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Historical Materials from Southern Patagonia
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The discovery of the region of Última Esperanza
Th expedition of Captain Eberhard (1892) — translation by Prof. Werner Gromsch [text in Spanish]

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I. Introducción.

Siendo comandante de uno de los vapores de la compañía alemana "Kosmos", en cuyo servicio permanecí más de once años, quedé estacionado con mi buque desde 1883 hasta 1886 en las Islas Malvinas, con contrato del gobierno a fin de hacer la carrera de correo alrededor de las diferentes islas, y si era necesario hasta Punta Arenas. Además de esto el buque de mi mando, que era el "Malvinas" estaba dotado de toda clase de medios de auxilio y de salvataje para socorrer a buques náufragos, tales como bombas, aparatos para establecer la obra de salvataje por medio de sogas y salvavidas, etc., etc. En 1884-85 tuve la oportunidad de socorrer con todo éxito al transporte "Angamos" de la Marina Chilena, que había encallado en una roca al abandonar Enden Harbour [sic, Eden] en la parte superior del Canal de Smith.

En aquellos años, alrededor de 1883, se hicieron las primeras tentativas para introducir la ganadería ovina en las regiones australes de la Patagonia, especialmente en los campos colindantes con el Estrecho de Magallanes, entre Punta Arenas y Cabo Vírgenes.

En consecuencia mi buque fue empleado preferentemente en el transporte de ovejas desde las Islas Malvinas al Estrecho, transportándose las primeras a Oazy Harbour para el señor H. Reynard y luego algunas a Punta Delgada para los señores Waldron y Wood como también otras a Useful Hill Station para el señor Douglas. En el transcurso de esos años tuve suficiente oportunidad de conocer a fondo esta clase de industria ganadera, y como era aún joven y gozaba de buena salud, tocando además mi contrato a su pronto fin, me resolví a empezar la ganadería ovina por propia cuenta.

Para poder hacer esto, era de imprescindible necesidad asegurarse una buena faja de tierra, si era posible, en algún punto de la costa.

Después de haber entregado el buque a mi mando a sus propietarios, tomé en arriendo una tropilla de caballos e hice una expedición desde Punta Arenas vía Punta Delgada al Cabo Vírgenes, encontrando a mi gran pesar que todas las tierras litorales en territorio chileno ya estaban en manos fijas.

Allí no había más remedio que avanzar más, tierra adentro, en territorio argentino, donde tuve la suerte de encontrar un lugar adecuado cerca del Río Gallegos y situado sobre ambas orillas de un riachuelo denominado Río Chico. La próxima cuestión era averiguar si el Río Gallegos podía usarse para el transporte de carga, lo que pude constatar con todo éxito, aceptando la invitación del honorable Dudley, a quien había encontrado en Montevideo en ocasión de su gira alrededor del mundo a bordo de su yate "Marchesa". Dicho caballero me invitó a acompañarle en carácter de piloto y de compañero de deportes alrededor de las Islas Malvinas y a través del Estrecho de Magallanes y el Canal de Smith, bajo la condición de que la "Marchesa" visitaría el Río Gallegos y haría algunas exploraciones generales en el mismo.

En Mayo de 1887 volví a Punta Arenas, preparé una nueva expedición y tomé posesión del campo que entre los indios lleva el nombre de "Chymen Aike". Aquí puse mis carpas con la intención de pasar el invierno y estudiar las condiciones del campo durante esta áspera y fría estación. A mediados de Junio salí con dirección a Santa Cruz, que era entonces la sede del gobierno de ese territorio, llegando a esa después de un viaje muy sufrido y lleno de aventuras. Allí firmé mi contrato con el gobierno, asegurándoseme 40,000 hectáreas de campo. Inmediatamente volví a mi campamento a orillas del Río Chico y de allí a Puerto Stanley en Malvinas, a fin de contratar un pequeño vapor y trasladar a mi familia, una pequeña casa y provisiones.

La ruda labor, las privaciones y los demás sacrificios que el comienzo de una empresa ganadera traen en su consecuencia, principalmente en una región, entonces completamente desconocida, sin comunicaciones ni las condiciones más necesarias para la vida, como carne fresca, etc., son demasiado bien conocidas, para que las repita aquí. Pero yo era joven, tenía mucho entusiasmo para la empresa y luego la nueva estancia llegó a desarrollarse poco a poco. Otros pobladores habían empezado empresas análogas al mismo tiempo y aún más tarde. El Gobierno argentino había enviado varias comisiones para conocer la región. La Gobernación de Santa Cruz había sido trasladada a Gallegos, y el territorio de Santa Cruz aumentó lentamente en el número de sus habitantes y en la cantidad de sus rebaños.

Ya en aquellos años el Gobierno argentino demostró un gran interés para explorar las condiciones topográficas de las regiones situadas en el limite Oeste de su territorio, y varias expediciones fueron enviadas en carácter semi-oficioso, para explorar aquellas regiones desconocidas.

La primera expedición, si bien lo recuerdo, fue encabezada por un oficial de la Marina argentina, el capitán del Castillo, que partió de Gallegos y siguió el río, tierra adentro. La segunda expedición fue capitaneada por el entonces gobernador don Ramón Lista. Este último emprendió su viaje a bordo de una lancha a vapor desde Santa Cruz y fue el primero en navegar sobre el río del mismo nombre hasta llegar al lago que lo alimenta.

El verdadero objeto y resultado de ambas expediciones lo ignoro en absoluto, pero sí, se llegó a conocer con certeza que ninguna de las dos habría llegado a las orillas del Pacífico.

Un poco más tarde un tal señor Mercerat visitó la parte superior del Río Gallegos y el Río Turbio, con el objeto de hacer algunos estudios geológicos, pero también él tuvo que volver sin acercarse a los tan apetecidos Canales.

Existía entonces la presunción de que peligrosísimos pantanos, espesuras impenetrables y selvas vírgenes impedirían a cualquiera éxito alguno y así fue que todas las tentativas cesaron por un cierto período. Por mi parte, mi interés no se desanimó tan pronto y me quedé en la espera, ansiosamente, de una oportunidad, para poder ir allí yo mismo.

Naturalmente, el fin que yo perseguía no tenía ni carácter político ni científico, sino se limitaba sólo al deseo de averiguar lo que eran aquellas "Plains of Diana" (Llanuras de Diana),— denominadas así en los mapas del Gobierno inglés,— desde el punto de vista de un estanciero que criaba ovejas. Varias veces había procurado obtener informaciones acerca de aquella región por medio de cazadores de focas o de buscadores de oro de Punta Arenas, etc., pero todos los relatos eran tan vagos y a menudo tan contradictorios, que resolví ir a ver aquella región con mis propios ojos.

Como las tres expediciones arriba mencionadas habían tenido un resultado negativo, consideré a mano del mapa de esa región las posibles causas de aquellos fracasos y llegué a la conclusión que los densos bosques y otros obstáculos deben haber impedido a esos señores, averiguar sus posiciones. Como además no conocían el aspecto de las diferentes montañas, ya que no tenían más que su brújula u otros instrumentos terrestres para guiarse por ellos, ellos podían aprovechar relativamente poco de sus averiguaciones, máxime en densos bosques atravesados por peligrosos pantanos, donde de poca o ninguna utilidad son esos instrumentos.

Considerando, como he dicho, estos y varios otros puntos de vista, me vino la idea de que el mejor modo para obtener una vista general de las regiones en cuestión de la Patagonia, a mi modo de ver, seria el de hacerlo por mar. Y para llevarlo a cabo, sería necesario, hacer la expedición en un bote y aún en la peor estación del año, es decir, en invierno y a principios de la primavera.

La gran dificultad para una persona particular con recursos bien limitados, para emprender semejante expedición, era naturalmente y en primer término la cuestión monetaria, y esta consideración me afirmó una vez más en la idea ya mencionada más arriba.

II. El descubrimiento de Última Esperanza como región apta para la ganadería ovina.

Fue en el mes de Mayo de 1892, y había justamente terminado el trabajo general con las ovejas y el invierno empezó a presentarse con todo su rigor y desagradable monotonía, cuando recibí en Chymen-Aike la visita de mi vecino, el señor Augusto Kark.

