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Biblioteca Patagónica

Servicio de remolcadores a vapor en el Estrecho de Magallanes (siglo XIX)
Una visión nunca realizada
 
CORRESPONDENCIA DE BERNARDO O'HIGGINS (1837-1842)
A S. E. el General O'Higgins. — Montalvan.

Bahía del Callao, noviembre 1° de 1837.

Abordo de la barca Cigar.

Muy señor mío:

Después de un feliz viaje de veinte horas desde Cerro Azul llegué a este puerto esta mañana y como me veo precisado a proceder a Guayaquil pasado mañana me siento a dar a Usted las más expresivas gracias por sus bondades y hospitalidad que recibí de Usted en las tres semanas que mi buque permaneció al ancla en Cerro Azul, y al mismo tiempo para cumplir con la promesa de comunicarle lo más pronto posible mi opinión acerca de su proyecto para establecer buques de vapor en los Estrechos de Magallanes para remolcar los buques procedentes del Océano Atlántico al Pacífico.

Después de una madura reflexión y atenta lectura del diario que llevé de mis dos viajes por el Estrecho, no trepido en decir que su proyecto es no solamente practicable, sino también conveniente, siempre que su plan para la colonización del Estrecho se efectúe. Este plan me parece tan económico como humano y por consiguiente admirablemente adoptado para sentir su efecto.

Soy de la misma opinión que Usted respecto de la necesidad de fundar tres o cuatro poblaciones en las más escogidas situaciones, con una población suficiente para proveer a los vapores de leña, agua, pescado, verduras y carne, cuyos artículos creo como Usted que pudieran producirse en los estrechos, adoptando las medidas adecuadas, y sin los cuales el establecimiento de dos o tres vapores para remolcar buques del porte correspondiente sería tan costoso y enorme que sería de más pensar en emprender tal empresa.

Suponiendo que el plan de Usted para la colonización de los estrechos se efectúe, soy de parecer que un vapor de cosa de doscientas toneladas con una fuerza de cien caballos sería bastante para remolcar por el Estrecho la clase de buques mercantes que ahora doblan el Cabo de Hornos, y que son de doscientas o trescientas toneladas. Es, sin embargo, necesario que ese vapor sea construido expresamente para los fines de remolcar y no tenga los masteleros y vergas de los buques de vela. El valor de un vapor conocido con el nombre do remolcador no puedo especificarlo.

Por lo que respecta a lo aparente quo son los estrechos para el uso de vapores remolcadores, pienso como ya lo he dicho está en favor de esa idea y plenamente justificada su gran ansiedad a ese respecto. Generalmente hablando, desde la entrada al este el agua es mansa hasta que se llega al alcance de la mar al oeste a donde cuando reinan los vientos del noroeste hay una mar atravesada muy desagradable.

Por lo que respecta a las diferentes escalas que sería conveniente que hiciera el vapor en su tránsito por los estrechos, del Atlántico al Pacífico, creo que las siguientes bahías y puertos serían los mejores para ese fin.

A saber:

    Millas.
1.ª  Escala de la bahía de la Posesión a la de Gregory,
distancia poco más o menos
40
2.ª  De la bahía de Gregory al puerto Hambre 70
3.ª  Del puerto Hambre a la bahía de Fortescue 50
4.ª  De la bahía Fortescue a Playa Parda 50
5.ª  De Playa Parda al puerto de Misericordia 70
    ____
  Total 280

He designado la primera escala a empezar de la bahía de Posesión distante como treinta millas del Cabo de las Vírgenes, porque considero que buques que entran en los estrechos, procedentes del Atlántico, no pueden experimentar ninguna grave dificultad en su llegada a esa bahía. Es solo cuando llegan al primer estrecho que las dificultades se presentan en realidad y entonces la importancia del vapor de remolque se echa de ver tan patentemente que justifica el pago de un indemnización competente por sus servicios.

