo de Hornos. Supongamos, sin embargo, que los buques pudieran aguardar en estos lugares, sería necesario que los barcos de remolque salieran a buscarlos treinta millas mar adentro, lo que no sólo alargaría la distancia, sino que también presentaría otros inconvenientes — como el de arrastre en alta mar: sobre todo, si hay mal tiempo, un barco de remolque debe tener gran potencia para contrarrestar la fuerza del mar y del viento. Su Excelencia entenderá esto, sabiendo como sabe, que muchos vapores se han visto obligados a retroceder, mientras buscaban un puerto de refugio, por no tener la potencia suficiente para vencer la fuerza de las olas y los fuertes vientos tempestuosos al salir por la boca oeste. Aunque otros puedan ignorar estas dificultades, yo las enumero sólo con la idea de ser posiblemente más exacto.
"Voy a llamar a su atención a otro problema, que es el del tiempo que se necesita y los gastos en que se incurrirán para realizar el remolque.
"El estrecho tiene 300 millas de largo, y suponiendo que los barcos fueran tomados a sólo veinte millas de distancia de la costa, habría que pagar a los barcos de remolque trescientas cuarenta millas de viaje. Calculando un promedio, a una velocidad factible para los barcos de remolque, tal vez cinco millas por hora, se requerirá, sin contar el tiempo que pasarán anclados a consecuencia del mal tiempo y las noches oscuras, que en invierno son muy largas, sesenta y ocho horas de remolque constante. ¿Cuánto debe ser el costo de remolque por tonelada? Tomando la mitad de lo que pagan los buques en el puerto de Constitución a la lancha de remolque del Estado, sería de cinco dólares por tonelada por cada milla. Supongamos una nave de 500 toneladas de registro, el tamaño común de las embarcaciones que navegan en el Pacífico, resultaría que cada milla costará $25, y $500 para las trescientas cuarenta millas, según le he demostrado a Vuestra Excelencia que deberían ganar. [Los cálculos no cuadran, Ed.]
"Suponiendo que estas cifras sean exageradas, y contemplando sólo la mitad del valor, el precio se reducirá a la suma de $250. Entonces, la cuestión que se plantea es, ¿será posible para el barco pagar por el remolque? Ciertamente sí, si la carga es valiosa, pero, sin duda, no, si la carga no es muy valiosa.
"Visto que el tráfico de los vapores aumenta cada día, como es bien sabido por Vuestra Excelencia, no es aventurado predecir que, dentro de pocos años, en ellos se transportarán las mercancías valiosas, y se reducirá el número de veleros, los que se mantendrán únicamente para el transporte de objetos de valor relativamente bajo, como el hierro, el carbón, etc. ¿Los buques que transportan estas mercancías podrán pagar las sumas indicadas? No me es posible responder a esta pregunta, ya que carezco de los datos necesarios para hacer los cálculos, pero, considerándola de manera general, me atrevo a decidir en forma negativa.
"Vuestra Excelencia sabrá que, en esta demostración, me he referido sólo a los buques que deben ser remolcados; y que, temeroso de cometer errores de juicio en el cálculo sobre el número probable de los buques que pasan por el estrecho, el costo de los remolcadores, su mantenimiento, y otras cosas relacionadas con un proyecto de esta naturaleza, dejo a otros que, con datos más precisos, puedan presentar ante Vuestra Excelencia sus propias razones.
"Es posible, y mucho deseo, que ellos puedan contribuir a hacer desaparecer los obstáculos que he expuesto, y que, sólo por el deseo de ser exacto, me he sentido obligado a manifestar, obedeciendo así a los dictados de mi conciencia, ya que nada importa en este tema dejarse llevar por la imaginación, formando sueños halagadores cuya realización, si no imposible, presenta, sin embargo, grandes dificultades; y creo que es más valioso conocer la verdad, aunque nos prive de una ilusión agradable.
"Entre las ventajas que deberían presentarse para la fundación de dicha empresa se destaca el establecimiento de un depósito de carbón en Punta Arenas (Sandy Point) lo que facilitará en gran medida los movimientos de los remolcadores, y donde van a entrar en contacto inmediato con el tráfico de los vapores, recurso que sin duda necesitan también los buques empleados en este tráfico.
"Si la presentación anterior no es tan extensa y precisa como habría sido de desear, espero que Vuestra Excelencia me disculpe en vista de la falta de datos estadísticos y de información oficial que tan delicado asunto requiere"
Lo anterior ha sido trascrito para información y cualquier otro propósito de su Excelencia.
Dios guarde a su Excelencia.
A. PINTO.
A: MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES.
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LEGATION OF THE UNITED STATES,
Santiago de Chili, February 26, 1873. (Received May 5.)
The difficult and often dangerous navigation in the vicinity of Cape Pillar (Cabo Pilar) can be easily avoided by the navigation in Smyth's Channel, which opens at its southern extremity into the Straits of Magellan at Cape Tamar, about sixty miles from the western entrance of the Straits of Magellan, in latitude about 53°. The entrance to Smyth's Channel from the Pacific Ocean, between latitude 47° and 48°, from the Gulf of Penas, is very easy for all classes of vessels, and the navigation of this channel can be performed with perfect safety at the present time by small steamers, and when two hidden rocks in the English narrows of said channel are marked by proper buoys, all classes of steamers can pass with ease; in fact many of the largest vessels of the Pacific Steam Navigation Company have already navigated this route. But one or two accidents in the narrows above alluded to have caused an order for no further attempts of this kind to be made until the rocks spoken of can be properly marked, a thing which ought soon to be done, and thus many hundred miles of dangerous and unpleasant navigation would be avoided. Cape Pillar then can be left to its stormy, gloomy glory, the dread of even experienced navigators, and the terror of all travelers with sensitive stomachs or delicate nerves.