Sentados al lado de un confortable fuego, la conversación pronto giró alrededor de las expediciones de del Castillo y de Lista, y en consecuencia alrededor de mí opinión arriba mencionada, sobre la posibilidad de encontrar campos aptos para la ganadería ovina en la región de Última Esperanza. El correspondiente mapa estaba pronto a mano y antes que nos acostáramos aquella noche, nos habíamos decidido a hacer una tentativa para ver aquella región. Estuvimos bien conscientes de las dificultades y obstáculos que se nos opondrían en nuestra empresa, pero gozando de buena salud y estando harto templados contra cualquier esfuerzo físico y, — dicho sea de paso—, no disponiendo de demasiado capital—, aceptamos como base de partida la idea de hacer la expedición, en bote. Al otro día pregunté entre mi gente para saber quien quería acompañarme y estuve muy complacido que uno de mis ovejeros, Teodoro Huelphers, un antiguo marinero, ofreció voluntariamente sus servicios.

Es evidente, que yo como esposo y como padre de tres niños, tuve que esperar grandes dificultades por parte de mi mujer, pero felizmente quedaron estas al fin, vencidas y arregladas satisfactoriamente, así que el 1° de Junio de 1892 ya nos vio en el camino por tierra con una buena tropilla de caballos en dirección a Punta Arenas.

Apenas habíamos llegado allá cuando expuse mis propósitos al Cónsul alemán y personal amigo mío, don Rodolfo Stubenrauch, quien primeramente se reía de nosotros, pero una vez que le hube detallado todos nuestros planes e ideas, quedó convencido y ansioso de ver la empresa realizada llevándome al Gobernador Dr. Briceño. Allí encontré toda clase de atenciones y se fijaron las medidas de precaución para nuestra seguridad personal, por si acaso no estuviéramos de vuelta dentro de un determinado lapso de tiempo. Al mismo tiempo procuré obtener todas las informaciones posibles acerca de la navegación a aquellas partes de los Canales, informaciones que me fueron suministradas por cazadores de focas, buscadores de oro, etc., etc. Sin embargo, era imposible, formarse una idea exacta de ellas, y yo, por mi parte, creo realmente, que ninguno de los hombres, que me proporcionaron datos, han estado allí una sola vez.

Los únicos datos valiosos que pude recoger eran los que me dieron los oficiales de la cañonera chilena "Magallanes", los señores Valdez y Pacheco, quienes habían estado en aquellas regiones un año antes con el capitán Serrano, pero sobre la tierra misma y sus condiciones no me pudieron contar nada en absoluto. En consecuencia de todo esto era natural que debía depender completamente de mi mismo.

El próximo asunto importante era, encontrar un bote adecuado, lo que felizmente obtuve con la chalupa del vapor alemán "Cleopatra", que había naufragado algunos meses antes en la. Punta Dúngenes. Otro gran cuidado debía tomarse en el aprovisionamiento de la expedición, pero mi experiencia, basada en cinco años de vida campestre en la Patagonia y en el hecho de que yo era un antiguo marino, nos ayudó a vencer también esta dificultad. Como era de invierno, se impuso la necesidad de llevar una buena cantidad de grasas, principalmente tocino y manteca de chancho como también porotos, garbanzos y azúcar. A fin de economizar lugar llevé harina en vez de galletas. Sabiendo por experiencia que el abastecimiento de carne fresca por medio de la caza es casi siempre problemático y que uno no puede depender de aquello, yo agregué a los víveres algunas latas con carne de capón, provenientes de Australia. Licores llevamos sólo en cantidad limitada, es decir, un cajón de coñac y otro de whisky.

Tan pronto que el aprovisionamiento con víveres quedó terminado, dediqué mi atención a las carpas y comodidades para dormir. Fueron adquiridas dos buenas carpas, algunos vellones de oveja, sábanas y una capa de guanaco para cada uno de nosotros. En cuanto al armamento debo decir que cada uno llevaba un revólver y un Winchester con suficiente munición.

El bote, al que he hecho referencia más arriba, estaba provisto de dos mástiles con velas bien extensas, de un ancla y de un aparejo para poderlo poner sobre la playa en caso dado.

Mi intención era, llevar sólo, dos personas conmigo, al señor Kark y a Teodoro Huelphers, pero tanto el Gobernador, señor Briceño como don Rodolfo Stubenrauch no me querían dejar ir sin tener a lo menos una tripulación de cuatro hombres. Felizmente encontré a dos jóvenes ingleses, los señores Game y Cattle, que habían sido anteriormente guardia-marinas de la Armada británica. Ambos se declararon dispuestos a acompañarme en mi expedición.

Por fin, el 10 de Junio todo quedó en su orden terminado y no tuve más que esperar al próximo vapor de la compañía "Kosmos", para que me remolcara a Istmus Bay en el Canal Smith, para dejarme allí entregado a mis propios propósitos. Pero sucedió que un vapor pasó el 11 de Junio por el puerto de Punta Arenas. Era un vapor inglés, el "Africa", que vino de Nueva York con carga surtida destinada a San Francisco. Como el comandante de dicho buque no estaba muy familiarizado con la navegación a través del Estrecho de Magallanes y del Canal de Smith, el quiso tomar practico, y después de algúna conversación con él convenimos en que él me llevaba con mi chalupa, víveres y tripulación hasta Istmus Bay, mientras que yo me comprometía a conducirle el buque al través del Estrecho. En consecuencia de este arreglo nosotros nos embarcamos todos esa misma noche a bordo del "Africa".

Anteriormente yo había escrito cartas a todos mis antiguos camaradas, los capitanes de la compañía "Kosmos", comunicándoles mi empresa y requiriendo de ellos que pongan su atención sobre mi y los míos al pasar por el Canal de Smith en las proximidades de Istmus Bay o sus alrededores.

* * *

Estero Eberhard Nota del Traductor: Hasta aquí va el documento en su parte que se refiere a los antecedentes y a los preparativos de la expedición que tuvo como consecuencia el descubrimiento de la región de Última Esperanza. La parte que sigue, y que es la más interesante y valiosa de todo el documento, la encabeza el capitán Eberhard: "Extracto del Diario llevado en la expedición".

Nosotros daremos íntegra también esta parte, aunque el traductor ha tenido que reconstruir [en] diferentes capítulos las anotaciones cortas o incompletas, que hay en dicho diario.

Helo aquí:

III. Extracto del Diario llevado en la expedición.

Junio 12. (1892)— Abandonamos Punta Arenas a bordo del "Africa", un viejo vapor inglés que anteriormente pertenecía a la "Union Line", e hizo viajes a la costa occidental de Africa. El comandante era muy amable con nosotros, pero no ocultaba su temor por la pasada por el Estrecho. Aquella misma noche anclamos en la Bahía San Nicolás, porque no le gustaba al capitán seguir navegado en la oscuridad.

Junio 13.— Muy temprano, en la madrugada abandonamos nuestro refugio de la bahía San Nicolás, soplando un fuerte viento N. O., con abundante lluvia. A la altura de Long Reach el tiempo se empeoró de tal manera quo me decidí a anclar en Puerto Angosto. En un principio, el capitán, señor Percy, tenía miedo de entrar en aquel puerto, pero yo conduje al buque a un buen lugar para echar anclas.

Junio 14.— A las cuatro de la madrugada salimos de Puerto Angosto, pero apenas habíamos entrado al Estrecho, cuando empezó a caer una densa neblina, la que fue acompañada por una nevazón. La máquina iba a poca velocidad. Al fijar el rumbo hacia Tamar me encontré con que no había sido llevado a bordo del "Africa" el diario de viajes, obligatorio en toda embarcación, y que las últimas anotaciones en borrador fueron hechas en la desembocadura del Río de la Plata, a lo memos unos ocho días o más antes. (La célebre navegación inglesa!!!) A las seis y media de la mañana apareció de repente, apenas visible a través de la nieve una enorme roca. Acto seguido di la voz de mando para que la máquina vaya a toda fuerza atrás. Felizmente obedeció la hélice, en el acto y seguimos navegando hasta que a las 8 a. m. el tiempo mejoró y pasamos por el cabo Tamar.