No designo las bahías y puertos antes citados como los únicos de escala sino como los más adecuados, particularmente porque son los mejores. Buques remolcados por los estrechos anclarán en lugar seguro, antes que cerrase la noche, pero no deberán de perder tiempo y permanecer en las diferentes escalas cuando el tiempo sea favorable para continuar su viaje.

Temporales son más frecuentes en el verano que en el invierno, lo que es una felicidad porque los días largos del primero disminuyen el peligro haciéndolo más visible. Todo considerado creo que el paso por los estrechos puede efectuarse con los vapores de remolque en cinco días. El establecimiento de tales buques, sería un gran beneficio para las naves de comercio que se dirijan al Pacífico, porque calculo que el viaje por los estrechos sería en ese caso de veinte a treinta días menos que por el Cabo de Hornos y en muchas ocasiones aun mucho más corto, porque no deja de suceder con frecuencia, que los buques echen de cuarenta a sesenta días desde la latitud del Cabo de las Vírgenes a la del Cabo Victoria doblando al Cabo de Hornos.

Pero la demora al doblar ese Cabo no es el solo inconveniente que tiene esa navegación, porque hay otros y de no pequeña entidad, que se deben tener presentes, cuales son el mal trato de los buques y las averías causadas por una de las más terribles mares del globo a cargas casi siempre de mucho valor que se conducen por el Cabo en todas las estaciones del año.

Por consiguiente, si una proposición llegase a hacerse por una compañía, para establecer buques de vapor en los estrechos de Magallanes para remolcar, los aseguradores de Lloyds deberían ser los primeros en suscribirse para formar el capital de esa compañía.

Como el plan de Usted comprende no sólo la colonización de los estrechos sino también el establecimiento de un arsenal marítimo, para lo cual soy de parecer que el puerto Gallant sería el más conveniente porque está resguardo contra todos los vientos y situado poco más o menos en el centro del Estrecho. Sólo me resta observar que tan luego como su plan haya tenido efecto y los vapores de remolcar establecidos, un viaje a la costa occidental de América, se considerará como una bagatela; pero en tal caso los peligros efectivos así como los imaginarios que se presentan en el viaje por el Cabo de Hornos, no sólo se evitarán, sino lo que es también más, la miseria de permanecer expuestos y a la merced de los vientos sin saber por cuánto tiempo, en un mar helado y proceloso.

Quizá Usted se sonreirá cuando le asegure la convicción en que me hallo, de que si se establecen vapores de remolque en el estrecho de Magallanes muchas personas y filósofos, así como sabios viajeros harán viajes a los estrechos para ver lo que yo he visto, un patagón de cerca de siete pies de alto y un ser humano que vive en cuero, en uno de los climas más fríos del universo. La disposición del terreno en ambos lados de los estrechos es muy pintoresca y en algunas partes sublime.

He llevado un diario, como antes he dicho, de mi viaje por los estrechos y haré extractos de aquellas partes en que he anotado cuanto ha ocurrido entre mí, los patagones y fueguinos, las impresiones que me causaron su aspecto y conducta. Espero poder mandar a Usted estos extractos antes de mi regreso a Europa y si Usted necesita de más información, esté Usted seguro que tendré sumo placer en dársela o procurársela, y tengo la honra, muy señor mío, de quedar de Usted, con el mayor respecto su sincero agradecido y muy seguro servidor.

Juan H. Smith.

Copia de Carta Dirigida por el General O'Higgins al Capitán Smith.

Lima, mayo 3 de 1841.

Querido señor:

El viaje que hicieron el año pasado los vapores Perú y Chile por el estrecho de Magallanes en el término de treinta horas, es un hecho decisivo de la importancia del vapor en esos estrechos. No hay ya duda alguna que buques de vela que se dirigen al Pacífico pueden conducirse por los estrechos en pocos días por buques de vapor de remolcar, y por tanto evitar la demora, el maltrato, las averías de sus cargamentos y los peligros de los temporales a los que están más o menos expuestos los que doblan el Cabo de Hornos, y con lo que está Usted familiarizado. suficientemente por la experiencia propia para que me sea necesario hacerle observaciones a este respecto.

