INICIO => | Presentación | en Argentina | Foto de la época | Mapa |
El autor de esta carta (sólo tenemos sus iniciales, G.H.C.) es un ovejero experimentado, oriundo del norte de la isla sur de Nueva Zelanda. Nos dice que tiene la barba blanca, y que se siente "más fuerte y mejor de lo que era hace veinte años" – evidentemente, es una persona madura, de más de 40 años de edad. Está familiarizado con el pueblo maorí, y fue residente por largos años en la zona de Marlborough: así que, tal vez, nació en Nueva Zelanda. Su estilo de escritura es coloquial, fluido y, a veces irónico.
Es su primera visita a América del Sur, y sufre un choque cultural: Argentina le atrae, pero también le repele; Tierra del Fuego es otra experiencia nueva. La vida allí, en 1898, sigue siendo muy precaria: la "civilización" sólo llega hasta Punta Arenas, en la otra costa del Estrecho de Magallanes; y, aparte de unos pocos buscadores de oro y sus operaciones de lavado, el interior de la isla es todavía un misterio.
Tan sólo diez años antes, el gobierno chileno había comenzado a conceder tierras para la cría de ovejas en el norte de Tierra del Fuego; entre ellas, se encontraba Spring Hill (1891, más tarde llamada Springhill). El ovejero escocés William Blain estaba a cargo de la puesta en marcha de esta gran operación; su diario de vida (publicado en este sitio web) ofrece información sobre este proceso, a más de sus relaciones con los habitantes originales (los Sélknam).
Desde la perspectiva de los estancieros, los "indios" son una seria amenaza para su capital de trabajo: las miles de ovejas, importadas de estancias cercanas para pastar en la pradera virgen. Desde la perspectiva de los nativos, las ovejas son una fuente de alimentación cómoda, fáciles de arrear y matar; para ellos, los alambrados no son obstáculos, se cortan según sea necesario. Sin experiencia previa en este tipo de situación, la respuesta de los ganaderos es ad hoc. Se contratan guardianes armados, y se envían grupos de jinetes para ahuyentar a los intrusos, pero no resuelven el problema.
Es difícil lograr una coexistencia pacífica: la continua fricción conduce a represalias por un lado, y más ataques por el otro. Hay muertos en ambos bandos. Se buscan "cazadores de indios" profesionales. La esposa del dueño de la estancia está "aterrorizada de su vida, no hay vecinos, ni un alma con quién hablar, sólo los sirvientes". Blain dice "35 hombres blancos han sido asesinados en mi tiempo". Sabemos por otras fuentes que el número de muertos Sélknam era mucho mayor.
El administrador de la empresa (cuyos socios incluyen a miembros de las familias Waldron, Wood y Wales) ha intentado abrir un camino pacífico - el suministro regular de carne a cambio del cese de la caza furtiva - pero no ha tenido el resultado deseado. Unos sacerdotes salesianos han establecido una misión en la cercana isla Dawson, como "refugio seguro" para recibir a los nativos desplazados. Poco a poco, vista la constante agresión, grupos enteros de indígenas son detenidos y deportados: el precio de la resistencia es la muerte. Es un proceso que recuerda a las "reservas indígenas" establecidas en los Estados Unidos y en otras partes del mundo, incluyendo la Araucanía chilena; de esta forma, los pueblos originarios no causan más "problemas".
Se trata de una narración auténtica, de primera mano, sobre estas "limpiezas". Describe cómo un grupo armado sale a "cazar" (la analogía con el deporte de la caza se aplica a la observación y el seguimiento de pistas, tanto de día como de noche); se dan instrucciones generales de matar sólo en defensa propia, no disparando a las mujeres y niños desarmados. Describe cómo éstos últimos se muestran miedosos y angustiados; los hombres capturados se mantienen bajo vigilancia armada durante el día, y con grilletes de fierro por la noche para evitar su fuga. El escritor está claramente impactado con esta forma de vida: "a menos que pueda ver algo mucho mejor, no voy a quedarme mucho tiempo".