Cuando estuvimos navegando ya tranquilamente el capitán Percy nos comunicó su decisión de abandonar ahora el Estrecho y de llevarnos hasta Coronel. Era lógico que todos nosotros nos unimos en nuestra protesta contra semejante decisión, y por fin llegué a convencerle de entrar en el Canal de Smith. Di toda clase de instrucciones sobre la navegación y los puertos en los canales al Norte del Istmus Bay, donde llegamos a las 4 de la tarde, echando las anclas. Nosotros desembarcamos nuestros víveres y la chalupa bajo una lluvia que duró toda la noche.

Junio 15.— Eran más o menos las seis de la mañana, cuando divisamos desde tierra un vapor alemán de la compañía Kosmos, que llevaba su rumbo hacia el Sur, pasando por Istmus Bay. Al mismo tiempo el "Africa" levantó el ancla y salió del puerto. A nuestra sorpresa, el vapor no siguió el rumbo Norte a través de los Canales, sino volvió nuevamente al Sur, probablemente por el temor del capitán, de continuar por los canales solo.

Luego trasladamos todos nuestros víveres y las carpas al puerto interior de Istmus Bay y empezamos a construir una especie de muelle, con postes que cortamos allí mismo, a fin de amarrar bien nuestra chalupa. No cesó la lluvia por un solo momento. Colocamos nuestras carpas en el lugar más seco que pudimos encontrar, pero, sin embargo, era tan húmedo, que las camas quedaron completamente mojadas en poco tiempo. Mis compañeros estaban aún de bien humor, merced a una botella de coñac.

Junio 16.— Una carpa trasladamos al costado Oriente de Istmus Bay, llevando también todos nuestros víveres allí. Luego más tarde alzamos la chalupa al muelle, lo que era una tarea más dura y penosa de lo que habíamos creído en un principio, pues el subsuelo era demasiado blando, de modo que apenas aguantaba el muelle provisorio, el enorme peso.

Durante toda la mañana el tiempo era seco. Nos preparamos un opulento almuerzo de tocino y de pan, que el capitán Percy había tenido la gentileza de hacerlo preparar para nosotros a bordo del "Africa". Luego arreglamos definitivamente nuestra chalupa y la cargamos para el primer periodo de la expedición. Una vez bajada al agua, encontré que el bote tenía mucha carga, pasando el borde tan sólo doce pulgadas por encima del agua. A la 1 y 30 p. m. salimos de Istmus Bay con la intención de llegar a Cabo New Year. Reinó una suave brisa Norte con un poco de lluvia, de manera que pusimos las velas.

Desde las tres de la tarde tanto el viento como la lluvia aumentaron considerablemente agregándose más tarde a esta una densa neblina, de manera que no pudimos ver la costa opuesta. A eso de las cuatro tocamos tierra en una playa muy rocosa en la parte oriental de Istmus Bay. Tuvimos que descargar la chalupa a fin de poder subirla a la playa y asegurarla convenientemente. Mientras tanto siguió lloviendo a cántaros. Apenas habíamos terminado esa labor cuando pusimos las carpas en un lugar adecuado. Las tentativas de hacer un fuego fracasaron todas, debido a la circunstancia de que no se pudo encontrar una sola astilla seca. Toda la leña era empapada por la lluvia. En consecuencia pasamos una noche miserable, quedando mis compañeros con su ánimo muy deprimido.

Junio 17.— La mañana se presentó con una fuerte helada, indicando el termómetro 4 grados centígrados bajo cero. El tiempo era por lo demás espléndido. Cuando quise levantarme de mi cama, no lo conseguí, por causa de un fuerte ataque de reumatismo, que se había apoderado de mí. Sólo con la ayuda de los otros pude por fin levantarme. Al orientarme me encontré con que habíamos desembarcado en la parte occidental de la Península, cuya punta extrema norte es denominada Cabo Año Nuevo.

Resolvimos permanecer en este lugar a fin de secar nuestros vestidos y las camas, que hablan quedado completamente mojadas por la constante lluvia y la humedad del suelo. A medio día el termómetro indicó 2 grados centígrados sobre cero. Por fin conseguimos encender un fueguecito muy pobre, como toda la leña en los alrededores había quedado enteramente mojada. A las 8 p. m. el termómetro indicó 2 grados centígrados bajo cero.

Junio 18.— En la madrugada el tiempo era hermosísimo pero muy frió, marcando el termómetro 5 grados centígrados bajo cero. Cargamos y arreglamos la chalupa y después de un rápido desayuno nos hicimos a la mar a remos a eso de las 9 a. m. Como la tripulación aún no estaba bien entrenada, hicimos nuestro avance muy lentamente. Culpa de esto tenía también la carga voluminosa en la chalupa, así que los hombres tuvieron que remar en posiciones muy incomodas. El cielo era despejado pero pronto sobrevino una fuerte brisa que traía un intenso frío consigo. Mi ataque de reumatismo me condenó a la inactividad y me causó grandes dolores. A medio día llegamos a las islas de Año Nuevo, donde nos detuvimos para un frugal almuerzo. A la 1 y 30 salimos nuevamente, marcando el termómetro 1 grado centígr. sobre cero. Luego nos encontramos en el Union Sound. Un fuerte viento sur se levantó, soplando en dirección contraria a nuestro rumbo. Pusimos las velas y tratamos de navegar, en contra del viento, cruzando, pero no tuvimos éxito alguno. Así tuvimos que recurrir nuevamente a los remos, navegando a lo largo de la costa occidental del Union Sound, hasta que encontramos una pequeña bahía con una playa arenosa y blanda, donde a las 4 p. m. hicimos subir la chalupa a la playa por medio del aparejo y colocamos las carpas para la noche. El termómetro marcaba 0 grado.

Estero Eberhard Junio 19.— A la salida del sol reinaba una calma absoluta. Temperatura 3 grados centígrados bajo cero. A las 9 a. m., estábamos listos para hacernos a la mar a remos. Mi reumatismo era tan fatal como antes, así que mis compañeros tuvieron que ayudarme para que pudiera subir a la chalupa. El ánimo de ellos se mostró muy decaído, pero conseguí alentarlos algo, por fin. Al preparar el bote para el viaje había encontrado otro modo de colocar la carga, así que los hombres quedaron con más comodidad ahora para remar. A medio día llegamos a una pequeña isla en la costa oriental del Union Sound, denominada Isla Tortuga. Desembarcamos allí. El termómetro marcaba 1 grado centígrado sobre cero, y el tiempo era espléndido.

A la 1 y 30 p. m. salimos nuevamente y llegamos hasta la isla grande en "Ancón sin salida". Allí hicimos subir la chalupa a la playa en una bahía en el costado norte de la isla. Al reconocer los alrededores hallamos los restos de un campamento de indios, donde pasamos la noche. Temperatura 1 grado centígrado bajo cero.

Junio 20.— Había llovido toda la noche. En la mañana sopló un fuerte viento del norte. Como la bahía, en la cual nos habíamos refugiado, quedaba directamente expuesta a la gran marea, provocada por el viento, tratábamos de salir tan pronto como pudimos. Pero una vez al otro lado de las rocas, el fuerte oleaje ocasionó una dura labor a los compañeros para remar. Después de grandes esfuerzos doblamos por el cabo Ernest y entramos en una pequeña bahía a eso de las 12 del día, quedando allí para almorzar. El termómetro marcaba 1 grado centígrado sobre cero. Mi reumatismo quedó aún como antes.

En la tarde persistía el fuerte viento mientras que nosotros hicimos maniobras de viraje con rumbo al S. O., pero no avanzamos un solo paso. Fuertes ráfagas de viento se produjeron por los cerros. Luego tratamos de llegar a una pequeña bahía al norte de Cabo Ernest, en la costa oriental del canal que está marcado en el mapa con 12 y 9 nudos de profundidad del agua, pero no pudimos entrar en ella a causa de las fuertes rachas de viento que cayeron sobre nosotros. Al remar a lo largo de la costa llegamos a una quebrada en las rocas que parecía una cueva y dentro de la cual el agua era de poca profundidad y bien protegida contra el oleaje. Dirigimos el bote hacia el interior y encontramos un lugar bueno y seco para colocar las carpas y encender un fuego. En esta ocasión tuvimos el primer fuego resplandeciente desde que salimos, circunstancia que estimuló mucho el buen humor de la tripulación. Al lado de la fogata extendimos nuestras ropas y camas y aquella noche dormimos por primera vez con todas las comodidades. También tuvimos la primera comida buena; bien cocida y en abundancia. Porotos con tocino. La temperatura era 0 grado.