Las ventajas de pasar los estrechos por vapores remolcadores son por tanto tan evidentes, que solo resta examinar hasta qué punto esas ventajas pueden valorizarse para comprarlas a un precio equitativo, y con este fin he suplicado a nuestro amigo el señor Moens que consulte a Usted sobre los hechos siguientes:

A saber:

1.ª  A cuánto ascenderá el costo de tres vapores para remolcar;

2.ª  A cuánto ascenderán los gastos anuales de estos buques agregando las desmejoras que necesariamente han de experimentar y sus seguros;

3.ª  A qué suma crecería una compañía establecida con este objeto, y a qué deben ascender sus dividendos anuales.

Para establecer el otro lado de esta cuenta será necesario calcular el número de buques de todas las naciones que ahora doblan el Cabo de Hornos, y qué cantidad se considerará como una remuneración competente para conducirlos por los estrechos. Con estos datos se verá si el Gobierno de Chile debe conceder un auxilio pecuniario, y de cuánto, para sostener la empresa, o si será bastante para impulsarla el establecimiento de colonias en los lugares más aparentes de los estrechos, con el fin de proveer gratis a los vapores, de leña, agua y verduras y por la plantificacion [sic] de un arsenal naval en que las refacciones puedan hacerse prontamente y a poca costa.

Mi salud es, a Dios gracias, mejor que cuando tuve el gusto de ver a Usted aquí en enero último, y es mi ánimo regresar a Chile mediante Dios en setiembre próximo, particularmente con el objeto de recomendar la colonización de los estrechos de Magallanes con arreglo al plan que he explicado a Usted, así como otras medidas calculadas a impartir las ventajas de la civilización y de la religión a los pobres desnudos habitantes salvajes de la Tierra del Fuego y de la Patagonia Occidental, cuyo miserable y desgraciado estado es un borrón sobre la cristiandad y sobre mi país en especialidad. Hace mucho tiempo que estoy penetrado de esto y particularmente desde la publicación de la interesante obra del capitán Fitz-Roy cuya generosidad y humanidad son una noble excepción de la general apatía de que más arriba me he quejado: pero hasta ahora no se ha presentado una oportunidad favorable de que yo pudiese hacer esfuerzo alguno satisfactorio a este respecto por razones que nuestro amigo el señor Moens explicará a Usted. Es por ello que ahora molesto a Usted y a él para que me proporcionen un presupuesto del costo de tres vapores para remolcar, de las entradas que proporcionarían y gastos que ocasionarían en los estrechos, con el objeto de que yo pueda someter un proyecto sobre el particular al Gobierno chileno, con la firme esperanza de que un íntimo amigo mío que se respeta mis opiniones se hallará muy pronto al frente de ese Gobierno; en cuyo caso no dudo que tomará un interés decidido en favor de una empresa, no sólo adecuada para beneficiar a los infelices habitantes de la Tierra del Fuego, sino también para aumentar la prosperidad del comercio chileno. Suplicando a Usted que disimule esta molestia, y con los más vivos deseos por su felicidad, persuádase Usted, mi querido señor, que soy su muy seguro servidor.

Bernardo O' Higgins.

Carta del Capitán Smith al General O'Higgins

Liverpool, setiembre 1.º de 1841.

A S. E. el General O'Higgins.

He sido honrado con la carta de S E. datada en 3 de mayo último que mi amigo el señor Moens ha puesto en mis manos a su llegada a este pueblo en el mes pasado. No puedo menos que sentirme altamente lisonjeado que V. E. me considere capaz de proporcionarle útil información sobre materia tan interesante a la humanidad y tan importante al comercio, como la colonización del estrecho de Magallanes y el establecimiento de vapores de remolque en el mismo Estrecho.