In a former dispatch I transmitted correspondence had with the Chilian government upon the propriety and feasibility of placing a system of steam tow-boats in the Straits of Magellan, the tenor of which was unfavorable to such a project. I am satisfied now from personal observation of the truthfulness of the report of the governor of Magellan contained in said correspondence, relating to the difficulties to be encountered in the Pacific entrance to said straits. All of which, however, may be obviated by the navigation of Smyth's Channel, the entrance to which, as previously stated, is easy, and near which there are plenty of places suitable for the rendezvous of all classes of vessels; and I am convinced more than ever of the importance of a line of tow-boats through these waters, not only in a humanitarian point of view, but as a great financial saving to the commerce of the world now passing around Cape Horn. My dispatches and correspondence on this subject were largely prompted by the great loss of life and property in the past while navigating the waters in this vicinity, my attention being especially aroused, by the loss of the American vessel Golden Hind during the last winter, when many lives were lost, and those saved only so after passing through untold hardships, and being preserved from actual starvation by feeding upon the bodies of their dead companions for many days; and since my return I have learned of the loss of a vessel near Cape Pillar, whose surviving passengers and crew we must have passed in the night or fog unnoticed, as they were found in a boat a few days afterwards, with only one woman and two men living, twenty-two having starved to death.
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On my arrival I made great efforts to get an interview with the inhabitants, but there was no proper and safe means of so doing. I have the promise, however, that within a few months a Chilian man-of-war will be stationed at Sandy Point, and the governor will make, I think, successful efforts to form a friendly acquaintance with his Fuegean neighbors. It is said of them that they are cannibals, and all sorts of bad tales are told of them, but I am not prepared to believe these reports. It is said that the captain of an English vessel, a few years ago, while on the island with some of his crew, was killed and eaten, the latter part of which is not believed by those best informed, and my information is derived from the gentleman who visited the place afterward, and found the remains of the captain and buried them, and who is of opinion that his death was caused purely by his own folly and madness. Other circumstances corroborate his view. The facts are, these Indians, like most others in all countries, have been treacherously dealt with by their white neighbors, and cannot be blamed for having unpleasant feelings and those of distrust against said neighbors. As, for instance, many years ago, before the advent of the present governor, the then governor of Sandy Point, having for some purpose several of these Fuegeans with him and in his power, had some of them unmerciful1y whipped. These people, not understanding and not enjoying this kind of international courtesy and kindness, sought in haste their own homes, and have not since ventured near the settlement. But if it is true, which I do not believe, that these people are as savage and blood-thirsty as represented, seeing that they live directly on the track of a great thoroughfare traveled by the growing commerce of the world, it is only another argument in favor of the importance of a speedy effort being made to secure their civilization and friendship. My anxiety in this direction, as stated before, has been heightened from the fact that not many months since one of our own ships was wrecked near Cape Horn, and had these Indians been on friendly terms with this settlement so that they had dared to have taken those starving, freezing mariners under their guidance, they might and unquestionably would have cheerfully shown them the way to a harbor of safety and plenty, instead of only being able to throw them a duck or two from their own scanty fare, as those Indians at the best can scarcely obtain food for their own consumption, and travel long distances in their canoes, even away up Smyth's Channel, for the purpose of getting something to eat. I am in this connection happy to know that nothing in the history of our beloved President has endeared him more to the hearts of all true philanthropists than his attempts, in the interest of humanity and true Christianity, to ameliorate the condition of our own Indians, and show his recognition in the wild Indian of the mountains and plains of a brother man. And I may be allowed to say that in this one recognition lies the final and easy solution of the whole Indian question. I hope I shall be able to report before many months an arrangement peaceful and satisfactory with these heretofore badly-reputed Fuegeans. And, in view of the actual concern the commerce of our country has in this important matter, I would suggest the propriety of an official manifestation to the Chilian government of the interest and sympathy the Government of the United States has in any successful attempt to cultivate peaceable and friendly relations with the said Indians. I ought, in this connection, to state that a small English mission on Narvarrin [Navarino, Ed.] Island [at this date, the Anglican mission was actually located at Ushuaia, on the mainland of Tierra del Fuego, Ed.], connected with the Anglican mission on Falkland Island, has been established, the good intentions of whose authors and workers are praiseworthy. Such enterprises, however, should not be left alone to the philanthropy of a few individuals, especially as nations as well as individuals are to be benefited by the civilization of these people. From the appearance of some Fuegeans living among the Patagonian Indians, with whom I had frequent interviews, and from many other sources, I am able to state that the Fuegean is by nature a smart, active, and intelligent being; his stature is about that of the average European, with bright face, well developed and regularly formed head, and when brought under the influence of education he will hold his own with any other race of human beings.
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