Junio 20 [sic].— Mi reumatismo está en vías de franca mejoría. Después de haber cocido una buena cantidad de porotos para tenerlos preparados a bordo para un caso de necesidad, salimos de nuestro escondite a eso de las 10 a. m. El cielo estaba nublado, amenazando además llover. Tuvimos que remar fuertemente, al principio, contra el viento norte y la corriente. A medio día llegamos al lado opuesto a la entrada del Estrecho de Kirk, donde paramos y almorzamos, indicando el termómetro 2 grados centígrados sobre cero.

Como la marea estaba aún en dirección contraria a nuestro rumbo, remamos al abrigo de la costa norte del Estrecho de Kirk hasta la primera isla, donde dirigimos la chalupa en una pequeña bahía entre las rocas y pernoctamos. Al anochecer llovió muy fuerte, marcando el termómetro 1 grado centígrado sobre cero.

Junio 22.— Al amanecer continuaba aún la lluvia. Habíamos pasado una noche muy mala, debido al formidable ruido de las olas, que se estrellaban contra la pequeña roca, en la cual estábamos. Luego más tarde constatamos que la corriente de la marea era favorable a nuestro rumbo, de modo que nos apresuramos en el desayuno y alistamos la chalupa para seguir adelante. A las 8 y 30 a. m. salimos. La corriente nos ayudó en forma muy eficaz y gozamos de la gran rapidez con la cual seguimos nuestro rumbo. Al haber pasado la segunda isla, observé que el canal estaba bifurcándose. Dirigí la chalupa hacia la parte más recta de la bifurcación, dejando a babor una pequeña isla rocosa y a estribor unas rocas muy puntiagudas. La corriente había aumentado mientras tanto considerablemente y la chalupa siguió su rumbo volando por el agua. Volver hacia atrás ya era imposible, y yo comprendí que solamente sangre fría, buena dirección del bote y entendimiento perfecto del peligro por todos en el bote, podían llevarnos sanos y salvos a través del peligroso canal. De repente noté un gran remolino, justamente frente a nosotros, pero lo pasamos sin dificultad. Un minuto más tarde la corriente arrastró nuestra chalupa entre la isla y la roca. El bramido del agua era horroroso y el efecto que produjo sobre la tripulación, lo pude juzgar por las caras pálidas delante de mí. Aún estuvimos en el mayor peligro y tuvimos que pasarlo, pero mi tripulación se portó como hombres y como verdaderos marinos. El bote estaba corriendo a través de esta angostura con la rapidez de un relámpago. La enorme corriente produjo aquí remolinos de 40 a 50 pies de diámetro y de 8 a 10 pies de profundidad, en todos los lados. Al pasar por uno de ellos, las olas se erigían alrededor del bote como verdaderas murallas, por varios pies más altos que los bordes de la chalupa. Sin embargo, la tripulación estaba firme en su lugar. Sólo el remo No. 3 estaba en acción con suave presión, mientras que los otros estaban a la guardia para ayudar el manejo del timón en un caso dado. En un lapso de tiempo más corto de lo que yo puedo escribir en mi diario, pasamos el peligro y llegamos a aguas más tranquilas, donde buscamos un lugar seguro para reponer nuestros nervios por medio de un buen trago de la botella de whisky. Aquellas angosturas de Kirk son efectivamente el lugar más temible, en el cual he estado en mi vida. Si hubiéramos tenido una idea, de que las corrientes de marea son tan fuertes (según mi opinión su velocidad es a lo menos de 10 millas por hora), habríamos esperado una corriente más lenta. Pero como ya estábamos adentro, tuvimos que pasar y así lo hicimos, aunque estoy seguro de que cada uno de nosotros estaba plenamente convencido de que el más insignificante error en la dirección del timón y manejo del remo significaría para nosotros una muerte segura. Bien hecho, muchachos!

Ea. Consuelo, casa del capataz Después de que habíamos pasado la angostura, se pudo constatar un notable cambio del tiempo. Mientras que había llovido durante toda la mañana y todavía podíamos ver caer la lluvia a popa de nosotros sobre la angostura, nuestra chalupa pasaba ahora bajo un espléndido brillo del sol, lo que contribuyó grandemente a restablecer el buen ánimo entre la tripulación.

Como el tiempo siguió espléndido remamos hacia el otro lado a la costa oriental del canal y desembarcamos en una plana y arenosa playa, colindante con Fog Bay, donde colocamos las carpas, encendimos un buen fuego y pasamos la tarde con una buena y sustanciosa comida, condimentada con chistosos relatos de los acontecimientos del día. El termómetro marcaba a las 8 p. m. 1 grado centígr. bajo cero.

Junio 23.— Al amanecer el tiempo era espléndido, con una temperatura de 2 grados bajo cero. La noche había sido fría y serena. A eso de la media noche fuimos despertados por un incendio que amenazó quemar el árbol debajo del cual habíamos colocado la carpa. Salimos pronto y seguimos la costa de la Península hacia el Oeste de Obstruction Sound. Por la tarde hicimos subir la chalupa a la playa de una bahía en el extremo Norte de Obstruction Sound. Encontramos un campamento abandonado de los indios y nos preparamos para pernoctar. Al anochecer la temperatura había bajado a 5 grados centígr. bajo cero.

Ea. Consuelo, Villa Luisa Junio 24.— El día amaneció con un tiempo espléndido, soplando un suave viento del oeste y marcando el termómetro a las 8 a. m. 6 grados centígr. bajo cero. Después del desayuno nos hicimos a la mar y pusimos las velas primeramente, pasando por la costa Sur de Focus Island. A medio día doblamos por la extrema punta Norte de Monte Rotundo y procuramos entrar a la bahía por el lado oriental de ella, pero nos encontramos con que estaba helada del todo e inaccesible. Luego desembarcamos en la costa oriental de la bahía para almorzar allí. Vimos a varios huemules pero no alcanzamos a darles caza. Por la tarde navegamos a Disappointment Bay, donde tuve la intención de desembarcar y permanecer por el espacio de algunos días. Al acercarnos a la entrada a la bahía el agua disminuyó tanto en su profundidad, que a 100 metros de distancia de la playa nuestra chalupa ya chocó con el fondo del mar. Saltamos al agua y nos dirigimos a la playa a fin de buscar un lugar adecuado para el desembarque. Una vez en tierra encontramos un río que desembocaba en la bahía. Hacia allí llevamos la chalupa, descargando primero toda la carga, debido a que el agua tenía tan poca profundidad. Luego arrastramos el bote por sobre un banco de arena y lo dirigimos al río.

Luego pusimos las carpas. Todos estábamos de buen ánimo, ya que habíamos llegado a la primera estación de nuestra expedición. El terreno es llano y es evidentemente la extremidad occidental de la gran llanura patagona. Permaneceré aquí hasta que las circunstancias me aconsejen partir y hasta que haya visto lo que son aquellas "Plains of Diana" (Llanuras de Diana).

Hay abundancia de leña, llevada por la corriente a la playa, de manera que podemos hacer buenos fuegos. Celebramos el día con un fuerte ponche caliente. Hace mucho frío y el viento ha cambiado al Sur. La temperatura es de 6,5 grados centígr. bajo cero.

Junio 25.— Pasamos una noche sumamente fría. El termómetro marcó 8 grados centígr. bajo cero, soplando un viento S. S. O. Luego arreglamos el campamento para una estadía más larga. Lavamos las ropas y a nosotros mismos, lo que era muy necesario, como hasta ahora estuvimos obligados a descuidar nuestro aseo en una manera, por cierto, bien desagradable.

En la tarde salí en dirección al Este acompañado por el señor Augusto Kark. Después de media hora de ruda labor de rompernos un camino a través de un denso bosque, siguiendo la dirección del río, aguas arriba, llegamos a una extensa laguna o lago, que bautizamos con el nombre de "Lago Luisa". Como esa laguna estaba enteramente helada, volvimos con la intención de repetir la excursión en esa dirección y de llevar nuestros patines con nosotros.