Estas son materias que yo debo confesar no ser del todo incompetente para ofrecer una opinión fundada sobre alguna experiencia y considerable reflexión.

He navegado dos veces por medio del estrecho de Magallanes, y tenido suficiente intercurso [sic] con los habitantes de la Tierra del Fuego para justificarme al decir que el fundador de la Independencia de Chile no podría posiblemente ocuparle en materias más dignas de su alto carácter, que en la colonización de estos estrechos y a las demás medidas calculadas a conferir las bendiciones de civilización y de religión sobre el pobre desnudo salvaje de la Tierra del Fuego y del Oeste de la Patagonia, cuya miserable y destituida condición de [?] una desgracia al mundo cristiano y particularmente a Chile, cuya legislatura ha, por haber concluido ese país dentro de los límites de la República, de este modo conferido sobre ellos el título de ciudadanos chilenos.

Con respecto a las medidas necesarias para la colonización del estrecho de Magallanes no presumiré ofrecer alguna opinión, siendo V. E. mucho mejor calificado que lo que yo posiblemente pudiera serlo para determinar lo que es mejor para hacerse en ese respecto. Por tanto, yo procederé a ofrecerle la mejor información a mis alcances en las otras materias mencionadas en la carta de V. E., y sobre lo que se sirve requerir mi opinión.

Primera. Con respecto a la suma que se necesitaría para comprar tres acomodables vapores de remolque.

Soy de opinión que la suma de cincuenta y cuatro mil libras esterlinas la que incluiría víveres y otros artículos para seis meses, que sean necesarios para ese designio. Los buques serán o deberían ser de cuatrocientas toneladas con ingenios o máquinas de vapor del poder de ciento veinte caballos, todas de fierro y de la muy mejor descripción a fin de que duren un largo tiempo sin requerir esos reparos que por algunos años serían difíciles en cualquier puerto del Estrecho, aun cuando se estableciese el arsenal naval, como V. E. lo indica, por el Gobierno de Chile en el puerto de Hambre, el que incuestionablemente es la mejor situación para un tal establecimiento.

Relativo al segundo punto sobre el que V. E. requiere información, a saber: el gasto anual de mantener estos vapores añadiéndose los seguros y gastos de reparos.

Permítaseme observar, que teniendo por conseguido, como V. E. indica, que el Gobierno de Chile quisiese suplir sin cargo, la necesaria cantidad de leña seca en lugar de carbon de piedra que pueda fácilmente efectuarse por la vasta cantidad de leña que se encuentra en el Estrecho.

Yo soy de opinión que el gasto anual de estos buques sería cerca de nueve mil quinientas libras esterlinas, no tomando en consideración (el Fuel), es decir, cualesquiera materiales que sirvan para el fuego.

Por lo que hace a la tercera cuestión de V. E., a saber: el monto del dividendo que una compañía podía esperar para inducirla a empeñarse en el establecimiento de vapores de remolques. Yo debo suponer que tal compañía debería esperar a lo menos diez por ciento sobre el capital, ademas un surplus suficiente para formar un adecuado fondo de reserva.

Hasta aquí no he encontrado gran dificultad en emitir mi opinión sobre los varios asuntos arriba mencionados; pero me sucedo lo contrario cuando según los deseos de V. E. debo calcular el número de buques de todas naciones que al presente doblan el Cabo de Hornos, y la suma que sería considerada como una remuneración moderada por remolcarlos por el Estrecho. Con respecto al número de buques que ahora doblan el Cabo de Hornos, V. E. podría obtener mejores datos de los comerciantes de Valparaíso que los que yo podría dar; de consiguiente me limitaré al objeto no menos importante de saber qué suma de dinero sería considerada como una remuneración moderada por remolcar dichos buques por el Estrecho por medio de buques de vapor. El mejor medio de obtener estos datos será comparándolos con los cargos que semejantes buques ocasionan en otras partes del mundo, como en Londres, Liverpool y el estrecho de Gibraltar, y por resultado juzgo que doscientos pesos por cada día empleados en remolcar un buque de doscientas cincuenta toneladas, y por lo demás en proporción, sería un cargo razonable.

