© 2004-2017

Biblioteca Patagónica

Los Peligros del Cabo de Hornos (1872 - 1882)
Desgracias, penas y atrocidades: narraciones de sobrevivientes y observadores [en inglés]

PRESENTACIÓN

newsclip El barco Edward O'Brien averiado en Cabo de Hornos / San Francisco, martes 1° de octubre. / El barco Edward O'Brien, de Nueva York, llegó a ésta parcialmente averiado. Su timón fue retorcido durante una tormenta, dejando la nave inmanejable. El barco estuvo catorce horas a la deriva. Grandes cantidades de agua se filtraron por la popa y por la escotilla de proa, que había sido abierta para sujetar la carga. No se ha establecido aún el daño sufrido por la carga, pero se estima como considerable. Barco Edward O'Brien averiado en cabo de Hornos
New York Times, 2 de octubre de 1867

Desde que los primeros europeos se aventuraron en los mares que rodean el Cabo de Hornos, las descripciones de sus peligros han sido legendarias: vientos huracanados, olas gigantescas y rocas traicioneras. En tales condiciones, la menor falla o cualquier mínimo error puede conducir al desastre. Las condiciones calmas eran igualmente peligrosos para los veleros, porque se llevaban por la corriente, a veces perdiéndose en la costa rocosa.

A pesar de todo, hacia fines del siglo XIX, estas aguas vieron un tráfico constante de buques, transportando pasajeros y carga. Fue ésta una época de transición, cuando el carbón iba reemplazando poco a poco al viento como fuente de energía. Dado que los barcos a vapor funcionaban en forma relativamente independiente de la fuerza y dirección del viento, fueron capaces de navegar por la complicada, pero más segura, ruta del Estrecho de Magallanes. Los veleros preferían tomar el rumbo más peligroso hacia el sur: por lo tanto, eran más vulnerables a los accidentes, y las consecuencias de éstos eran más catastróficas. Un caso notorio, la pérdida del barco Golden Hind, tuvo repercusiones en los círculos diplomáticos: el representante de EE.UU. sugirió al gobierno de Chile la creación de un servicio de remolcadores a vapor para los barcos de vela, que sirviera para llevarlos de forma segura a través del Estrecho.

Golden Hind: (1872) Después de unas tormentas prolongadas, el barco perdió su timón y encalló en la costa oeste de Tierra del Fuego. La tripulación abandonó el barco en tres botes, dos de los cuales se perdieron pronto. Los sobrevivientes, sin ningún tipo de instrumentos, siguieron rumbo al Estrecho de Magallanes en búsqueda del puerto seguro de Punta Arenas. En el camino, tuvieron un trato amistoso pero poco fructífero con una familia de indios canoeros. Debilitados por el frío y el hambre, iban cada vez más lento, hasta que el grupo no pudo avanzar más. Varios de ellos murieron. Acosados por el hambre y la desesperación, los sobrevivientes no tuvieron måas recurso que comer la carne de sus compañeros. Finalmente fueron rescatados por un barco foquero que los encontró.

San Rafael: (1876) Después que su carga de carbón se incendiara, la fragata fue abandonada. De los botes salvavidas, uno fue rescatado por otro barco que pasaba; y el otro, con 9 personas a bordo, naufragó en una roca en la costa sur de la Isla Hoste. Incapaces de escaparse, la gente sufrió una muerte lenta por hambre. Fueron descubiertos por un grupo de nativos en sus canoas; éstos llevaron la noticia a Ushuaia. Cuando el misionero Bridges y el capitán Willis llegaron al lugar, había poco que hacer: registraron los nombres de los muertos y sus pocas posesiones, y cubrieron los restos. Posteriormente, el gobierno británico recompensó a los nativos por su ayuda humanitaria a los marineros en peligro.

Roseneath: (1882) Cuatro días de mal tiempo provocaron que este velero, en su viaje rodeando el Cabo de Hornos hacia el este, en rumbo a Gran Bretaña, tuviera una filtración de agua imparable. Todos a bordo debieron abandonarlo, usando los botes salvavidas, en pleno océano. El capitán, su esposa e hijo, y cinco otros sobrevivientes en el primer bote fueron rescatados una semana después. El oficial y otros cuatro marineros estaban en un segundo bote: llegaron rápidamente a tierra, pero se encontraron ante un peligro aún más poderoso — otros seres humanos. Todos, menos el oficial, fueron muertos por nativos canoeros, quienes lo tuvieron por varios meses. Finalmente, logró escapar con un grupo de nativos; y eventualmente fue recogido por un vapor en el Estrecho de Magallanes.

Estos tres informes de primera mano son una pequeña muestra de los desastres que ocurrían con terrible frecuencia. /§/ Las noticias de estos incidentes, tan patéticos y horrorosos, fueron difundidas ampliamente en la prensa de habla inglesa: sin lugar a dudas, deben haber servido para reforzar los ya existentes temores y estereotipos. /*/

La tendencia de algunos nativos del Cabo de Hornos de matar a los náufragos ya era legendaria y, hasta se sospechaba que fueran caníbales [ver título de diario]. Los comentaristas modernos, para quienes estos eventos son parte de la historia lejana, suelen explicar la agresión como un comportamiento territorial, o como una reacción a malos tratos por "blancos" intrusos. Sin embargo, como el caso del Golden Hind nos recuerda, hasta el tabú del canibalismo no es absoluto cuando se trata de la supervivencia.


/§/ Ver ejemplos de títulos de diarios. Hay otro relato en este sitio: el barco Manchester, naufragado en 1854.

/*/ En esta época, era común leer informes de "atentados y atrocidades", cometidos por los llamados "salvajes" en diversas partes del mundo. Algunos ejemplos puestos ante la vista del público incluyeron: Nueva Zelanda (Poverty Bay, 1869), Estados Unidos (Texas, 1870) y Australia (Territorio del Norte, 1874).