El terreno de la costa está bien abierto en una distancia de 300 a 600 metros, pero más allá un bosque muy denso aunque degenerado por la influencia de los fuertes vientos y compuesto de robles, hace muy difícil un avance.

A las 8 p. m. la temperatura bajó a 7 grados centígr. bajo cero, soplando un viento S. O. que trajo aún más frío consigo.

Junio 26.— Durante la noche el viento se había intensificado aún más que en la tarde anterior, siendo la mañana muy fría, con una temperatura de 6 grados centígr. bajo cero.

Caminamos a lo largo de la playa en dirección al Sur y subimos unas cuantas colinas que corren paralelas a la costa sur de Disappointment Bay. Encontramos altos bosques con esplendidos árboles grandes. Cuando habíamos llegado a la cumbre no pudimos ver absolutamente nada hacia el Sur, porque el bosque era demasiado espeso. Hacia el Este vimos una región suavemente ondulada y colindante en el Norte con la laguna, sobre la cual estuvimos ayer. El campo al lado sur del lago y que de acuerdo con el mapa se supone que es la "Llanura de Diana", está cubierto de arbustos y aparentemente de grandes extensiones de los mismos robles degenerados, y siendo cruzados aquellos bosques por pequeñas aperturas, que corren hacia la laguna.

A pesar de que mi posición es satisfactoriamente alta para obtener una buena vista hacia el Norte, esto es imposibilitado en dirección al Sur, debido a las alturas prominentes del cerro en cuya cumbre me he estacionado. El aspecto del terreno hacia el Este y Norte del lago es similar a aquel hacia el Sur. Me propuse dar otro vistazo a los alrededores mañana, desde el lago mismo, usando mis patines. El lejano horizonte en el Norte está limitado por hileras de altos cerros, que tienen un muy precipitado, tortuoso declive hacia Última Esperanza, mientras que bajan suavemente hacia el Oriente. En el Noreste se eleva un alto conjunto de montañas, cubiertas de nieve, que yo tomo por la Sierra La Torre, mencionada en el mapa.

El tiempo es muy frío y el viento sopla con sumo rigor. Volvimos a las carpas. El termómetro marcó 8 grados centígr. bajo 0.

Junio 27.— La noche era muy fría, y por la mañana las carpas eran completamente escarchadas por la evaporación. El termómetro indicó 9 grados centígr. bajo cero. El tiempo era espléndido, y vimos pasar algunas ráfagas de nieve por encima de nosotros. El viento soplaba en dirección O. S. O. Después del desayuno me fui con el señor Kark en dirección a la laguna. Habíamos llevado nuestros patines y como el hielo estaba duro y bien parejo, seguimos la ribera norte de la laguna. Encontramos un río que entraba desde el Norte en ella y que parece venir de la sierra, muy cercano a los canales. Dimos a esas alturas el nombre de "Sierra Dorothea". Luego más tarde vimos otro río desembocar en la laguna desde el Oriente, y que aparentemente debe haber abierto su lecho por entre los bajos cerros, que limitan la laguna en su parte Este. No vimos ningún campo abierto, digno de mencionar, alrededor de la laguna, excepto una vega de aparente subsuelo pantanoso a orillas del río arriba mencionado. Como el río a Oriente llevaba una considerable cantidad de agua, el hielo en las proximidades de su desembocadura no estaba suficientemente seguro. Almorzamos con rapidez y volvimos a las carpas. El viento había aumentado considerablemente en su fuerza y tuvimos que hacer grandes esfuerzos para patinar en contra de él. Por esta causa llegamos a las carpas cuando ya la oscuridad era profunda.

Luego el viento degeneró en huracán que produjo un formidable oleaje en la bahía, lamiendo las olas la costa en gran extensión.

Junio 28.— Pasamos una noche terrible. El ventarrón casi derribó nuestras carpas, soplando con un frió muy intenso. La espuma de las olas, que se estrellaron con estrépito ruidoso, contra las rocas, cayó directamente sobre nuestras carpas, mojándolas enteramente. Tanto ellas como todas las cosas adentro se cubrieron de una espesa capa de hielo. Debido a la extraordinaria fuerza del ventarrón era infructuosa toda tentativa de prender un fuego. En vista de esto no nos quedó otro remedio que trasladar las carpas más tierra adentro a un lugar que estaba medianamente protegido por algunos árboles. El termómetro indicó 8 grados cent. bajo cero, observándose en intervalos y durante todo el día fuertes caídas de granizo y de nieve.

Junio 29.— La fuerza del viento disminuyó considerablemente durante la noche la que era muy fría. Al amanecer el día, empezó a nevar, a una temperatura de 2 grados centígr. bajo cero. Debido a esta circunstancia tuvimos que quedar todo el día en las carpas.

Junio 30.— El día empezó con un tiempo espléndido aunque con un frío riguroso, siendo la temperatura 6 grados centígr. bajo cero. Partimos bien temprano para hacer una nueva excursión al lago, pero esta vez a su costado Sur. Allí no encontramos en ninguna parte campo que podría servir para la crianza de ovejas, pero sí, muy buenos terrenos para el ganado bovino. Desde la cumbre de un cerro pudimos ver otro lago grande hacia el sur, en la parte oriental del Monte Rotundo. Cuando ya la noche caía, volvimos a las carpas. Todos nosotros estuvimos bastante desalentados por el resultado negativo de la expedición. Algunos propusieron volver ya a Punta Arenas, pero como teníamos aún muchos víveres, me decidí seguir más adelante a Last Hope Inlet (Seno de Última Esperanza). Disappointment Bay había sido para nosotros una región muy desalentadora y los famosos "Plains of Diana" eran un desengaño tan grande como el primero. Ni siquiera he visto a uno sólo de aquellos animales silvestres (huemul, ciervo, venado), que según el mapa abundarían por estas regiones bajas; a las 8 p. m. la temperatura bajó a 8 grados centígr. bajo cero.

Ea. Consuelo, galpón de esquila Julio 1°.— Comenzó el día con buen tiempo, marcando el termómetro 6 grados centígr. bajo cero, con un cielo nublado. Hicimos los preparativos para levantar el campamento alistando todo para seguir navegando el próximo día. Dibujé un croquis de las montañas situadas al Occidente, al fin de reconocerlas en el caso que hiciera una expedición por tierra más adelante. Es evidente que toda tentativa de alcanzar la costa en Disappointment Bay, viniendo a caballo desde Oriente, debe concluir con un fracaso. Cómo se nos presentarán las circunstancias más hacia el Norte? A las 8 p. m. la temperatura era de 6 grados centígr. bajo cero.

Julio 2.— Al amanecer el día nos levantamos. El tiempo era espléndido con una temperatura de 7 grados centígr. bajo cero. El cielo completamente despejado y un hermoso brillo del sol. Sopló una suave brisa de Occidente. Después del desayuno arrastramos la chalupa vacía por encima del banco de arena más allá de la desembocadura del río, donde la cargamos, teniendo que pasar a través del agua por unas cincuenta yardas.

A las 10 y 30 a. m. quedó todo listo y salimos con rumbo al Norte. Pusimos las velas y dirigimos la chalupa fuera de Disappointment Bay. A las 12 del día vimos en una distancia no muy lejana una canoa de indios. Cuando nos aproximamos, los indios desembarcaron en tierra y huyeron, pero volvieron tan pronto que se convencieron de que no había peligro alguno para ellos. Les regalamos algunos víveres y tabaco y luego almorzamos en el mismo punto. Después del almuerzo seguimos nuestro viaje siempre con rumbo al Norte. Los indios tenían su campamento en la Peninsula de Moore, en una pequeña bahía, donde notamos un denso humo. Nosotros desembarcamos en una pequeña bahía sin nombre, al Norte de las "Llanuras de Diana", la que denominamos "Lee Bay", por motivo de que el viento Suroeste soplaba directamente hacia el interior de la misma. Durante el día hizo mucho calor, pero después de la puesta del sol empezó a helar fuertemente. A las 8 p. m. el termómetro marcó 8 grados centígr. bajo cero.