Para ello adjunto un estado de los gastos en los puertos mencionados. Por todo lo expuesto soy de opinión que los capitalistas de Inglaterra o de la América del Sur no considerarían la inversión de sus fondos en una compañía para remolcar buques por el estrecho de Magallanes por medio del vapor, como una empresa provechosa y por tanto, que la creación de una compañía de capitalistas para ese objeto sería impracticable por mucho tiempo. Pero considerando el gran interés que Chile tiene en impedir que el comercio del Pacífico que al presente se hace por el Cabo de Hornos, se desvíe de su curso y vuelva al antiguo por el Istmo de Panamá, lo que ahora parece muy posible al menos para aquellos artículos de poco volumen y de mucho valor, me parece que el Gobierno de Chile que posee una renta tan floreciente, sería de opinión después de un examen prolijo que de ningún modo podría aplicar mejor una parte de su renta que en el establecimiento de colonias en el estrecho de Magallanes y de los buques de vapor, medida que, permítaseme observar, sería la mejor calculada para hacer progresar en la República el comercio, la civilización, la religión y la moral; y de consiguiente, aseguraría a su Gobierno una gloria positiva e inmortal, etc.

Con sentimientos del mayor respeto, etc.

Juan H. Smith.

P. D.—Espero que V. E. excusará la manera imperfecta con que he cumplido con la tarea que tuvo a bien imponerme. Cuando sepa que recibí su carta en circunstancias de estar listo a emprender mi viaja de Inglaterra a Valparaíso, donde espero tener el gusto de encontrar a V. E. en buena salud, y en ese caso tendré la oportunidad.de comunicar personalmente cualesquiera otros datos que V. E. pueda necesitar sobre el asunto de esta carta.

Extracto de Carta Dirigida al Capitán Smith por el General O'Higgins

Lima, febrero 4 de 1842.

[…] He recorrido su interesante carta con toda la atención que su importancia merece, y siento percibir las pocas esperanzas que al presente existen de poder formar una compañía que considerase el establecimiento de remolcaciones [sic] de vapor en el estrecho de Magallanes, como una empresa productiva. Sin embargo, de ningún modo desespero que el Gobierno de Chile, estimulado tanto por las razones que Usted menciona en su carta, como por otras que pueden aducirse antes de mucho tiempo, se considerará en el deber de ocurrir al Congreso Nacional para que lo autorice a emplear en el establecimiento de remolcaciones de vapor en el estrecho de Magallanes, aquella parte de las entradas del Estado que se pruebe sean necesarias para el cumplimiento de un objeto de tanta importancia para la nación, con la condición de exigir una remuneración tan moderada por los servicios de dichos buques y tal que fuese suficiente a impedir que la corriente del comercio se desviase de su curso actual, el Cabo de Hornos, hacia el Istmo de Panamá. [...]

Carta del General O'Higgins dirigida al Gobierno Chileno,
acompañada por las cartas del capitán Smith

Callao, agosto 4 de 1842.

Al señor Ministro de Estado en los Departamentos de Gobierno y Relaciones Exteriores, don Ramón Luis Irarrázaval.

Señor Ministro:

No permitiendo el estado precario de mi salud, regresar a mi patrio suelo tan pronto como esperaba, y siendo tan incierto el tiempo en que pueda llenar este primer deseo de mi corazón. Creo un deber mío no diferir por más largo tiempo el llamar a la alta consideración del Supremo Gobierno para someter a su sabio discernimiento varias materias respecto a planes que parecen eminentemente calculados a promover el honor y gloria de mi cara patria, y el bienestar de mis compatriotas.

