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Además de los quillangos de guanaco y de zorro, los hay — y pueden encontrarse en el comercio — de piel de avestruz, con sus plumas, naturalmente, siendo los más estimados, más hermosos, y de más alto precio, los hechos con las plumas más blandas y blancas, sobre todo los llamados de «avestruz de huevo», que se hacen sólo con pichones, a costa de mucho trabajo y sobre todo de paciencia. Pocos ejemplares hay de esta clase, y si la moda se inclinara a ese lujo, no dudo de que el Struthio Darwinii [actualmente Rhea pennata, Ed.] iría muy pronto a aumentar el catálogo de las especies extinguidas.
[...] ese manjar, antes cotidiano en Patagonia, escasea hoy sobre la costa, porque los avestruces han ido retirándose hacia el interior, en un repliegue defensivo a que los han obligado los intrépidos e infatigables cazadores. Digo intrépidos, porque se necesita valor real para correrlos a rienda suelta, cuesta arriba y cuesta abajo, por campos cubiertos de piedras y guijarros, donde si no hace la vizcacha sus madrigueras, practica sus obscuras minas el tucu-tucu — más temible, porque sus trampas no se ven, como las del otro roedor.
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