Julio 3.— Durante la noche cayó una fuerte helada, siendo la temperatura al amanecer el día 10 grados bajo cero. A las 10 a. m. salimos, siguiendo a lo largo de la costa oriental. Durante el viaje vimos numerosos cisnes en la costa de algunas islas bajas, llamándolas "Swan Islands" (Islas del Cisne). En Lee Bay no encontramos suficiente agua, así que desembarcamos a mediodía en la Península de Moore, donde un pequeño río desembocaba en el mar. A 50 metros más tierra adentro encontramos agua, estando el río seco hacia la costa. Nosotros le dimos el nombre de "Río Perdido". Nos decidimos luego pasar allí todo el día e hicimos una excursión tierra adentro. Allí nos encontramos con unos buenos campos para ovejas y ganado bovino, situados sobre una ancha faja de terreno que corría a lo largo de la costa hasta donde pudo alcanzar la vista. En los campos había pasto muy bueno y de gran altura, en gran abundancia. Por la noche hacía mucho frío, quedando la playa enteramente helada a una temperatura de 9 grados centígr. bajo cero.

Julio 4.— La noche era intensamente fría. Desde anteayer, es decir, desde que encontramos a los primeros indios, pusimos guardia por toda la noche, tanto para avisar cualquier peligro, como también para mantener el fuego. Pues no pudimos confiar en esos indígenas, máxime cuando notamos por el humo de sus fuegos, que ellos estaban siguiéndonos en nuestro camino. Nos encontramos con que la bahía se había escarchado durante la noche, por lo cual tuvimos que romper el hielo a fin de poder salir con la chalupa. A las 8 a. m. el termómetro marcaba 8 grados centígr. bajo cero. Pasamos al costado oriental del seno y seguimos a lo largo de la costa. Ella es en toda su extensión bien llana y cubierta de piedras. Encontramos un río que desemboca en el seno a unas dos millas de distancia de nuestro último campamento. Desembarcamos y pusimos las carpas. En el bajo bosque, formado por arbustos a orillas del río, encontramos abundante leña para el fuego y mucha protección contra la intemperie. El cielo se cubrió de nubes y el termómetro mostró tendencias de subir, de modo que estábamos a la expectativa de nieve. A las 8 p. m. la temperatura era sólo 3 grados centígr. bajo cero.

Julio 5.— La noche había sido muy templada. Por la mañana vimos el humo de los fuegos de los indios en el mismo lugar, donde habíamos permanecido ayer con nuestro campamento, al otro lado. Esos indígenas están evidentemente persiguiéndonos y tenemos que estar con los ojos bien abiertos. Nos decidimos a quedar aquí y a hacer una excursión hacia el interior de la región. A lo largo de la costa se extiende una faja de tierra pastosa y llana. A las 11 a. m. salimos con rumbo hacia el interior, a lo largo del río y a través de arbustos de calafates, que en parte dejaron aperturas. A unos 500 metros, más o menos, de la playa, el campo se presentó ya más abierto hasta que a unos 1,000 metros de distancia el río ya estaba corriendo a través de una vega abierta y muy pastosa, bordada en el Oriente por arbustos. A un kilómetro de distancia del río, hacia el Sur, subimos a un cerro, desde cuya cumbre obtuvimos una espléndida vista de todos los alrededores. En dirección al Sur el terreno parecía ser el mismo como las "Llanuras de Diana". Hacia el Este la tierra se extendía hasta los declives casi perpendiculares de la Sierra Dorothea, con una distancia de 2 a 3 millas, mientras que en el Norte y Noroeste el campo parecía extenderse en igual forma como aquel que habíamos atravesado esta mañana. Según mi opinión, esta parte de la región es la mejor que hemos visto hasta ahora. El pasto es muy bueno, no obstante de que el terreno abierto y utilizable, a mi modo de ver, tan solo alcanza a un cuarto de toda la superficie. Hay un largo y profundo valle, que baja desde el Norte, y tiene el aspecto como si las montañas al otro extremo del mismo retroceden aún más, de modo que es posible que allí se encuentre aún más campo abierto. Todo el subsuelo está minado por los así llamados "cururos", lo que haría muy difícil andar a caballo por encima de él. El campo está situado a unos 150 hasta 200 pies sobre el nivel del mar, bajando hacia la costa, en terrazas. De la segunda pendiente en adelante la nieve que cubría el campo, tenia un espesor de 6 pulgadas, pareciendo que más al interior estará aun con mayor altura. Volvimos a nuestro campamento al anochecer, cuando ya era casi oscuro. Durante el regreso vimos a algunos zorros muy grandes, de los cuales matamos a uno. La temperatura era a las 8 p. m. 6 grados centígr. bajo cero.

Julio 6.— La mañana era tan espléndida, que nos decidimos a hacer otra excursión, con diferente rumbo. Salimos con dirección al Norte y encontramos campo del mismo aspecto, como lo habíamos visto ayer. Yo creo que es muy apropiado para la cría de ovejas aunque requiere mucho capital y ruda labor. Por otra parte no creo que el mismo procedimiento en la crianza como en las pampas, daría resultado alguno, ya que hay grandes y extensas fajas de terreno cubiertas de densos bosques, que se componen de arbustos de calafates. En la tarde amenazó nevar, a una temperatura de 4 grados centígr. bajo cero.

Julio 7.— Cuando amaneció, vimos que quedábamos casi internados por la nieve que había caído durante la noche y que alcanzó a una altura de 8 pulgadas.

Huelphers (mi ovejero) había perdido algunas cucharas, al limpiarlas en el río, así que lo denominamos "Río Cuchara". Tuvimos que permanecer en nuestro campamento porque seguía nevando en la tarde. El termómetro indicó 1,5 grados centígr. bajo cero.

Estero Eberhard Julio 8.— Durante la noche el tiempo se había aclarecido a la par que un intenso frío sobrevino, marcando el termómetro a las 8 a. m. 8 grados centígr. bajo cero. Una leve brisa de Suroeste soplaba. Alistamos la chalupa y partimos a las 10 y 30 a. m. más hacia el interior del seno. Luego desembarcamos en una pequeña isla para almorzar y la denominamos "Rat Island" (Isla del Ratón), como alguien de nosotros quería [sic, creía] haber visto un ratón en ella. Al Noroeste de ella hay otra pequeña isla con una costa llana y rocosa. Por su forma le dimos el nombre de "Lagartija". Aquí el canal es dividido por una gran isla montañosa, donde con nuestra gran sorpresa vimos a un guanaco solitario, al cual no le dimos caza por cuanto teníamos aún muchos víveres. Opuesta a la isla, hacia el Noreste, se extiende una roca muy puntiaguda y de allí una estrecha playa arenosa, en dirección al Sur, sobre la cual nos dirigimos con nuestro bote. Esta punta tiene el aspecto como si fuera el último extremo austral de una isla o península, como está también marcada en el mapa. Hicimos la tentativa de entrar en el brazo a Oriente de ella pero lo encontramos enteramente helado, de modo que dirigimos la chalupa a una bahía en la costa oriental del mismo, donde la llevamos a la playa y pusimos las carpas. Durante el día hacía mucho frío. La nieve alcanzó una altura de 6 pulgadas y tuvimos que trabajar fuertemente para obtener un lugar seco para las carpas, más aún porque debajo de la nieve se había formado una espesa capa de hielo. La temperatura bajó a 7 grados centígr. bajo cero.

Julio 7 [sic].— Pasamos una noche muy mala debido a la circunstancia que el subsuelo estaba completamente helado. Por esto cortamos las ramas de los arbustos e hicimos una espesa capa con ellas en las carpas. Luego salimos para una larga excursión hacia el interior y a lo largo de un riachuelo. Vimos que el terreno tenía una forma completamente diferente de aquella que está marcada en el mapa, extendiéndose unas 7 a 8 millas hacia el interior con rumbo al Norte. El campo en las proximidades es muy parecido a aquel que había visto en los alrededores del Río Cuchara. Luego vimos una laguna helada con campo abierto alrededor de ella y dos guanacos muy cerca. La laguna la denominamos "Laguna Guanaco", y la isla en frente de nosotros, "Guanaco Island". El termómetro marcaba 8 grados centígr. bajo cero.