La materia con que en la presente ocasión deseo llamar la atención del señor Ministro y por su conducto la del Supremo Gobierno, abraza los siguientes objetos, a saber:

1.º  La colonización del Estrecho do Magallanes por pobladores los más adaptables a aquel clima, como son los del archipiélago de Chiloé.

2.º  El establecimiento de buques de vapor para remolcar barcos mercantes por medio del Estrecho, y cuyos vapores (si fuere necesario, lo que no permita Dios) puedan ser de gran servicio en defender la nación contra ataques u hostilidades extranjeras.

3.º  Y últimamente la construcción de un vapor que haya de ser de primera utilidad, tanto para celar el contrabando de la costa, como para sondear y reconocer los canales del archipiélago que se comunican con el mismo Estrecho; y como igualmente las barras de los diferentes ríos situados entre Chiloé y Valparaiso, de cuya naturaleza estamos al presente, puede decirse, en total oscuridad. Quiero decir un vapor que cale solamente cuatro pies de agua, y acompañado de un bote de fierro, que no cale tampoco más de dos pies, capaz de sondear y reconocer estos ríos en una extensión que manifestaría y probaría la grande importancia a la agricultura y comercio de Chile. No me parece necesario observar que si los ríos navegables y canales han demostrado en todas partes ser el principal recurso de la prosperidad de las naciones, ellos deberán probar igualmente de peculiar valor en Chile, que no posee más de dos o tres caminos a propósito para carros; el principal de los que, es evidente deber su existencia a las miras filantrópicas y luminosas de mi finado señor padre.

De los tres objetos expresados, este último, para dar principio, parece ser de más inmediata ejecución, que recomendaría respetuosamente con urgencia al Supremo Gobierno y al Soprano Congreso, porque para efectuarlo requiere una suma de dinero que poco más o menos parezca calculada a dar al país beneficios de la más incuestionable y valuable discreción, como el señor Ministro verá por el contenido de las correspondencias que tengo el honor de acompañarle. Esta se compone de dos cartas escritas por mí al señor capitán Smith en el año pasado y el presente, con sus contestaciones; además de una carta que me dirigió en el año pasado de 1837 por este tan generoso como inteligente oficial, con el fin de darme informes que yo le había suplicado en una visita que me hizo a mi casa de campo en el valle de Cañete concerniente a la practicabilidad y ventajas de establecer vapores de remolque en el Estrecho de Magallanes, medida que por algunos años antes había ocupado seriamente mi atención.

Por el contenido de las cartas que tengo el honor de acompañar al señor Ministro, del capitán Smith, no dudo se convencerá, como ellas me han convencido a mí, que este señor es de sobrada inteligencia como experiencia, mientras que el trabajo extraordinario que ha tomado en una materia de la que no puede esperar ni pretende sacar provechos personales, prueban en la manera más satisfactoria su perfecto desinterés.

La alta opinión que he formado de la exactitud y conocimientos de este apreciable señor, me convencen tanto más en su apoyo, las instrucciones; e importantes obras de los celebres capitanes King y Fitz-Roy publicadas algunos años después que el capitán Smith me había escrito la primera carta contenida en la correspondencia ya expresada que va adjunta. No dudando que el señor Ministro tendrá la bondad, cuando crea conveniente, de someter esta nota y sus documentos a la respetable consideración de S. E. el Presidente de la República.

Tiene el honor de ser, del señor Ministro, su más atento obediente servidor, etc.

Bernardo O'Higgins.

Fuente: "La Corona del Héroe, Recopilación de datos i documentos para perpetuar la memoria del Jeneral Don Bernardo O'Higgins, mandada publicar por el ex-Ministro de la Guerra, don Francisco Echáurren", Santiago de Chile, Imprenta Nacional, 1872
Subido: 12-VIII-2013