Julio 10.— Al amanecer el día, la temperatura había bajado a 10 grados centígr. bajo cero. Como nuestro campamento estaba muy expuesto a la intemperie, nos decidimos a pasar entre la Isla Guanaco y la punta opuesta, a fin de buscar un lugar más adecuado para el campamento, más allá. Pero la marea era muy baja y así pudimos salir recién a eso de las 12 del día. Desembarcamos en la punta mencionada para encender un fuego, pues hacía mucho frío, y para preparar el almuerzo. La tripulación se mostró muy desalentada, así que, para darles más ánimo, les di uno de los jamones que habíamos agregado a nuestros víveres, pero encontramos, a nuestro gran disgusto, que estaba echado a perder. Por este motivo denominamos el lugar donde hicimos tan triste descubrimiento "Rotten Ham Point" (Punta de Jamón Podrido). Después del almuerzo partimos nuevamente siguiendo a lo largo de la costa de la Península. El viento empezó a soplar con más fuerza, así que tuvimos que hacer subir el bote a la playa de una profunda pero estrecha bahía, a una distancia de más o menos 5 millas de "Rotten Ham Point". Esto lo hicimos a las 3 p. m. En la playa encontramos enormes cantidades de leña, arrojada allí por las olas, así que pudimos hacer un buen fuego. Pero sí, no encontramos agua, de modo que tuvimos que derretir el hielo para poder preparar nuestra cocoa. A las 8 p. m. la temperatura había bajado a 10 grados centígr. bajo cero.

Junio 11.— El día empezó con una densa neblina, reinando no obstante esto un frió muy intenso. Al mismo tiempo una calma absoluta en la atmósfera. Como no pudimos hallar de ningún modo agua, tuvimos que deshacer nuestro campamento. A pesar de que no alcanzamos a ver ni a 100 metros de distancia, partimos a las 3.30 a. m. con el propósito de pasar a lo largo de la costa hasta que encontráramos un lugar mejor. Después de haber pasado por varias bahías que no nos podían servir por cuanto estaban abiertas y no ofrecían ningún abrigo, pusimos el rumbo por la brújula, a fin de llegar a la Península que está marcada en el mapa y detrás de la cual un río está desembocando en el mar. El día se presentó con un frío extraordinario. A mediodía el termómetro marcó 10 grados centígrados bajo cero. Los remos quedaban cubiertos de hielo.

En la tarde desembarcamos en la bahía al norte de susodicha Península, de cuyo extremo está extendiéndose por larga distancia una especie de "riff". Encontramos la bahía enteramente helada, de modo que tuvimos que romper el hielo para poder atravesarlo y llegar a un lugar abrigado entre algunos árboles. Hicimos subir la chalupa a la playa y luego pusimos las carpas. Hacía mucho frió y además había mucha humedad atmosférica. Llenamos el fondo de las carpas con ramas secas por una altura de 2 pies, más o menos. La temperatura bajó a 12 grados centígr. bajo cero.

Julio 12.— Pasamos una noche muy mala, ya que todos nosotros nos sentimos enfermos, con vómitos y diarrea. Debemos haber comido algo en mal estado. Un ponche bien fuerte y caliente mejoró un poco el estado general de salud, pero empecé a tener algún temor por tal suceso. Permanecimos todo el día en el campamento. Las temperaturas de este día fueron: a las 8 a. m., 12 grados centígr. bajo cero; a las 12 m. 9 grados centígr. bajo cero; a las 8 p. m., 10 grados centígr. bajo cero.

Julio 13.— Los compañeros Game, Cattle y Huelphers amanecieron muy enfermos. Dejé a don Augusto Kark con ellos en el campamento e hice una excursión al interior de la región. Observé las huellas de numerosos animales, aparentemente de huemules. Encontré un campo muy ondulado y con mucho más arbustos sobre él que entre Río Cuchara e Isla Guanaco. También observé que los arbustos eran por mayor parte los así llamado "leña dura", en vez de calafates como en el otro campo. Al proseguir mi camino encontré un río que tenía una anchura de más o menos 15 yardas y que salía del valle que conduce hacia el norte. A la gran montaña, que se elevaba cerca de nuestro campamento di el nombre de Monte Prat. En la tarde volví a las carpas y encontré a mis compañeros algo mejor, pero por lo demás muy decaídos de ánimo. Así me decidí a esperar hasta que ellos estuvieran bien del todo. También resolví no seguir más adelante, ya que no se pudo notar ningún campo más, al seguir por el canal, que pudiera servir para establecerse. La temperatura a las 8 p. m. era de 8 grados centígr. bajo cero.

Julio 14.— Mis compañeros han mejorado considerablemente de su enfermedad. Entretanto hice una nueva excursión hacia el interior pero no pude ver nada de nuevo. Después de la vuelta al campamento dije a mis compañeros que empezaríamos ahora a regresar lentamente. Al anochecer empezó a nevar a una temperatura de 2 grados centígr. bajo cero.

Julio 15.— Todavía sigue nevando. La temperatura permanece en 2 grados centígr. bajo cero. Preparamos nuestros víveres para la partida, cuando ya en la tarde el tiempo se aclareció, soplando una fuerte brisa en dirección del canal para abajo. A las 8 p. m., el termómetro ya indicó 4 grados centígr. bajo cero.

Julio 16.— Al amanecer el día, la temperatura había bajado a 6 grados centígr. bajo cero. Después del desayuno cargamos y alistamos la chalupa. Un fuerte viento Noroeste soplaba en dirección del canal para abajo. Pusimos las velas a las 10 a. m. y llegamos a la Isla Guanaco a las 12 m., donde desembarcamos en el costado opuesto al viento. El guanaco que habíamos visto anteriormente estaba aún allí, y lo maté de un tiro, porque supuse que la carne fresca serviría para mejorar un poco el ánimo decaído de mis compañeros. El animal era muy gordo y lo llevamos con nosotros, preparándonos una comida opípara, en la cual abundaban los beefsteaks, aunque procedían de un guanaco. La noche quedamos en la isla, marcando el termómetro a las 8 p. m. 5 grados centígr. bajo cero.

Seno Última Esperanza y Estero Eberhard Julio 17.— La mañana era espléndida aunque fría. A las 9 y 30 a. m. salimos con una fuerte brisa en popa, que sopló por el canal para abajo. Como los víveres empezaron a disminuir considerablemente, ante todo la grasa, y como no sabía cuánto tiempo nos demoraríamos para volver hasta Istmus Bay, resolví proseguir en el regreso. A más de esto había visto también lo suficiente para darme una idea del campo litoral al Oeste de la Sierra Dorothea y para cerciorarme del mejor camino sobre el cual se podría llegar a la costa de a caballo, viniendo desde Oriente. Yo tengo la intención de hacer la tentativa de venir desde el Norte a través de uno de los valles que he visto y que al parecer conducen a campo abierto. En todas las ocasiones me había grabado en mi memoria todos los diferentes cerros y todas las montañas a fin de reconocerlos nuevamente en caso de que los viera desde el lado de la tierra y para encontrar mi camino a lo menos hasta la pequeña bahía opuesta a la Isla Guanaco y que mis compañeros habían denominado "Eberhard's Fjord".

El viento nos llevó hasta las Islas del Cisne, desde donde nos dirigimos a remos a la pequeña bahía, donde los indios estaban acampados cuando los vimos por primera vez. Llamamos ese lugar Margaret Bay.

A las 8 p. m. el termómetro marcó 6 grados centígr. bajo cero.

Julio 18.— Partimos en la mañana como de costumbre, prosiguiendo el viaje hasta un grupo de islas al Norte de Focus Island, y al Oeste de Bahía Coruña. Allí vimos a una becasina, razón por la cual denominamos las islas "Woodcock Islands" (Islas de la Becasina). En la isla más central de este grupo desembarcamos para almorzar, y como una buena brisa había sobrevenido de la dirección de Worsley Sound, pusimos las velas y llegamos después de la puesta del sol a una pequeña isla fuera del Estrecho de Kirk. La temperatura era de 3 grados centígr. bajo cero.

Julio 19.— En la mañana tuvimos la corriente de la marea contra nosotros, pero como tenía el deseo de observar la marea y sus particularidades por un par de horas, dispuse que siguiéramos a remos bien cerca de la costa para luego atravesar la corriente en dirección a la Isla Oriental. Es un aspecto grandioso ver el agua corriendo tan de cerca. A lo menos ha de tener una velocidad de 10 a 12 millas por hora, con un ruido aterrador. A las 2 p. m. la corriente de la marea dio vuelta. Nosotros pasamos con nuestra chalupa sin dificultad alguna. Matamos a tiros un '"cerdo de mar" (porpoise). Desembarcamos luego en la isla, en la cual tuvimos nuestro campamento durante la ida. La temperatura subió a 1 grado centígr. bajo cero.

Julio 20.— Durante la noche hubo fuertes caídas de lluvia. Como el campamento quedó muy expuesto a la intemperie, en esta isla, seguíamos a remos más hacia el Sur, y pusimos las carpas para esperar que el tiempo mejore.

Julio 21.— Todavía sigue lloviendo. Nadie se siente con ganas de abandonar el lugar, por temor a las ropas mojadas sin probabilidad de poderlas secar. De este modo permanecimos todo el día en el campamento.

Julio 22.— La lluvia había cesado y así alistamos la chalupa y partimos a las 10 a. m. Aunque tuvimos la corriente de la marea en nuestra contra, conseguimos entrar en el Canal de las Montañas, donde una brisa fresca estaba soplando con dirección al Sur. Pusimos las velas.

Cerca del Cabo Earnest [sic] una ráfaga repentina sorprendió la chalupa y rompió el palo mayor. Luego encontramos una pequeña bahía en la costa oriental de la isla "Ancón sin salida", donde llevamos el bote a la playa y pusimos las carpas. Poco mas tarde empezó a soplar un viento, muy fuerte.

Julio 23.— Continúa soplando el viento. Hicimos las reparaciones necesarias al palo mayor y revisamos la existencia de nuestros víveres, en cuya ocasión pudimos constatar que teníamos todavía suficiente para otro mes más, a excepción de grasa y manteca de chancho.

Julio 24.— Como estábamos ya cansados de no hacer nada, preparamos la chalupa para remar a lo largo del lado austral de las islas, y luego desembarcar en Ancón sin salida en un lugar abrigado. A pesar de que una fuerte brisa estaba soplando directamente hacia esa parte, tenía la esperanza de encontrar abrigo en cualquiera parte, sino en la playa de Ancón sin salida, a lo menos en una de las pequeñas islas. — Después de haber pasado la última y más occidental de las islas, el viento llegó a ser tan fuerte que la chalupa ya amenazaba de perder su equilibrio, motivo por el cual yo me decidí a arrojarla sobre la playa, haciéndola correr, a través del oleaje que se estrellaba contra la costa. Esta maniobra fue ejecutada sin que nadie cometiera el más insignificante error. La chalupa se colocó muy alta sobre la llana y arenosa playa, lejos del agua. Acto seguido pusimos las carpas entre algunos arbustos y árboles en cercanías de la chalupa.

Julio 25.— Continuó soplando el viento en dirección del Union Sound para abajo, y directamente sobre la playa.— Salimos de a pié para mirar el campo en el interior, el que parecía desde el mar un campo bajo y pastoso, pero que lo encontramos de cerca como terreno húmedo y hasta pantanoso, cortado por muchos ríos y arroyos, cuyos nacimientos están en los ventisqueros del Monte Burney.

Julio 26.— Todavía no cesa el viento fuerte. Sobre la playa se estrellan olas gigantescas. Toda la playa está cubierta de piedras pómez.

Julio 27.— El viento aún continúa con fuerza inquebrantada. Las olas han adquirido formidable altura, notándose una marea muy fuerte en la playa.

Julio 28.— El viento disminuyó algo en su fuerza, pero aún permanece el alto oleaje. Como ya estábamos cansados de esperar tanto y la chalupa se encontraba bastante más liviana que cuando partimos, hace mes y medio, y más aún, estando la tripulación ahora bien entrenada, tomé la resolución de salir con el bote a través del oleaje. Todos tenían la buena voluntad de hacer lo que podían, y así hicimos una tentativa a las 11 a. m., pero los remos se enredaron en las algas, la chalupa se puso paralela a la playa y con la próxima ola se dio vuelta enteramente. Felizmente conseguimos ponerla a su posición normal, pero no sin perder más de la mitad de nuestros víveres. Más tarde constatamos que ellos quedaron reducidos a un aprovisionamiento para una semana. Azúcar y sal quedaron completamente perdidos; grasa ya no hubo más, sólo algo de harina mojada, porotos y garbanzos. Además un poco de café mojado y algo de té. Secamos los víveres en la forma mejor que pudimos. Además de lo mencionado tuvimos todavía 3 o 4 latas con carne asada de capón.

Puerto Consuelo, niños Eberhard y manantial Julio 29.— Aún continúa el fuerte ventarrón que pasa a través del Union Sound en dirección al Sur. Todos están desalentados. Hacia el anochecer empezó a calmar el viento.

Julio 30.— Calma absoluta durante la noche y en la mañana una suave brisa del Oeste. Cargamos la chalupa a toda prisa y salimos a velas. Como la brisa se intensificó más, llegamos ya a las 3 p. m. al costado oriental de Istmus Bay. Encontramos las aguas entre Cabo Año Nuevo e Istmus Bay completamente heladas. Esa misma noche trasportamos la chalupa y los víveres por encima del Istmo y pusimos las carpas en un puerto interior de Istmus Bay. Durante la noche hubo una fuerte helada.

Julio 31.— El día amaneció con lluvia. Salimos a remos da Istmus Bay hacia el otro lado, a la costa occidental del Canal y desembarcamos en una pequeña isla rocosa para esperar un vapor, que por ahí pasara.

Agosto 1°.— No pasó ningún vapor. Los víveres están disminuyendo.

Agosto 2.— No pasó ningún vapor. Todas las cosas están nuevamente mojadas de la constante lluvia y nieve.

Agosto 3.— A las 5 a. m. pasó un vapor, pero como estaba oscuro procuramos hacer un fuego, para atraer la atención, y disparamos tiros, pero de todo esto no tomaron nota a bordo. Quedamos disgustados.

Agosto 4.— Los víveres ya están escaseando mucho. Tampoco pudimos hacer pan, debido a la constante lluvia. La situación empieza a ponerse seria. Ya pensamos en navegar por el Canal en dirección al Sur hacia Long Island.

Agosto 5.— Ningún vapor a la vista. A las 4 p. m. divisamos un vapor que vino del Norte. Hicimos una gran fogata de leña y otras cosas, que nosotros. … … … … … …

* * *

Aquí terminan los apuntes del diario del capitán Eberhard. La o las últimas hojas se habrán perdido, pero por los relatos orales del hijo de don Hermann Eberhard sabemos que felizmente llegó un vapor de la compañía "Kosmos" que recogió a los expedicionarios a su bordo. Estos, a su vez, se encontraron en un estado tal, que el comandante del buque se negó a darles alojamiento en la primera clase. Una vez sabiendo de quién y de qué se trataba, naturalmente ya no hubo inconvenientes y así llegaron bien a Punta Arenas, donde pudieron descansar de las peripecias sufridas en la expedición.

Al año después el Capitán Eberhard se fue a Europa, para adquirir materiales y una lancha a vapor. Esta última corrió mala suerte, pues apenas llegada a su destino, fue robada por los indios y no hubo ni rastros de ella.

Durante largos años el intrépido explorador tuvo que luchar con un sinnúmero de dificultades y con cuantiosas pérdidas hasta alcanzar el estado floreciente, en el cual, hoy por hoy, se encuentra Puerto Consuelo.

El nombre Eberhard, tan íntimamente ligado con la historia del desarrollo del Territorio de Magallanes y de la región de Última Esperanza, quedará grabado con letras de oro en las páginas de la historia regional y servirá de estímulo a las generaciones venideras las que han de conservar lo que sus antepasados supieron conquistar en ruda labor y con innumerables sacrificios.

W. Gr.